Investigadores israelíes y del Reino Unido han creado espermatozoides y óvulos a partir de células madre situadas en la piel. Este logro ha sido recibido desde dos prismas distintos: uno positivo porque supone un paso más hacia el tratamiento para la infertilidad; y otro prisma negativo por los matices éticos y morales que enfrenta.
El experimento que fue publicado el pasado 24 de diciembre recrea la posibilidad de llevar a cabo en humanos la primera parte de un procedimiento realizado anteriormente en ratones. El procedimiento en cuestión se basa en el uso de células madre pluripotentes inducidas -de las que ya hablamos en un artículo anterior-, para crear espermatozoides y óvulos artificiales que -y esta es la segunda parte del procedimiento- luego podrían ser introducidos en un útero para su desarrollo y nacimiento.
En 2012, investigadores del instituro Mitinori Saitou de la Universidad de Kyoto en Japón, crearon las primeras células germinales progenitoras artificiales (PGC) investigando con ratones. Las PGC son las células que luego darán lugar a los óvulos y los espermatozoides. Saitou fabricó estas células especializadas en un laboratorio a partir de reprogramar a un estado embrionario células de la piel. Los científicos de Saitoy encontraron que si colocaban estas células PGC en los testículos de los ratones, maduraban hasta convertirse en espermatozoides; al igual que maduraban hasta convertirse en óvulos si se introducían en los ovarios. Tras este proceso, tanto el espermatozoide como el óvulo podían ser usado para la fecundación in-vitro.
Estos esfuerzos por diseñar gametos (células de reproducción) fueron realmente exitosos en el caso de los roedores, pero resultaron insuficientes al extrapolarlos a los seres humanos.
Recientemente, un equipo dirigido por Azim Surani, de la Universidad de Cambridge -Reino Unido- y Jacob Hanna, del Instituto de Ciencia Weizmann en Rehovot -Israel- han replicado la primera parte del experimento de Saitou -la parte in vitro- para llevarla a cabo en seres humanos de forma más efectiva.
La clave del éxito de este nuevo estudio fue encontrar el punto de partida correcto. La dificultad de la anterior investigación radicaba en que las células madre de los ratones y de los humanos son bien distintas. Pero Hanna se dio cuenta de que esas diferencias se podían superar mediante la deformación de las células. Él y su equipo desarrollaron una manera de hacer que las células madre humanas sean tan fácil de convertir como las de los ratones.
Surani y Hanna fueron capaces de usar las células madre embrionarias y las células iPS -de pluripotencia inducida- para crear células precursoras de gemetos con una eficiencia del 25-40%. Esto se traduce en que ambos biólogos encontraron la forma de generar células germinales progenitoras con la más alta eficiencia jamás registrada.
En los ratones, el siguiente paso es la introducción de las CGP artificiales en los testículos u ovarios para completar la segunda mitad del proceso de Saitou. Pero Hanna reconoce que él y su equipo aún no están listos para llevar a cabo ese proceso en seres humanos por la cantidad de incógnitas que existen aún sin resolver.
El problema radica en que existen leyes en algunos países que impiden la financiación federal de la creación de embriones humanos con fines de investigación. Por ello, sería necesario, según los biólogos, levantar las reestricciones existentes y reemplazarlas por directrices universales que determinen y regulen el aprovechamiento de estas investigaciones de forma ética y segura.
Si se logra encontrar la forma de aplicar el experimento en humanos, una pareja homosexual podría tener un hijo biológico de los dos, con genes de ambos progenitores. ¿Cómo? Convirtiendo células del cuerpo de un hombre en óvulos y fertilizarlos in vitro con el espermatozoide de su pareja para implantar el embrión resultante en el útero de una madre de alquiler. Llevar a cabo este poceso conllevaría muchas dificultades biológicas y, por supuesto también, éticas. Como hemos especificado unos párrafos más arriba, las células precursoras necesitan implantarse en los ovarios o los testículos para madurar y convertirse en gametos, pero el hombre no posee ovarios, lo que supone un gran obstáculo técnico por superar.
Por ello, Hanna dice que «es importante destacar que si bien este escenario podría ser técnicamente posible y factible, es una idea muy remota debido a todas las barreras importantes que aún hay que superar«.
Resulta dificil mientras leemos los detalles de esta nueva investigación no recordar la novela publicada en 1932 por Aldous Huxley ‘Un Mundo Feliz’. El escritor se adelantó a su tiempo diseñando un futuro en el que los bebés se desarrollaban en úteros artificiales y los fabricaban según las necesidades sociales. Ahora, tras conocer que es posible crear células embrionarias, ese hipotético futuro de Huxley parece menos disparatado que nunca.