Ese último punto es el que promete especialmente resolver el primer drone biodegradable que ya ha realizado sus vuelos de prueba iniciales. Su fabricación se ha realizado usando materiales en su mayoría susceptibles de autodestruirse con el tiempo. El cuerpo del drone usa un tipo de material procedente de hongos que ha sido cubierto por una capa de celulosa creada en el laboratorio. Para los circuitos principales se ha empleado tinta con base de plata.
El creador de este primer drone biodegradable es Lynn Rothschild, del centro Ames de la NASA en California, y su objetivo para próximos prototipos es lograr sustituir incluso las baterías por unas fabricadas con materiales que permitan una autodestrucción natural en caso de pérdida o aterrizaje en una zona en la que no pensábamos que nuestro drone se fuera a quedar para siempre.