Uso de la Ayahuasca en Takiwasi: Una planta de poder para las drogodependencias

Takiwasi significa “la casa que canta” y es un centro de rehabilitación para drogodependientes ideado por el médico francés Jacques Mabit, en plena amazonía peruana


Autor: Mauricio Becerra

Takiwasi significa “la casa que canta” y es un centro de rehabilitación para drogodependientes ideado por el médico francés Jacques Mabit, en plena amazonía peruana. La terapia apunta a que el propio paciente descubra sus problemas y recurre a los poderes curativos de la liana de los sueños, administrada por médicos indígenas, junto a cánticos que conducen a una sanación integral.

Takiwasi está en Tarapoto, en la alta amazonia peruana, en el departamento de San Martín. A diferencia de otros centros para adictos, acá no hay muros, rejas, ni fármacos cada tantas horas. Tampoco se recurre a reemplazar la adicción por otras más sociales, como la religión, la televisión o el trabajo. Acá se apuesta a que el paciente recupere el sentido de su vida, su camino y vocación.

Jacques Mabit, fundador del centro, trabajó en un pequeño hospital rural en el Altiplano peruano en los 80. Llegó allí interesado en las medicinas tradicionales como recursos terapéuticos. Pero pronto se dio cuenta que la sabiduría ancestral era más compleja que un simple recetario de plantas; es una cosmovisión diferente que ponía en tela de juicio el paradigma occidental en el que se había formado. “Las prácticas ancestrales eran eficaces, baratas y adecuadas culturalmente. Lo universal de sus conceptos coincidían con los aspectos más avanzados de la reflexión científica, como la mecánica cuántica o la neurofisiología”- cuenta Mabit, para quien el problema es que el saber desarrollado sobre los indígenas hasta ahora es esencialmente antropológico: “Hay un impasse sobre la dimensión clínica y demuestran un sesgo académico fuerte que no permite la auto experimentación. Por ello decidí ponerme a la escuela de los especialistas indígenas y dejarme guiar como si me llevarán en una selva desconocida donde, aunque sin títulos, son los maestros en conocimiento. A través de las visiones que tuve con la Ayahuasca se reveló el camino que me condujo al proyecto del Centro Takiwasi”.

De vuelta en Francia, Mabit estudió naturoterapia en la Facultad de Bobigny y en 1986 volvió a Tarapoto.

Ayahuasca

La Ayahuasca, es un brebaje hecho de la cocción de diversas plantas, principalmente la ayahuasca (Banisteriopsis caapi) y la chacruna (Psychotria viridis), a las que el médico agrega otras plantas. Se consume por vía oral, variando la dosis según la persona. El ritual se hace en la noche y luego de que todos hayan ingerido el brebaje, el curandero cantará icaros, que guían y controlan el viaje mental producido.

Su uso es milenario en la región amazónica de Ecuador, Perú, Colombia, Brasil y Bolivia. Conocida como ‘soga del alma’, ya que conecta al ser humano con otra dimensión, es usada para aprender, diagnosticar y tratar diversos males en sesiones colectivas. La planta enseña el camino, cuentan los nativos, ya que permite ver dentro de uno, ejerce un poder catárquico y convierte al paciente en protagonista de su propia terapia. La desintoxicación física producida por la liana genera sensibilización en la estructura psicológica, acompañada de una gran producción onírica. Los sueños orientan hacia la solución de los problemas.

El problema de la adicción

La adicción a algunas sustancias, muchas de ellas prohibidas, es uno de los problemas más importantes de nuestro tiempo, aunque su inteligibilidad ha sido objeto de saber de psiquiatras y terapeutas, estos terminaron por generar terapias que atacan el consumo de una sustancia específica, satanizándolas y apostando por una vida posterior “libre de drogas”. Las décadas de hegemonía de estas terapias no han dejado más que un estruendoso fracaso.

Para Mabit, la adicción a una sustancia es “el resultado de un intento por acceder al mundo invisible para hallar respuestas a angustias existenciales. O sea, frente a las propuestas limitadas y frustrantes de las instancias familiares, pedagógicas, religiosas y políticas, el sujeto busca explorar otras dimensiones de la realidad más allá de la conciencia ordinaria, atreviéndose a un gesto trasgresor como intento de autoiniciación. Está búsqueda es legítima y necesaria para que la vida humana alcance su realización en una dimensión espiritual. Sin embargo, mal conducida, sin guía, control o preparación, en un contexto inadecuado, la exploración errática de la conciencia conduce a contactar instancias psíquicas muy poderosas que terminan por avasallar la conciencia ordinaria, fascinarla y alienar al sujeto”.

Gonzalo Brito, psicólogo que trabajó en Takiwasi y hoy trabaja en adicciones en el hospital de Santa Bárbara, señala que hay que comprender que “el deseo-necesidad de acceder a estados modificados de conciencia es algo normal, universal e inherente al ser humano, aunque la adicción es un  camino equivocado. Esta es un proceso que involucra diversos niveles del ser, sean el cuerpo, la mente o las emociones, pero además está profundamente arraigado lo espiritual”.

