El rostro humano es la carta de presentación de las personas y es el espejo de las emociones, y ha sufrido cambios evolutivos a lo largo de toda la existencia. Según un estudio científico, estas modificaciones se han producido a partir de la auto-domesticación con nuestros antepasados, los cuales eligieron compañeros amigables y menos agresivos.
De acuerdo con los científicos, se ha encontrado evidencia que sugiere que un gen involucrado en la forma y personalidad facial puede haber sido favorecido por los humanos, lo que eventualmente condujo a nuestra apariencia pequeña y delgada.
Para demostrar si el gen BAZ1B estaba involucrado en cambios en el rostro humano con el tiempo, un equipo dirigido por Matteo Zanella, de la Universidad de Milán, Italia, y Giuseppe Testa, del Laboratorio de Epigenética de Células Madre del Instituto Europeo de Oncología, observaron modificaciones de la apariencia facial.
El gen BAZ1B es el que regula el empaquetamiento del ADN y el trabajo de otros genes, incluidos los que se han sometido a una selección positiva en los humanos modernos.
Además, está involucrado en el síndrome de Williams-Beuren. Las personas con este trastorno tienen rasgos faciales distintivos, que incluyen narices y barbillas más pequeñas, bocas anchas, labios carnosos y mejillas. También son conocidos por tener personalidades sociales muy amigables, con fuertes habilidades verbales.
En el trabajo, que fue publicado en Science Advances, los científicos afirman que el gen jugó un papel importante en el proceso de auto-domesticación de los humanos y la adquisición del comportamiento prosocial y los rasgos faciales suavizados.
El molde facial
Los análisis de BAZ1B en líneas de células madre de pacientes con genes eliminados o duplicados en la región del cerebro de Williams-Beuren determinaron que existe una «contribución clave» del gen a la forma facial.
A partir de esto, los investigadores observaron los datos paleogénicos que mostraban a los primeros humanos modernos, un Denisovan y dos Neanderthals. Esto les permitió observar las diferencias entre las antiguas especies humanas.
Los científicos descubrieron que había mutaciones en regiones que dependen de BAZ1B en comparación con los neandertales y la muestra de Denisovan.
Su investigación reveló el enriquecimiento de los cambios regulatorios en BAZ1B, proporcionando lo que dicen que es la «primera validación empírica de la hipótesis de la domesticación humana», y mostrando que este gen es un «regulador maestro» del rostro humano moderno.
Elección determinista
Estos hallazgos sugieren que los humanos antiguos estaban eligiendo compañeros que eran menos agresivos, más sociales y mejores comunicadores, y estos rasgos favorables llegaron con cambios en nuestras caras.
Sin embargo, se sospecha que los cambios faciales fueron parte de un proceso de reducción de la agresión reactiva, impulsando nuestro perfil prosocial y cooperativo, explicaron los investigadores.
Rodrigo Lacruz, del Departamento de Ciencias Básicas y Biología Craneofacial de la Facultad de Odontología de la Universidad de Nueva York, sostiene que la idea de que los humanos se domesticaron ha existido por mucho tiempo, incluso Charles Darwin jugueteó con la idea.
«Los investigadores se centraron en BAZ1B con el potencial de dilucidar las bases biológicas para una supuesta domesticación de los humanos modernos”, y este estudio demuestra “cómo este gen media la inducción y la migración de células especializadas en el núcleo del desarrollo facial».
Dijo que la investigación «estimulante» ayuda a cerrar los límites entre la genética y el comportamiento. «Mientras te cepillas los dientes por la mañana, quizás agradezcas a BAZ1B por ayudarte a verte más humano que Neanderthal», agregó.
Por su parte, Penny Spikins, profesora titular de arqueología de origen humano en la Universidad de York del Reino Unido, dijo que la investigación «confirma las sospechas» de que los cambios en esta región del cerebro pueden haber jugado un papel clave en humanos auto-domesticación
«Es demasiado fácil ver la evolución humana como un éxito individualista, pero estos hallazgos ilustran otro ejemplo de cómo los procesos sociales interpersonales fueron críticos en lo que nos hizo humanos», dijo.
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