Culpemos a la dopamina, esa sustancia química responsable del enamoramiento. Los científicos describen el enamorarse como un proceso conductual, transitorio y neuroquímico, que ocurre en un período de tres años.
¿Por qué tres años? Porque en ese tiempo, el cerebro va gradualmente desensibilizando las emociones, lo que va de la mano con una disminución de los procesos neuroquímicos.
El investigador Eduardo Calixto González señaló a Sinc que la etapa de la vida en que se libera más dopamina es entre los 16 y los 23 años y que los amores más intensos se dan entre los 22 y 23 años. A medida que vamos madurando, los liberadores de dopamina cambian y se dan en menores concentraciones.
“Una pareja menor de 22 años está condicionada al fracaso, porque los jóvenes están atrapados en un factor neurobiológico que los estimula, y por tanto, creen estar con el amor de su vida. Cuesta trabajo creerlo, pero eso no existe. Lo que realizamos son cambios neuroquímicos a nivel cerebral que nos hacen totalmente subjetivos (…) Gradualmente en el transcurso de la vida vamos siendo más selectivos”, agregó González.
El neurofisiólogo lleva una década estudiando los cambios de los neurotransmisores involucrados en la conducta humana. Una de sus líneas de investigación son los procesos conductuales relacionados con ciertas adicciones, y para la ciencia, el amor está considerado entre estos procesos.
Según afirmó el experto, en la etapa de enamoramiento el cerebro libera dopamina de forma masiva en el núcleo accumbens. Este cambio afecta la actividad de la corteza prefrontal, un área relacionada con el razonamiento. Por eso, en este proceso disminuye el criterio para evaluar los aspectos negativos de la persona amada.
«Después de tres años, el cerebro se adapta a la persona, acepta sus defectos y busca mantenerla cerca. O bien, elige buscar a otro individuo que le ayude a liberar dopamina”, precisa el neurofisiólogo Ramón de la Fuente Muñiz al portal Sinc.
El Ciudadano