La zona arqueológica de Monte Albán, ubicada en el sureño estado mexicano de Oaxaca, alberga investigaciones de casi un decenio de trabajo ininterrumpido.
Declarado por la UNESCO, en diciembre de 1987, Patrimonio Mundial, el sitio fungió como capital de los zapotecos entre los años 500 a.c. y 800 d.c., y hace diez años fue víctima de un sismo de 7,4 grados en la escala de Richter.
A partir de ese incidente de la naturaleza, comenzó a forjarse una «historia clínica» que alto valor para el trabajo presente y futuro, sostiene la presidenta del Consejo de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Nelly Robles.
Se trata de la recopilación de los datos sobre todas las labores constructivas y del estudio realizado en el transcurso de 10 años, precisó la investigadora.
Contamos, destacó, con un sismógrafo que nos permite mantener bajo vigilancia constante la veintena de edificios dañados por el terremoto de 1999.
La interpretación de los registros, explicó, tiene lugar con la colaboración de especialistas pertenecientes al Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México.
También están sujetas a controles las variaciones de temperatura y humedad, mediante un termohidrógrafo, con el objetivo de dar seguimiento al estado de preservación de la pintura mural de Monte Albán, detalló.
La supervisión directa, comentó Robles, es otro de los frentes de trabajo; expertos de la zona arqueológica acuden, cada dos o tres meses, a revisar las fisuras de algunas estructuras y colocan sobre ellas testigos de yeso.
Si esas piezas se rompen es indicativo de que el edificio presenta movimiento, y en ese caso la tarea consiste en elaborar un plan más amplio para estabilizar la construcción.
Luego de casi diez años de la atención oportuna, las estructuras de Monte Albán, laceradas por el sismo de 1999, están libres de riesgos para los visitantes, afirmó la representante del INAH.
Según recordó la doctora Robles, también directora de la zona arqueológica, más de 20 construcciones prehispánicas presentaron deterioros graves por el movimiento sísmico.
Fue necesario crear cuadrillas de trabajadores con alrededor de 200 personas, y el equipo técnico integrado por arqueólogos, arquitectos, ingenieros, dibujantes y fotógrafos sumó a 50 profesionales.
Los estragos eran consecuencia no sólo del terremoto, había una cadena de deterioros acumulados, pero con el temblor de tierra algunas estructuras colapsaron, muros completos cayeron y otros monumentos quedaron seccionados en dos o tres partes, señaló la arqueóloga.
Hubo que emprender labores para restituir la estabilidad estructural de los monumentos y también trabajos muy finos de conservación y de restauración, observó.
«Un esfuerzo muy grande, sin precedentes, que hizo posible recuperar las edificaciones en un periodo de un año», resumió.
Sobre este proyecto exitoso de rescate del patrimonio mexicano da cuenta el libro «Los monumentos arqueológicos de Monte Albán ante los desastres naturales: el sismo de 1999», recién editado el INAH.
El texto, coordinado por la doctora Robles, es fruto de la obra realizada por un grupo interdisciplinario y describe al detalle cómo se abordó la problemática estructural de estas construcciones de la cultura zapoteca, algunas con más de mil años de antigüedad, tras el movimiento telúrico que sacudió al estado de Oaxaca el 30 de septiembre de 1999.
María Julia Mayoral
IPS