Si un adolescente consume demasiada azúcar, se puede alterar su circuito de recompensa del cerebro. Esta es la conclusión a la que ha llegado un grupo de científicos en un nuevo estudio con roedores. Los resultados podrían aportar pistas clave para comprender cuáles son exactamente los impactos invisibles y a largo plazo del consumo excesivo de azúcares durante la adolescencia.
La investigación fue realizada por el equipo de la Dra. Martine Cador, de la Universidad de Burdeos en Francia, y muestra que si una persona ha comido mucha azúcar en su adolescencia, el disfrute de ella será menor durante la edad adulta. Dicho de otro modo, una misma golosina sigue provocando el mismo placer, si su consumo en la adolescencia ha sido moderado.
Cador y sus colegas encontraron que esta disminución en la sensación de gratificación se relaciona con una actividad disminuida en uno de los centros clave del circuito de recompensa del cerebro, llamado núcleo accumbens.
Tales alteraciones duraderas podrían tener importantes repercusiones relacionadas con desórdenes del circuito de recompensa, incluyendo las que a veces conducen a trastornos alimentarios, a la dependencia del azúcar o incluso a la drogadicción.
En términos simples, el estudio ha demostrado que si los adolescentes comen demasiada azúcar, una vez llegados a la adultez los alimentos dulces no les provocarán tanto placer, haciendo que coman mucho más para poder lograr el mismo nivel de placer que antes. Considerando los daños provocados por el azúcar procesada, estas conclusiones son fundamentales y vienen a reforzar la idea de que el sistema nervioso se comporta con el azúcar de la misma forma que con las drogas duras.