Muchas personas mayores han pasado en absoluta soledad los casi 10 meses de aislamiento por la pandemia de coronavirus.
De allí que una empresa francesa avistara este problema, y activó la opción de un robot que sirve de acompañamiento a los más mayores, para poder así ayudarles a pasar mejor este tiempo, hasta que se solucione o amaine la crisis generada por el Covid-19, informó el portal Diariosur.
El dispositivo está diseñado en base a tres pilares: vínculo social, asistencia y robot acompañante. Propone actividades como yoga, caminatas por la naturaleza, concursos, utiliza el reconocimiento de voz, ofrece videollamadas y mensajería y presenta juegos y música, todo visible y reproducible desde su pantalla táctil.
El objetivo es ayudarles a pasar estos meses de pandemia de la manera más amena posible, para que puedan sentir, que nunca estarán solos.
Existe desde 2018
Aunque parezca diseñado para estos tiempos, la experiencia del robot data de 2018, cuando una compañía francesa sacó al mercado a Zora, que recuerda más a un juguete lindo que una maravilla futurista, reseñó el New York Times.
El androide nació como un experimento que tiene como objetivo cambiar el cuidado de los pacientes de la tercera edad.
El piloto se hizo con la llegada de Zora al Hospital Jouarre, un hogar de ancianos ubicado a una hora de París, algo extraño comenzó a pasar: muchos pacientes sintieron un vínculo emocional con el robot y lo trataban como a un bebé. Lo cargaban, lo arrullaban y besaban su cabeza.
Zora, que tiene un costo de hasta 18.000 dólares, les ofrecía compañía en un lugar donde la vida puede ser solitaria. Las familias no pueden visitarlos mucho y los empleados tienen muchas cosas que hacer. Los pacientes del hospital tienen demencia y otros padecimientos que requieren cuidados las veinticuatro horas del día.El robot es controlado por un enfermero en el hospital que lo maneja desde un ordenador portátil. El enfermero a menudo procura no estar a la vista para que los pacientes no sepan que él lo controla.
Zora dirige sesiones de ejercicio y propone juegos. Puede sostener una conversación porque el enfermero teclea palabras en un ordenador portátil que el robot pronuncia después. Algunos pacientes se refieren a Zora como “ella”, otros como “él”.
La robótica aún tiene un largo camino por recorrer antes de que haya una posibilidad realista de tener una enfermera humanoide.
Zora no proporciona medicamentos ni toma la presión sanguínea ni cambia las sábanas. En Jouarre, algunos lo consideraron como una herramienta superflua que solo “mantiene ocupados a los pacientes”, según Sophie Riffault, una enfermera.
Otra, Nathalie Racine, dijo que no dejaría que un robot alimentara a los pacientes aunque pudiera. Los humanos no deben delegar momentos tan íntimos a las máquinas. “Nada remplazará el roce humano jamás, la calidez que nuestros pacientes necesitan”, comentó.
La experiencia en Jouarre proporciona un panorama del futuro, cuando dependamos más de los robots que ayuden a cuidar a nuestros seres queridos mientras envejecen.
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