El gráfico que abre el informe de Comunidad Mujer sobre Género, Educación y Trabajo, “La Brecha Persistente”, es muy claro: las desigualdades de género se acrecientan con el paso de los años, siendo cada vez más grande la distancia entre las posibilidades que tienen las mujeres respecto a los hombres en la sociedad chilena en general. El documento advierte en definitiva que es hasta la adolescencia que esta brecha es mínima, aunque existente, y que luego se exacerba.
Uno de los campos donde esto es más notorio es en las ciencias y la tecnología, discusión que se ha centrado en la academia y el ámbito universitario, pero cuyo origen y punto de inflexión se da en los primeros años de vida, tal como indica Patricia Peña, académica del Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI), y miembro de la organización Girls In Tech, dedicada a impulsar una mayor participación de las mujeres en estas lides.
“Tenemos una serie de eventos semana a semana en nuestro país, donde no hay representación de mujeres, que incluso ha sido mostrado por campañas como ‘Panel de Hombres’, para criticar que en varios campos se cree que no hay ninguna mujer experta”, señaló Peña, agregando que “al trabajar en el impulso del emprendimiento de mujeres en la tecnología, inevitablemente tuvimos que trabajar con niñas y adolescentes, mostrándoles modelos de chicas que teniendo una afición a la tecnología, la computación, o incluso la robótica, revirtieron la tendencia, e ingresaron a carreras donde la participación de mujeres es aún muy menor”.
En la misma línea piensa la profesora Jocelyn Simmonds del Departamento de Ciencias de la Computación (DCC) de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM), que dice que las mujeres que llegan a las ciencias y tecnología se suman “por goteo”, filtrándose en el sistema, en vez de que sea un flujo continuo. “Eso hace que se pierdan talentos en el camino, y hay factores culturales, falta de mentores, una cultura machista que está arraigada en la sala de clases”, aseguró Simmonds, quien destacó el sesgo que sigue existiendo en la orientación de las estudiantes con aptitudes científicas, muchas veces derivadas a las pedagogías en vez de ingenierías o carreras técnicas.
Ambas académicas aludieron al informe de Comunidad Mujer que tiene datos constatados como la asimetría en las labores de niñas y niños entre 5 y 17 años, con las niñas concentradas en las tareas domésticas, en tanto que los niños tienen mayor cantidad de trabajo técnico y pesado, algo que a juicio de la profesora Simmonds “ocurre porque nuestros colegas tampoco tienen incentivos o las ganas muchas veces de ponerse en nuestro lugar y hacer este tipo de tareas”.
Esto es más grave cuando se ve que entre quienes no siguen sus estudios, más de la mitad de las mujeres indica que esto se debió a hacerse cargo de quehaceres domésticos (21 por ciento) o embarazo (33 por ciento). “Hay una disparidad de género gigante en todo ámbito aún, y ese es el desafío que aún no se consigue superar por parte de la sociedad, con una brecha de género tremenda que se basa en temas culturales”, afirmó Patricia Peña. “No se trata de que sólo exista interés en ser ingenieras o informáticas, sino que el tema va más allá y es necesario hacer el llamado a las niñas y adolescentes a participar en los distintos campos del conocimiento, como las humanidades y las ciencias sociales, donde también hay brechas muy grandes aún”, puntualizó la académica del ICEI.
Experiencias para revertir la tendencia
Con el fin de hacer un cambio desde la niñez y la adolescencia, un grupo de estudiantes de Ingeniería hizo un curso de resolución de problemas y programación en Java y C++ para niñas desde séptimo básico en el DCC. Para Yasett Acurana, una de las profesoras del curso, “en mi experiencia personal, varias veces me preguntaron ‘¿Ingeniería en Ejecución Informática? ¿Que no es una carrera más adecuada para varones?’. Luego al ingresar a las aulas se veía que en la clase existen apenas dos o tres chicas. La misma situación se produce en la industria, cuando veo que hay pocas chicas del grupo de trabajo y casi todos los roles de jefatura son ocupados por varones”.
El curso llenó todos sus cupos disponibles, siendo un éxito. Jazmine Maldonado, otra de las estudiantes, indicó que “el curso que estamos haciendo tiene como finalidad crear una instancia que parezca menos intimidante y más cercana a las chicas que tienen el interés pero que no ven las oportunidades”, en especial cuando se considera que un curso similar que se hace en la Facultad tiene casi un 100 por ciento de estudiantes varones.
Por ello, “tener profes que sean modelos a seguir es súper importante. Por ejemplo, en un curso que hicimos antes a niñas y niños de 5º básico, cuando les preguntamos antes del taller que dibujen ‘¿qué es computación?’, la mayoría dibuja hombres con lentes (a veces gordos) que trabajan solos. Esto porque ellos ven que el computín tiene solo el perfil ñoño de las películas y se quedan con eso. Cuando les pedimos dibujar qué es computación al final del taller, sus dibujos son muchos más heterogéneos y ahora podemos ver que hay profes mujeres, trabajo en grupo, etc.”, detalló Vanessa Peña-Araya, quien completa el equipo a cargo de este curso, que es una de tantas iniciativas que buscan erradicar paso a paso las prefijaciones de género en nuestros niños y niñas.
Material didáctico para acercar a niñas a la ciencia
El proyecto “Julieta en la Tierra de las Niñas” entregó de forma gratuita más de 600 sets con el objetivo de aportar a la disminución de la brecha de género en ciencias. Está orientado a niñas de 7 a 11 años, y busca motivar el interés por la ciencia a través del juego, proponiendo actividades de observación, registro y medición del entorno, ya sea en la naturaleza o al interior del hogar. La iniciativa está a cargo de un grupo de científicas y comunicadoras del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2), el Instituto Mileno de Ecología y Biodiversidad (IEB) y el Centro de Excelencia en Geotermia de Los Andes (CEGA), quienes crearon este set de exploración compuesto por una bitácora de campo, una mochila, una linterna, una lupa, un lápiz y un frasco recolector, todos instrumentos ilustrados con el personaje infantil chileno “Julieta”, que fue adaptado en una edición especial para este proyecto.
“Considerando que Chile tiene una desigualdad en la cantidad de mujeres en ciencias y teniendo en cuenta que los juguetes en la infancia juegan un papel determinante en la construcción de roles e identidad, este producto es un aporte para promover el interés de las niñas a estos campos de estudio, entregando herramientas para que se acerquen al método científico a través del juego, como alternativa a los juegos del té y planchado que, por ejemplo, ofrece el mercado”, cuenta Sofía Otero, directora del proyecto, y agrega: “Esta es una pequeña iniciativa que por sí sola no disminuirá la brecha, pero el éxito del proyecto ha servido para poner el tema en discusión y ojalá impulsar más iniciativas similares”.
Por Manuel Toledo-Campos