Aunque los humanos damos mucha importancia a nuestro sentido de la visión y a las formas de apreciación relacionadas con ésta, la música tiene mayor capacidad para provocar emociones más intensas que la pintura. “El estado afectivo que puede producir escuchar música es más intenso que el provocado por la contemplación de una pintura”, explica Javier Campos-Bueno, investigador de la facultad de Psicología de la UCM y uno de los autores del trabajo.
En el estudio participaron la Universidad Complutense de Madrid (UCM), en España, el Conservatorio Profesional de Música de Alicante y la Universidad de Tübingen (Alemania), entre otros.
Con la ayuda de dos pruebas en las que participaron 358 estudiantes de entre 16 y 35 años, los autores analizaron de qué forma éstos reaccionaban ante diferentes estímulos pictóricos y musicales seleccionados previamente. “Hemos probado experimentalmente cómo la música y la pintura pueden provocarnos emociones positivas y negativas”, afirma Campos-Bueno.
En la primera prueba, los participantes contemplaron y escucharon 52 obras pictóricas y 52 fragmentos musicales de forma separada y aleatoria, para indicar el grado de felicidad que les despertaban y el nivel de excitación o calma. Las obras elegidas representaban diferentes épocas y culturas de Oriente y Occidente.
Los fragmentos musicales con las puntuaciones más altas (mayor felicidad y excitación) fueron el góspel del inicio de la película Hércules, de Disney; el Himno a la alegría (9ª sinfonía) de Beethoven, y un fragmento de la marcha del príncipe Alí en la película Aladdín, también de Disney.
En cuanto a las obras pictóricas, las más valoradas fueron Tránsito de la Virgen, del pintor barroco José Antolínez, y Rosas, de Van Gogh. El cuadro que despertó mayor desagrado fue Saturno devorando a su hijo, de Goya, pero iba unido a una gran excitación, al igual que la banda sonora de Psicosis, de Hitchcock, en el momento del asesinato.
La segunda prueba combinó música y pintura teniendo en cuenta su valor afectivo, y se evaluó cómo se influían mutuamente ambas, junto a los cambios afectivos producidos. El equipo montó 32 vídeos en los que se combinaban 32 obras de arte con 32 fragmentos sonoros. “Lo más llamativo es que la interacción entre música y pintura no es del mismo tipo”, asegura el autor.
Según los resultados, una música agradable sobre una pintura desagradable no influye del mismo modo. Por ejemplo, la música incrementaba el valor agradable de una pintura, pero, a la inversa, cuando se evaluaba la influencia de la pintura sobre la música, este efecto no se producía. “Una pintura desagradable pierde ese valor cuando se combina con una música muy agradable”, comenta Campos-Bueno.
El estudio, publicado en el medio de divulgación científica Spanish Journal of Psychology, pone de manifiesto que la música nos emociona más que la pintura “a pesar de que buena parte de nuestros recursos cerebrales para procesar estímulos se dedican a atender a lo visual, frente a otras modalidades sensoriales”, destaca el experto.
Fuente: NCYT