Los estudios están revelando que las personas simplemente ya no están haciendo bebés como antes.
Esta semana, la revista científica The Lancet publicó un nuevo informe sobre las tasas globales de fertilidad desde 1950 hasta 2017 y, según su investigación, las personas de todo el mundo están dando a luz a menos niños que en el pasado, con una proyección de impacto que podría ser catastrófico para la sociedad.
El informe revela que en la década de 1950, la mujer promedio daba a luz a 4,7 hijos a lo largo de su vida. El año pasado, esa cifra fue de solo 2,4 niños.
La disminución en las tasas de fertilidad significa que la mitad de las naciones del mundo están ahora en la cúspide de un «colapso de bebés», lo que significa que los habitantes no están procreando la cantidad de seres humanos necesarios para mantener a la población global.
«En las tendencias actuales, habrá muy pocos niños y muchas personas mayores de 65 años, y eso es muy difícil de sostener en la sociedad global», dijo el autor del informe, Christopher Murray, a la BBC.
«[Debemos pensar] en todas las profundas consecuencias, sociales y económicas, de una sociedad estructurada así, con más abuelos que nietos», agregó el experto.
Desde otro punto de vista, sin embargo, la disminución de la tasa de fertilidad es un signo de éxito de supervivencia y progreso: si más niños viven hasta la edad adulta, una persona no necesita dar a luz con tanta frecuencia para tener la familia que ha planeado.
Los cambios sociales han contribuido a esta tendencia en las tasas de natalidad. El mayor acceso a la anticoncepción y al empleo y las las oportunidades educativas brindan otras opciones para las mujeres aparte de la maternidad, las que no existían en la década de 1950.
El otro punto esperanzador sobre la crisis de fertilidad tiene relación con los potenciales beneficios al medio ambiente. Si bien la tasa global de nacimientos por mujer tendría que caer por debajo de 2,1 para una disminución de la población, una tasa de fertilidad más baja al menos puede traducirse en un crecimiento demográfico más lento, lo que nos podría dar más tiempo para intentar abordar los problemas del cambio climático, la crisis alimentaria y la hambruna.
Fuente: Science Alert