Por primera vez, astrónomos han encontrado exoplanetas formando un sistema alrededor de una enana fría en la Vía Láctea. La estrella, llamada TRAPPIST-1 (en honor al telescopio con el que se observó), está en la constelación de Acuario y es parte de un tipo de estrellas que son más grandes que Júpiter y mucho más frías y rojas que nuestro Sol. Este tipo de astro es muy común en la Vía Láctea, pero jamás se habían encontrado exoplanetas como éstos orbitando a su alrededor. Son tres cuerpos de tamaño y temperatura similar a los de la Tierra y Venus, y dos de ellos podrían tener regiones habitables, con agua líquida y con la posibilidad de albergar algún tipo de vida.
“Hasta ahora, la existencia de estos ‘mundos rojos’ orbitando alrededor de estrellas enanas ultra frías era puramente teórica, pero ahora tenemos, no un solitario planeta alrededor de una estrella roja tenue, sino un sistema completo de tres planetas«, relata Emmanuël Jehin, investigador del Instituto de Astrofísica y Geofísica de la Universidad de Lieja, en Bélgica, y coautor de la investigación publicada en Nature.
El equipo internacional, conducido por Michaël Gillon y sus colegas, usó el telescopio TRAPPIST, en las instalaciones del Observatorio Europeo Austral (ESO) en La Silla, desierto de Atacama, en Chile.
Los investigadores descubrieron que el brillo de la estrella TRAPPIST-1 se interrumpía de manera intermitente y regular. Este fenómeno indicó que había varios objetos pasando entre ese astro y la Tierra, y los científicos llegaron a la conclusión de que eran tres planetas con tamaños similares al de la Tierra y situados a unos 40 años luz.
Gillon explica la razón de estar buscando planetas similares al nuestro, por fuera del Sistema Solar: «Con la tecnología actual, los sistemas alrededor de estas pequeñas estrellas son los únicos lugares donde podemos detectar vida en un exoplaneta del tamaño de la Tierra. Si queremos encontrar vida en otros lugares del universo, ahí es donde debemos comenzar a buscar».
Para buscar señales de vida, los astrónomos estudiarán el efecto que tiene la atmósfera de un exoplaneta en tránsito, sobre la luz que llega a la Tierra, informa la agencia Sinc. En la mayoría de los casos, cuando un planeta como el nuestro orbita una estrella, éste no logra provocar un efecto que sea observable desde la Tierra, porque su paso se ve saturado por el gran brillo de su estrella. Pero cuando se trata de enanas rojas ultrafrías, como TRAPPIST-1, cuyo brillo es tenue, este efecto sí puede ser percibido desde nuestros observatorios.
Con la ayuda de telescopios más grandes se pudo demostrar que los tres planetas que orbitan a TRAPPIST-1 tienen tamaños muy similares a la Tierra. Dos de ellos tienen períodos orbitales de cerca de 1,5 y 2,4 días, y el tercero, entre 4,5 y 73 días. “Con períodos orbitales tan cortos, los planetas están entre 20 y 100 veces más cerca de su estrella que la Tierra del Sol«, explica Gillo. «Este sistema planetario es mucho más similar, en escala, al sistema de lunas de Júpiter que al del sistema solar”.
Los planetas orbitan muy cerca de su estrella anfitriona, lo que sitúa a los dos primeros planetas (interiores) en una posición más cercana a la estrella que la zona de habitabilidad de nuestro sistema. Pero es posible que posean regiones habitables en sus superficies.
El tercer planeta es exterior, y como todavía no se conoce muy bien su órbita, es probable que reciba menos radiación que la Tierra. Pero tal vez ésta sea suficiente como para encontrarse en la zona de habitabilidad. Incluso los astrónomos no descartan que pudiera estar completamente en esa zona, informa Sinc.
«Con la ayuda de varios telescopios gigantes, actualmente en construcción, incluyendo el E-ELT, de ESO, y el James Webb Space Telescope -que la NASA, ESA y la agencia canadiense CSA lanzarán en 2018-, pronto seremos capaces de estudiar la composición de la atmósfera de estos planetas y explorarlas, primero en busca de agua, y luego en busca de trazas de actividad biológica», explica Julien de Wit, coautor del estudio y científico del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), en Estados Unidos. «Es un paso gigante en la búsqueda de vida en el universo», concluye.
El Ciudadano