Monroy, psicólogo que también se desempeñó en Takiwasi, añade que “un tratamiento debe tratar estas sensibilidades y sutilezas de lo humano, debe proveer de un contexto para que estas preguntas puedan ser conducidas y realizadas con toda propiedad. Si se responden con soluciones parciales y paliativas, no se permite operar el potencial transformador y removedor que tienen. Por ello es vital que un contexto de tratamiento contemple y articule la dimensión espiritual del hombre, éste es el adecuado para realizar esas preguntas, es allí donde la búsqueda es reconocida abiertamente, contactada y acogida en su totalidad”.

El enfoque tradicional de las adicciones provoca muchas frustraciones para los psicoterapeutas. Brito acusa que “los tratamientos convencionales suelen rondar el 20% de éxito. En Takiwasi, la tasa de éxito de los pacientes que terminan el tratamiento bordea el 60%-70%, lo cual es significativo, considerando además que muchos de los pacientes ya han pasado por varios tratamientos convencionales, y la mayoría lleva, en promedio, entre  10 y 15 años de dependencia a drogas duras”.

Mabit agrega que “la curación es retomar este intento de iniciación para corregir los errores, enderezar el camino y accediendo a una verdadera iniciación, permitir al paciente finalmente encontrar en sí mismo las respuestas a sus interrogantes existenciales”. Respecto a los enfoques comunes, Mabit cree que “es abusivo hablar de «tratamiento de sustitución» lo que una auto-contradicción: Sustituir la heroína por la metadona no es un tratamiento en sí; tampoco remplazar el alcohol por la adicción a una secta religiosa. Muchas  comunidades terapéuticas no respetan los derechos humanos de un adicto y se admite el maltrato como método de «reducción del ego» del paciente. Ello alimenta su culpabilidad, su rebeldía profunda por una injusticia que es real. Así que el tratamiento ideal debe tener como objetivo la conquista progresiva de la libertad del sujeto y no solo una mera sobriedad en relación a una sustancia”.

El tratamiento

Los que ingresan a Takiwasi parten con una carta solicitando su internamiento, luego se es sometido a un examen médico completo y los próximos 3 meses no se tendrá contacto el exterior. Luego estará durante otros 6 meses más dedicado a las sesiones con la ayahuasca, viviendo en la selva, desarrollando labores agrícolas y talleres, con tiempos para masajes, saunas y baños de purificación. Los pacientes siembran y cosechan sus propios alimentos, hornean el pan y tienen tiempo para jugar fútbol o ping pong

El método es interdisciplinario e intervienen médicos, educadores, psicólogos y curanderos. Las sesiones con la planta son una vez por semana en la noche, por 4 a 6 horas. Al otro día se hace una dinámica de grupo en la que los participantes exteriorizan a través de dibujos y colores la experiencia vivida, luego practican una dinámica dirigida por un psicólogo, en la que se analizan los contenidos  de las visiones con un trabajo introspectivo muy fuerte.

El autoanálisis genera mucho material psicoafectivo que será trabajado en el curso del tratamiento. La experiencia visionaria  y física es fuerte pero controlada y supera la experiencia numinosa y terrorífica de la droga sin efecto tóxico secundario y sin crear dependencia física o psicológica.

A juicio de Brito, el enfoque “apunta a la resolución del conflicto de la persona en sus niveles conductual, que implica la vida en comunidad y el trabajo; lo psicológico, con la terapia individual y grupal; y lo espiritual, por medio del uso responsable de las plantas maestras de acuerdo a los cánones de la tradición medicinal amazónica, administradas por los propios curanderos”.

Mabit señala que en el proceso “algún día ocurre un «clic» en un paciente y entonces sabemos que saldrá del problema, pero ese «switch» es imprevisible y puede suceder en cualquier fase del proceso terapéutico o fuera de éste”.

El rol de los terapeutas indígenas es relevante en todo el proceso. “Ellos inscriben su medicina en un paradigma muy diferente del modelo conceptual occidental. El reto en nuestra época es establecer puentes o pasarelas entre esos diversos modelos de aprehensión de la realidad para lograr construir un nuevo paradigma más holístico. La medicina occidental se revela muy eficaz en acciones reparadoras y en situaciones de emergencia, pero es ineficiente y hasta dañina en las patologías crónicas, en la protección y estímulo del sistema de defensas, en el mantenimiento del equilibrio mental, donde las medicinas tradicionales tienen gran pericia” –plantea Mabit.

Monroy, añade que las prácticas curativas usadas en el centro “conciben sus campos de acción en los dominios físicos, psíquicos y espirituales del hombre. Esta particularidad se diferencia de aquellos tratamientos que se alzan principalmente en el uso y abuso de la medicina alopática. En Takiwasi se legitima la necesidad de renovar y profundizar en los diferentes estados de conciencia que caracterizan la experiencia humana, la que estaría expresada desvirtuadamente en el fenómeno de la adicción. El uso de las plantas psicoafectivas satisface esta búsqueda de manera constructiva”.


Mauricio Becerra R.


+ INFO:

www.takiwasi.com


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