Ofrecer un servicio extra en cualquier sitio es el lema del bioquímico y empresario valenciano Eduard Gevorkyan, que aplica también a su nuevo proyecto: un prototipo de urinario que lava y seca el pene en cuestión de segundos tras su uso.
Esta reinvención más higiénica del mingitorio es fruto del trabajo de tres valencianos: el propio Gevorkyan, su compañero, el economista Iván Giner, con quien fundó la empresa E&I de dispositivos de carga de móviles en bares y locales, y el técnico Miguel Ángel Levanteri, que aportó la pregunta que dio lugar al invento: cómo rediseñar el clásico urinario y convertirlo en algo que marcara la diferencia.
«Nos buscó como emprendedores y nosotros le sugerimos el uso de sensores, para que el usuario no tenga que tocar nada y todo sea lo más higiénico posible», relata Gevorkyan, que explica que el sistema se compone de un sensor que se activa con el uso del urinario.
Cuando el usuario ha terminado de utilizarlo, los sensores lo detectan y ponen en marcha una cortina de agua enjabonada cuya temperatura varía según la estación: más fresca en verano y más caliente en invierno, que en tan solo tres segundos limpia el pene del que haya utilizado el urinario.
Según su inventor, todo son ventajas en este sistema que está diseñado para adaptarse a los diferentes usuarios y que funciona igual independientemente del tamaño de su miembro «para que nadie en el mundo quede discriminado», además de ayudar a ahorrar agua, puesto que para su uso «está todo calculado».
El agua enjabonada de la cortina, que solo cae durante tres segundos, sirve también para limpiar el mingitorio en sí, siempre siguiendo una dirección que impide que el agua se salga del inodoro.
Cuando ha terminado de salir el agua, otro sensor activa el sistema de secado, cuya temperatura también según la temperatura exterior, que también dura solo tres segundos y que funciona como un secador de manos.
Pero además de sus obvias ventajas para los usuarios, Gevorkyan asegura que el sistema ofrece rentabilidades elevadas a las empresas productoras, puesto que incluye un sistema de doble carcasa que abarata el coste de fabricación.
«Además, permite que se utilicen los nuevos polímeros, que son bastante baratos, en lugar de la porcelana, que es tradicionalmente más cara», añade.
Se trata de un invento con un gran potencial comercial, y los empresarios valencianos lo saben. Gevorkyan tiene claro cuál es su meta: nada más y nada menos que la completa sustitución del inodoro tradicional a largo plazo, «igual que lo hizo el monomando con el grifo normal y corriente».
«Islandia, Suecia y Austria están entre los países más limpios del mundo. Allí seguro que podría triunfar», vaticina el bioquímico, aunque su objetivo es el mundo entero, ya que los tres inventores tienen la patente internacional del proyecto.
Ahora, Gevorkyan y Giner se encuentran inmersos en negociaciones con una empresa española que quiere comprarles la patente, por la que ha hecho una oferta de 680.000 euros, la segunda que han recibido.
«Primero, una empresa holandesa nos ofreció 300.000 euros, cuando aún estábamos un poco ‘verdes’, pero nos dimos cuenta de que el proyecto vale mucho más», explica el inventor del urinario, que se muestra «dispuesto» a negociar no solo con empresas dedicadas a la compra de patentes, sino con compañías del sector.
En cualquier caso, el proyecto se hará realidad en septiembre, cuando los valencianos han planeado realizar una impresión 3D de uno o dos prototipos, que será la materialización de lo que hasta ahora no era más que una idea.
En cuanto al futuro, Gevorkyan se muestra abierto, y asegura que tienen «varias cosas» en mente, pero que quieren seguir «enfocados» a hacer realidad el urinario 2.0, un trabajo en un sector en el que les gustaría seguir trabajando, quizá con un servicio similar para mujeres «para que, entonces sí, no haya discriminación».