Entre junio de 2019 y mayo de 2020, una serie de incendios forestales, los peores jamás registrados en el país, consumieron más de 10 millones de hectáreas de bosques en Australia. Una simulación muestra el impacto que ha tenido en la atmósfera de nuestro planeta lo que pasó a la historia como el verano negro.
El equipo de investigadores liderado por Pengfei Yu, de la Universidad de Jinan, en China, ha elaborado una simulación virtual de la formación y la evolución de la gigantesca nube de humo generada por los incendios forestales.
«Los incendios forestales extremos pueden inyectar el humo a la troposfera superior y hasta la estratosfera en condiciones meteorológicas favorables. Y cuanto más alto se inyecta el humo, más tiempo estará presente y más amplia será su extensión», explica Yu.
En el caso del verano negro, casi 1 billón de gramos de partículas de humo —que contenían tanto el carbono orgánico, como el negro— terminó en la estratosfera. Se trata de la cifra más alta jamás registrada.
Mientras que el carbono orgánico no representa un gran peligro para el medio ambiente, el negro absorbe más luz solar y, en consecuencia, calienta el aire a su alrededor. Los autores del estudio descubrieron que el humo de los incendios forestales australianos contenía alrededor del 2,5 % del carbono negro. Esto dio lugar a una especie de efecto invernadero en la estratosfera que duró todo el 2020.
«Las simulaciones sugieren que el humo permaneció en la atmósfera durante todo el 2020 y calentó considerablemente la estratosfera en aproximadamente 1-2 K, equivalentes a 1-2 grados centígrados, por más de seis meses», señalan los investigadores.
Los científicos advierten que el humo es capaz de «tener un efecto persistente en la dinámica y la química de la estratosfera». Agregan que los incendios forestales australianos también podrían haber afectado los niveles de ozono en la estratosfera, haber destruido las moléculas de ozono en las latitudes medias del hemisferio sur y hasta aumentar temporalmente el tamaño del agujero de ozono.
Los resultados del estudio han sido publicados en la revista científica Geophysical Research Letters.
Fuente: Agencia Sputnik