De acuerdo con una reciente investigación, la transformación del entorno microbiano en los intestinos de los niños con autismo puede aliviar significativamente la gravedad de sus rasgos.
El estudio, publicado en Scientific Reports, describe los efectos de una forma de terapia de trasplante fecal aplicada en niños con el espectro de trastorno autista (TEA), donde los participantes no solo experimentaron menos problemas intestinales, sino que mostraron constantes mejoras en los síntomas del autismo, hasta dos años después del procedimiento.
Investigadores de la Universidad del Estado de Arizona, EEUU, ya habían descubierto que una dosis de microflora intestinal saludable lograba que las características asociadas con el TEA disminuyeran o desaparecieran durante al menos un par de meses después de terminado el tratamiento.
Para que se tomara en serio como una terapia potencial, era necesario que hubiera mejoras a largo plazo. Por eso el grupo original de voluntarios regresó para otro chequeo. Los resultados mostraron que los microbios implantados se estaban acomodando muy bien en los intestinos.
«En nuestro artículo original de 2017, informamos un aumento en la diversidad intestinal junto con las bacterias beneficiosas después de la terapia de transferencia de microbiota (MTT). Después de dos años observamos que la diversidad era aún mayor y la presencia de microbios beneficiosos se mantuvo», dice un biotecnólogo a cargo del estudio, Dae-Wook Kang.
El intestino puede parecer un lugar extraño para abordar terapias que ayuden a las personas con una afección neurológica, pero la verdad es que además del deterioro de las habilidades sociales y de comunicación, los desafíos sensoriales, la reducción de la fuerza del núcleo y el control motor, para la mitad de las personas con TEA, la condición puede presentarse con una serie de problemas viscerales no menores.
«Muchos niños con autismo tienen problemas gastrointestinales y algunos estudios, incluido el nuestro, han encontrado que esos niños también tienen peores síntomas relacionados con el autismo», dice la ingeniera ambiental Rosa Krajmalnik-Brown.
Estudios anteriores han señalado repetidamente los beneficios potenciales de cambiar una comunidad microbiana ‘mala’ por una mejor, ya sea mediante el uso de probióticos o dosis de antibióticos.
En estos intentos, la mayoría de los niños mostró efectos prometedores a corto plazo, sugiriendo que había más por explorar en el campo de las terapias basadas en la microbiota intestinal.
«En muchos casos, cuando puedes tratar esos problemas gastrointestinales, su comportamiento mejora», dice Krajmalnik-Brown.
Así fue como, buscando resultados a más largo plazo, los investigadores sacaron la artillería pesada. En lugar de usar unos pocos microbios o de matar a los que generaban problema, optaron por toda una migración en masa.
Usando un proceso personalizado de trasplante de microflora intestinal, llamado terapia de transferencia de microbiota o trasplante de microbiota fecal (TMF), los investigadores llenaron las panzas de 18 niños con nuevos microorganismos.
Todos los voluntarios, de entre 7 y 16 años, tenían un diagnóstico de autismo y problemas gastrointestinales de moderados a graves. Este grupo se comparó con 20 sujetos de control equivalentes, que no tenían problemas intestinales ni un diagnóstico de TEA.
Ambos grupos fueron tratados durante 10 semanas y luego tuvieron sesiones de seguimiento durante otras 8 semanas.
Es cierto que el experimento no fue cegado, por lo que es importante tener cautela ante los resultados. Pero es muy sensato calificarlos de «prometedores». Los niños no solo experimentaron una reducción del 80% en los síntomas gastrointestinales, sino que también mostraron mejoras significativas cuando se probaron las herramientas comunes de diagnóstico de TEA.
Dos años después, esas mismas pruebas indican que las condiciones solo han mejorado. «Dos años después de suspendido el tratamiento, los participantes aún tenían un 58% [promedio] de reducción en los síntomas [de TEA], «, dice Krajmalnik-Brown. Esto fue confirmado por la información de los padres de los niños, quienes vieron una mejora constante.
Una evaluación externa, utilizando una herramienta de diagnóstico estándar de TDA, concluyó que el 83% del grupo de prueba inicial podría considerarse grave en el espectro autista. Dos años más tarde, este resultado se redujo a solo el 17%.
En general, el evaluador determinó que la gravedad de los rasgos TDA se redujo en un 47% en comparación con su línea de base.
Sin duda, este es un tratamiento que continuará atrayendo la atención de los científicos hacia futuras investigaciones.
Los trasplantes fecales pueden sonar un poco grotescos, pero ya nos acostumbraremos a su lógica y utilidad en una variedad de tratamientos en el futuro; desde atacar a las superbacterias hasta dar empujones al desempeño deportivo.
Ahora que estamos aprendiendo que nuestra salud neurológica está íntimamente conectada con nuestro sistema digestivo, el trasplante de comunidades microbianas desde un intestino sano a uno menos sano, se vislumbra como la próxima gran cosa en el tratamiento de trastornos cerebrales.
Todo esto no quiere decir que la microflora cause autismo. El TEA es una condición compleja y variopinta que se origina en una amplia gama de genes e influencias ambientales que se involucran en el desarrollo cerebral en etapas tempranas de la vida.
Pero si es posible cambiar algunas de esas influencias (y vemos que es posible), se puede hacer la vida un poco más fácil para quienes viven con TEA.
Vía Science Alert