En febrero, el observatorio LIGO, en Estados Unidos, anunció al mundo que por primera vez había logrado detectar las ondas gravitacionales predichas por Einstein. La señal, a la que llamaron GW150914, se registró el 14 de septiembre de 2015 en los detectores gemelos del observatorio y que están en Livingston (Louisiana) y en Hanford (Washington). Las ondas habían sido producidas por la fusión de dos agujeros negros.
Ahora, los científicos de LIGO informaron de que, también el año pasado, hicieron una segunda observación de ondas gravitacionales generadas a partir de la colisión de otros agujeros negros. Esta fusión terminó en la formación de un sólo agujero con una masa total de 21 soles. La cantidad de energía liberada en este proceso se convirtió en ondas gravitacionales.
La nueva señal, esta vez llamada GW151226, llegó a los detectores el 26 de diciembre del 2015 y se manifestó en Livingston antes que en Hanford, con una diferencia de 1,1 milisegundos. Este desface dio a los científicos una idea de la posición de los agujeros en el espacio, la que situaron a 1.400 millones de años luz, informa Sinc.
«Es muy significativo que estos agujeros negros fuesen mucho menos masivos que los de la primera detección (cuyas masas eran 36 y 29 veces la del Sol)», explica Gabriela González, vocera de LIGO y profesora de física y astronomía de la Universidad de Louisiana, Estados Unidos. “Es un comienzo prometedor para el estudio de las poblaciones de agujeros negros en nuestro universo», agrega González.
Los astrofísicos destacan que ambas detecciones “marcan el inicio de la astronomía de ondas gravitacionales, como un nuevo medio revolucionario para explorar nuevas fronteras en el universo, especialmente sus eventos más oscuros y energéticos».
«Con la detección de dos eventos fuertes en el primer período de nuestra investigación, podemos empezar a predecir la frecuencia con la que podríamos estar escuchando ondas gravitacionales en el futuro», señala Albert Lazzarini, director adjunto de LIGO.
Las ondas gravitacionales producidas por la colisión de dos agujeros negros, estiran y comprimen el espacio-tiempo mientras se propagan a través del universo. Este efecto de estiramiento y compresión es lo que pudieron registrar los detectores de LIGO. Su tecnología muy sensible y precisa (Advanced-LIGO) permitió captar las ondas, que al llegar a la Tierra ya habían perdido parte de su fuerza.
El trabajo de los investigadores fue publicado en la revista especializada Psysical Review Letters.
El Ciudadano