El altruismo ha sido un tema candente desde que fue propuesto por primera vez en el siglo XIX. Los psicólogos se han preguntado: ¿Las personas nacen preprogramada para ser amable con los demás?
Al recrear un experimento clásico, los psicólogos encontraron que el comportamiento altruista puede regirse más por las relaciones, aunque sean breves, que los instintos.
En 2006, un estudio encontró que a los 18 meses de edad, los niños estaban dispuestos a ayudar a los experimentadores, sin que se le pidiera. Esta expresión de la conducta altruista en niños tan pequeños estaba alineada con lo que muchos científicos creían fue una expresión de altruismo innato, y los resultados del estudio han servido como base para docenas de estudios desde entonces.
Rodolfo Cortés Barragán, un estudiante graduado de psicología en la Universidad de Stanford, y Carol Dweck, profesor de psicología, querían continuar una investigación relacionada a este tema.
Al igual que con la mayoría de los experimentos con niños pequeños, los investigadores responsables del estudio realizado en 2006, dedicaron tiempo para jugar con los niños antes del experimento, para que se sintieran cómodos con las nuevas personas.
Sin embargo, esta interacción de solo unos minutos de juegos podría haber preparado a los niños hacia el comportamiento altruista y afectado el resultado del experimento.
“Los niños están siempre en la búsqueda de signos sociales, y este es un signo muy importante», señaló Barragán, el autor principal del artículo de investigación. “¿Si una persona juega conmigo significaría que esta persona me va a cuidar? Estas acciones comunican una mutualidad, y el niño responde igual.”
Diferentes maneras de jugar a la pelota
Los investigadores Barragán y Dweck diseñaron un novedoso experimento para aislar el efecto del período de “pre-calentar” los niños. En el experimento participaron 34 niños de uno y dos años de edad, separados en dos grupos.
En el primer grupo, el experimentador rodaba una pelota de un lado a otro con el niño mientras conversaba. Después de unos minutos, el experimentador “accidentalmente” empujó un objeto para que se cayera de la mesa, y observó si el niño ayudaría a recogerlo, exactamente como en el estudio del 2006.
En el segundo grupo, el experimentador y el niño jugaron con su propia pelota (una para cada uno), algo conocido como “juego paralelo”, mientras que el experimentador conversaba de la misma manera. Después de unos pocos minutos, el experimentador golpeó un objeto para botarlo de la mesa, igual como en el experimento del primer grupo.
Los niños que participaban en el juego recíproco eran tres veces más propensos a ayudar a recoger los artículos que los niños que habían participado en el juego paralelo. Cuando los científicos repitieron el experimento bajo condiciones ligeramente diferentes con niños mayores, el grupo que jugaban con interacción fueron dos veces más propensos a ayudar al investigador.
Los resultados sugieren que el comportamiento altruista puede regirse más por las relaciones, aunque sean breves, que los instintos.
Según los investigadores, se necesitan más estudios para verificar los resultados, especialmente en niños menores de 18 meses. Por ahora, los resultados sugieren que los psicólogos sociales y de desarrollo tienen que volver a la influencia de algunos de los métodos experimentales cotidianos en la investigación.
“Tras el juego recíproco, los niños sintieron una sensación de confianza en la otra persona,” expresó Barragán. “Si los niños confían en la gente de su mundo, pueden tener un tiempo más fácil en aprender la cultura de ese mundo, por lo que es más fácil para ellos para alcanzar nuevos niveles de éxito personal e interpersonal.”
Fuente: Futurity