En agosto de 2016 la nave espacial Juno de la NASA orbitó por primera vez alrededor de Júpiter, empezando una misión de 20 meses que le ha permitido rodear varias veces las regiones polares del planeta, aproximándose a más de 4.000 kilómetros de la espesa capa de nubes que las cubren.
Juno ya ha enviado imágenes de los polos de Júpiter, pero recientemente se han liberado los resultados más detallados de los primeros encuentros con el gigante del Sistema Solar, incluso con imágenes de portada de la revista Science, una de la más prestigiosas y lujosas publicaciones científicas del mundo.
El investigador Scott Bolton presentó los datos de las capas nubosas desde el Southwest Research Institute de San Antonio (Texas, EEUU). Las imágenes de los polos jovianos, que eran desconocidos hasta la misión Juno, muestran un escenario caleidoscópico de estructuras blancas y ovaladas, muy diferente al que se observa en las regiones polares de Saturno.
Con la secuencia de imágenes transmitidas por la nave a lo largo del tiempo, los investigadores concluyeron que los óvalos son gigantescos ciclones que pueden alcanzar tamaños de hasta 1.400 kilómetros de diámetro, informa Sinc.
La nave también midió la estructura termal de la atmósfera profunda del planeta. La información registrada revela la existencia de extrañas formaciones. Los autores las interpretan como señales de amoniaco que brotar desde la atmósfera profunda, produciendo gigantescos sistemas climáticos.
Las mediciones del campo gravitatorio de Júpiter ayudaron a los científicos a tener una mejor comprensión de su estructura atmosférica y determinar si tiene un núcleo sólido.
«El campo gravitatorio medido por Juno es sustancialmente diferente de la última estimación disponible y es un orden de magnitud más preciso», señalan los autores. «Esto tiene implicaciones en el conocimiento de la distribución de elementos pesados en el interior de Júpiter, incluyendo la existencia de un núcleo y su masa», agregan.
Cerca de la superficie, el campo magnético del planeta supera las expectativas con creces, yporque es muchísimo más fuerte de lo que pronosticaban los modelos, con 7.766 gauss; unas diez veces más que el campo magnético de la Tierra.
Un segundo estudio, dirigido por el investigador John Connerney del Space Research Corporation in Annapolis (Maryland, EEUU), también entrega información inédita sobre las auroras y la magnetosfera de Júpiter, donde interviene el campo magnético del planeta, desviando el viento solar.
El 24 de junio de 2016, cuando Juno entró en la magnetósfera, se topó con el arco de choque del gigante gaseoso, que esa primera vez fue el único arco de choque hallado. Pero en las siguientes órbitas la nave detectó varios más. Según los autores, esto sugiere que la magnetósfera aún se encontraba en proceso de expansión cuando la nave trazó su primera órbita.
Por encima de los polos –una vista que ofrece detalles únicos– la nave detectó rayos de electrones moviéndose descendiendo verticalmente hacia la superficie del planeta y liberando energía sobre la atmósfera superior. Para los autores debe ser esta la fuente energética que activa las enormes auroras captadas por Juno.
«Los detectores de plasma y partículas energéticas registraron electrones precipitándose en las regiones polares, produciendo intensas auroras, que pudimos observar simultáneamente con espectrógrafos de imágenes ultravioletas e infrarrojas», explican los investigadores citados en Sinc.
Esta «lluvia» de electrones plantea un modelo de interacción entre Júpiter y su entorno que es totalmente distinto a lo pronosticado por los investigadores. Se espera que las interrogantes que surgieron ahora, se resuelvan con los próximos resultados de la misión Juno.
El Ciudadano