No nos referimos a lo que puede pasar con las bacterias al interior de un hospital, que es un tema conocido, sino a un nuevo estudio que señala otras causas para las rápidas recaídas en las instituciones de salud. Se trata del maltrato a los pacientes, la mala alimentación y el estrés. Factores de una experiencia que en lugar de sanar, muchas veces provoca más enfermedad.
Diversas investigaciones sugieren que el tiempo que pasamos internos en un hospital nos debilita tanto que, en lugar de devolvernos la salud, nos hace más propensos a enfermar una vez dados de alta. En este sentido, un profesor de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, considera que es necesario repensar completamente la atención a los pacientes.
Cuando un hospital da el alta, tanto el médico como el paciente están unidos en la esperanza de no volver a verse las caras: del paciente se espera una recuperación satisfactoria y del médico, un desempeño exitoso. Pero desde hace tiempo se sabe que alrededor de una quinta parte de los pacientes que abandona un hospital en Estados Unidos regresa en menos de un mes.
En Reino Unido la cifra es inferior, pero las readmisiones le costaron al Servicio Nacional de Salud (NHS, por su sigla en inglés) 3.580 millones de dólares durante el año fiscal 2012-2013. En ambos países y en muchos otros, las tasas de readmisión son consideradas como una medida de la calidad de la atención de salud provista por un hospital.
A pesar de esto, cuando el doctor Harlan Krumholz, de la Universidad de Yale, consultó a los médicos acerca de las readmisiones, obtuvo una respuesta, por decir lo menos, curiosa. Krumholz recuerda que decían: «¿Cómo me puede culpar cuando ellos regresan con neumonía después de haber estado ingresados por un problema del corazón? Nosotros nos hicimos cargo de la afección cardíaca, no es nuestra culpa que hayan regresado con neumonía», señaló el experto a BBC Mundo.
Estrés hospitalario
Las causas por las que los pacientes vuelven a los hospitales son diversas y se relacionan con sus sistemas inmunológicos, funciones cognitivas, fuerza, metabolismo y sistema respiratorio. Es como si se encontraran mental y físicamente por debajo de su estado de salud normal, desequilibrados, desfasados.
Krumholz se preguntó si sería posible que la experiencia de ir al hospital hubiera hecho a los pacientes más vulnerables a la enfermedad y a los accidentes. En una serie de artículos en las revistas académicas de medicina más respetadas, el investigador ha desarrollado el concepto de «síndrome post-hospitalario» (PHS, por su sigla en inglés), al que define como «un periodo adquirido, transitorio, de riesgo generalizado».
«Mi hipótesis es que esto ocurre por el efecto acumulado de muchas afrentas al cuerpo, de todo el estrés procedente de muchas direcciones distintas», señala Krumholz.
«¿Qué les hacemos? Les privamos de sueño, los alimentamos mal, les estresamos, alteramos sus ritmos circadianos (horas de sueño y vigilia); los obligamos a quedarse en una cama y los dejamos fuera de forma; los confundimos con un montón de personas distintas y nuevas rutinas y no les permitimos ningún control (sobre la situación)».
Un estudio reciente, que aún no ha sido publicado, apoya su teoría. El doctor Paul Kuo, jefe de cirugía del Centro Médico Universitario Loyola en Illinois, Estados Unidos, supervisó un estudio en que se investigó el historial de unos 58.000 pacientes que habían sido ingresados en centros médicos de California para ser operados de una hernia.
El equipo de investigación identificó a un subgrupo de 1.332 pacientes que habían estado hospitalizados en los 90 días previos a la operación. Hallaron que en los 30 días siguientes a la intervención quirúrgica, este grupo tenía casi el doble de probabilidades de visitar la emergencia y eran cinco veces más propensos a ser ingresados en el hospital como pacientes.
Parecía como si su estadía previa los hubiera hecho más vulnerables a las complicaciones de la operación, pese a que éste es un procedimiento muy directo y que se hace en un solo día.
Campo de batalla
Una de las ideas de esta investigación apunta a que los doctores de hospitales deberían resistir la urgencia por curar a los pacientes en serie y de forma rápida y en cambio, deberían reservar un tiempo considerable para la recuperación postoperatoria. «Estos hallazgos están generando nuevas hipótesis», indica Paul Kuo. Sugiere que son necesarios nuevos estudios clínicos para entender lo que está causando el «síndrome post-hospitalario» y confirmar si existe un vínculo entre éste y las tasas de reingreso.
Pero Krumhloz piensa que más allá de estudiar el problema, los profesionales de la salud deben arreglarlo. Cree que es urgente mejorar la experiencia de los pacientes durante el tiempo en que están internos en el hospital, y que esto es tan importante como combatir las infecciones propias de estos centros.
En un artículo escrito junto con el doctor Allan Detsky de la Universidad de Toronto, Canadá, el profesor de Yale enumera una larga lista de opciones para reducir el estrés de los pacientes y dice que sus colegas ven el hospital como un campo de batalla. El personal médico piensa en «combatir» la enfermedad y las heridas, y en esta lucha, la amabilidad cotidiana queda completamente al margen.
Krumholz añade que los sistemas hospitalarios se han desarrollado para servir a la gente que trabaja en los centros de salud, no a sus clientes o pacientes. Como ejemplo, cita los casos de las rondas matutinas en las que los médicos les dicen a sus pacientes que por la tarde los visitarán para conversar con más tiempo o examinarlos detenidamente.
Pero como no se especifica ninguna hora, el paciente -y a veces también su familia- se queda esperando horas sin moverse de su cama por miedo a que el doctor no lo encuentre. «Eso funciona para nosotros, pero honestamente es una suerte de abuso de poder», dice Krumholz.
Fuente: ID, BBC Mundo.