Un nuevo estudio sueco-español señala que los niños que desarrollan asma o alergias tienen una respuesta inmunitaria alterada ante las bacterias intestinales en las membranas mucosas.
Los autores explican que durante los primeros años de la infancia, la flora intestinal (microbiota intestinal) juega un importante rol en el desarrollo de los síntomas alérgicos, y que si ésta tiene una diversidad lo bastante grande, puede proteger contra el asma, informa NCYT.
Para llegar a este resultado, los científicos analizaron la defensa inmune de las membranas mucosas contra diferentes bacterias. En las vías respiratorias y en el tracto gastrointestinal, las membranas mucosas –que tienen altas concentraciones de anticuerpos– entran en contacto con una gran cantidad de bacterias y virus.
Los anticuerpos de las membranas, los IgA (inmunoglobulina A), se adhieren a los microorganismos que reconocen, actuando como barrera y evitando que éstos entren al organismo.
Al identificar las bacterias intestinales y determinar si éstas tenían anticuerpos IgA, los investigadores comprobaron la importancia del primer año de vida en definir cómo reaccionará la defensa inmune, al enfrentarse con bacterias, virus y alergenos, extendiéndose a los años sucesivos.
Los niños que desarrollaron alergias posteriormente, tenían menos anticuerpos IgA unidos a sus bacterias intestinales que los niños que no padecieron alergias.
En uno y otro grupo de niños, los autores observaron diferencias claras entre los tipos de bacterias contra las que reaccionaban las respectivas defensas inmunitarias. Sorprendió a los investigadores que estas diferencias ya se notaban recién al mes de vida. A edad tan temprana, los anticuerpos IgA vienen principalmente de la madre, a través de la leche materna. Así, los autores del estudio constataron que las defensas inmunitarias de la madre pueden tener un papel más importante de lo creído en el desarrollo de asma y alergias en los lactantes.
La estudio, publicado en la revista Allergy and Clinical Immunology, fue conducido por investigadores de la Universidad de Linköping en Suecia, el Centro Superior de Investigación en Salud Pública (CSISP) en Valencia, España, el Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA) en Valencia y el Instituto Karolinska de Estocolmo, Suecia.
El Ciudadano