Astrónomos identificaron, gracias a los datos espectrales de los telescopios espaciales Hubble y Spitzer, al primer gigante gaseoso semejante a Júpiter que cuenta con una atmósfera completamente despejada. La estrella que orbita es poco más grande que nuestro Sol, mientras que el radio del propio exoplaneta es casi un 40 % mayor que el planeta más grande del sistema solar.
El exoplaneta, designado WASP-62b, y su astro anfitrión (WASP-62 o Naledi) se ubican a 575 años luz de la Tierra, en la constelación de Dorado. La presencia de este gigante fue descubierta en 2011 por los repetidos tránsitos frente a la estrella. Este evento astronómico ocurre en su caso con una periodicidad muy alta, de cuatro días y medio: es el lapso necesario para que ese cuerpo celeste complete su órbita, mientras que Júpiter orbita el Sol en casi 12 años terrestres.
El mismo evento de tránsito permitió años después a los astrónomos de la Universidad de Harvard (EE. UU.) enfocarse en el espectro de luz, que descubrió la presencia en la atmósfera del exoplaneta de sodio y, probablemente de hidruro de silicio, elementos cuya presencia se desconocía hasta este estudio, publicado recientemente en The Astrophysical Journal Letters, mientras que ya se sabía que la temperatura de equilibrio en WASP-62b supera los 1.000 º Celsius.
A partir de este dato, los científicos afirman que se trata de un caso único frente al resto de gigantes gaseosos de sus dimensiones. Según sus estimaciones, menos del 7 % de los exoplanetas tienen atmósferas claras. El primer y único antecedente conocido previo a las mediciones espectrales era el «saturno caliente» WASP-96b, que tiene una masa equivalente a la mitad de Júpiter y está a 1.161 años luz de nosotros.
El primer autor del descubrimiento, Munazza Alam, de la Universidad de Harvard, explica que estos casos infrecuentes de atmósferas sin nubes sugieren «que algo más está sucediendo» en torno a estos exoplanetas o que «se formaron de una manera diferente a la mayoría» de sus semejantes. Además, la atmósfera clara simplifica el estudio de la composición química del propio planeta, algo que permitiría establecer de qué elementos está hecho, según recoge un comunicado de Harvard.
Fuente: RT.