Puede ser perfecta, cómoda, limpia, pero aunque fuera la cama del más lujoso hotel, para muchas personas es muy difícil conciliar el sueño por el hecho de no estar en su propia cama.
El fenómeno es tan familiar para los investigadores del sueño, que incluso tiene su propio nombre: el efecto de la primera noche. Por alguna razón, cuando nos acurrucamos bajo un techo nuevo, con frecuencia dormimos mal y despertamos cansados y atontados.
Los científicos han estudiado el cerebro durante el sueño por medio siglo, esperando entender el efecto de la primera noche, y en una investigación publicada hoy, un equipo estadounidense ha logrado el primer adelanto. Cuando nos quedamos en lugar nuevo, nuestros cerebros parecen pasar la primera noche en modo vigilante. Mientras un hemisferio se duerme, la otra mitad se mantiene en alerta nocturna, informa The Guardian.
«Si no sabemos si un dormitorio es seguro para dormir, entonces se nos activa este sistema de alerta nocturna para poder detectar cualquier cosa inusual. Es como un salvavidas», explica a The Guardian Masako Tamaki, científico del sueño de la Universidad de Brown en Providencia, Rhode Island (EEUU).
Si los hallazgos de este estudio se confirman con estudios futuros, el efecto de la primera noche vendría a ser el equivalente de cuando los pájaros duermen con un ojo abierto -y una mitad del cerebro despierta- para protegerse de depredadores nocturnos. Los delfines usan un truco similar, alternando el sueño entre ambas mitades del cerebro para poder descansar mientras mantienen la alerta constante en caso de que se acerquen los tiburones.
Para investigar el efecto de la primera noche, Tamaki y sus colegas usaron técnicas sofisticadas de imágenes cerebrales, como magnetoencefalografía (MEG), imágenes de resonancia magnética estructural (IRM) y polisomnografía, que es una combinación de medidas del tono muscular, entre otras. Con estas técnicas se monitorizó en detalle cómo dormían 35 personas en laboratorio.
En la primera noche, los escáners revelaron que las mitades derechas de los cerebros de los participantes se durmieron normalmente, pero los hemisferios izquierdos permanecieron más activos. Luego, los investigadores probaron cómo respondían las personas a los sonidos mientras dormían. Cuando hacían sonidos inusuales, como tonos altos, el hemisferio izquierdo se activaba repentinamente y los participantes estaban más propensos a despertar. Tamaki explica que esto sugiere que el sistema de alerta nocturna del cerebro está atento a sonidos inusuales que pudieran representar una amenaza. El efecto se desvaneció en la segunda noche, de acuerdo con en informe publicado en Current Biology.
Los científicos aún no saben si el lado izquierdo del cerebro está alerta durante toda la primera noche. Grabaron la actividad cerebral por sólo 90 minutos, por lo que Tamaki cree que es posible que, como los delfines, el cerebro alterne su estado de vigilancia entre un hemisferio y el otro.
Las personas que duermen en lugares diferentes como parte de su vida normal, puede que no experimenten este problema, porque sus cerebros se acostumbran a las variaciones. «El cerebro es muy flexible, dice Yuka Sasaki, co-autor del estudio. Pero aconseja que quienes sí sufren el efecto de la primera noche, lleven su propia almohada en sus viajes, o se queden en lugares con dormitorios similares.
Artículo original en The Guardian
Traducción CCV El Ciudadano