Los videojuegos son de los artículos más regalados y esperados en Navidad. Junto a otras tecnologías –como teléfonos celulares, mp3, mp4, o cámaras digitales– estos programas de entretención interactiva han logrado instalarse en la sociedad chilena, llegando a constituir toda una forma de vida para algunos jóvenes y adultos. De peligros y de virtudes, el mundo digital está rodeado de dulce y agraz.
Algunos hablan de adicción, otros de simple afición, pero lo cierto es que no es un tema que pase inadvertido, sobre todo hoy, cuando la globalización y las comunicaciones sustentan la cotidianidad humana.
El Portal Lyon y el Eurocentro están más repletos que nunca en estos días. Además de la juventud alternativa de siempre, padres y familiares, merodean por los lugares en búsqueda de los CDs con nombres en inglés que los menores de la familia ansían recibir este 25 de diciembre.
Según Tamara, vendedora en el Eurocentro, en esta fecha las ventas de la lúdica digital aumenta en un ciento por ciento. Los juegos de guerra, fútbol y los clásicos Mario Bros, son los más vendidos. De todos modos, asegura que en todas las temporadas conoce personas, desde los 5 a 50 años aproximadamente, que “están metidos en el mundo de los videojuegos”.
En este mundo hay códigos y perspectivas que los une en una suerte de identidad común. Al menos así cuentan Rodrigo (21), Daniel (20) y Pablo (19), tres compañeros de curso que generalmente se reúnen a jugar e intercambiar opiniones sobre nuevos juegos: “Obviamente, uno busca su propio espacio. Nos juntamos con quienes tienen los mismos gustos (…) a mí me gustan las consolas y a ellos también. Así como otras personas se juntan con quienes les gusta la política, alguna música en particular, y así”, dice Rodrigo.
Pablo dice que los juegos son una simple afición que “no nos afecta en otros ámbitos”. Aunque admite que juega todos los días alrededor de dos horas con la consola, asegura que esa práctica no le ha impedido sociabilizar ni le ha afectado en conductas violentas, como muchos especulan respecto a los juegos de video. “No porque juguemos a tirar bolas de fuego, vamos a tirárselas a personas”, dice.
Asegura que el objetivo es simplemente jugar. “Lo mejor es dar vuelta un juego, ahí uno se siente bacán”, dice. Aun así cree que “la violencia puede afectar a niños más pequeños, con imágenes en 3D que creo pueden afectar sus actitudes”, dice.
En efecto, el doctor Elías Arab, especialista en siquiatría infantil de la Universidad de Chile, señala que “los niños más pequeños son susceptibles a jugar con un programa violento y luego repetir ese comportamiento”. Pero, además, asegura que “es frecuente que muchos de los que sí tengan problemas con los videojuegos, crean que no los tienen (…) lo ven como un problema de otros porque a ellos los divierte y les hace pasar un buen rato”, dice.
PATOLOGÍAS RELACIONADAS
Lucas tiene 15 años, no va al colegio, vive en el Norte y juega online por lo menos tres horas diarias desde los seis años de edad. A pesar de realizar diversas actividades al aire libre –como natación, buceo y atletismo– hace unos meses fue diagnosticado como sociofóbico. Esta patología, también conocida como ansiedad social, es un síndrome que se caracteriza por el padecimiento de malestar y tensión al encontrarse expuesto a situaciones donde muchas personas te observan.
Si bien Lucas acepta que los videojuegos pueden haberlo conducido a acrecentar su situación psicológica, asegura que también fueron “de ayuda”, pues gracias a ellos “pude satisfacer mi necesidad de socializar y comunicarme (…) Tengo amigos en todo el mundo, en Estados Unidos, en Brasil, en Europa y he aprendido distintos idiomas jugando”, explica. Y es cierto. En las pruebas libres que rindió este año, obtuvo 6,6 en inglés, a pesar de no haber estudiado lo suficiente, según él mismo acepta.
Aún así, admite que “mientras mejor seas jugando, peor eres relacionándote con personas en la vida real. En mi caso, estuve encerrado durante tres meses en mi pieza y en ese tiempo llegué a ser el mejor del mundo en Gunz, un juego de disparos en Internet donde había al menos dos mil personas participando online”, cuenta.
A pesar de todo, defiende los videojuegos y asegura no ser un adicto, porque considera que “un verdadero jugador sabe cuándo está bien y cuándo no”, por lo tanto, todo estaría en las manos del individuo.
En este sentido, el doctor Elías Arab define la adicción a los juegos como una conducta que se establece en relación a diferentes sustancias que pueden provocar un daño en el individuo, sobre todo en el desarrollo de su identidad.
Efectivamente, “no todos los que utilizan juegos de video están predispuestos a ser adictos. Aunque estamos aún trabajando en el perfil, los niños que tienen menor supervisión por parte de sus padres o mal rendimiento escolar, tienen una mayor vulnerabilidad a generar adicción y conductas patológicas”, explica.
Sin embargo, asegura que hay que estar atentos. “En un momento, se tendió a creer que los videojuegos eran algo muy positivo, pero hay que tener en cuenta que también tienen riesgos y se deben tomar con cuidado”, señala.
TODO TIENE PROS Y CONTRAS
En 2008, José Radamán, un adolescente español de 16 años, asesinó a sus padres y a su hermana de 9 años con una katana que su papá le había regalado hace tiempo. Según ha trascendido en los medios de comunicación de ese país, el joven era aficionado al Taekwondo y al videojuego Final Fantasy. En éste, el personaje virtual –un muchacho con quien Radamán compartía similitud física– tenía como misión pasar etapas eliminando a enemigos con la misma arma blanca que el español utilizó para cometer los asesinatos que ahora lo tienen en prisión.
Asimismo, en 1999, Eric Harris y Dylan Klebod, dos escolares estadounidenses adictos al juego de disparos Doom, cometieron una de las masacres más grandes registradas en las escuelas del país del norte. Específicamente en el establecimiento educacional Columbine, los dos jóvenes entraron armados y asesinaron a 13 personas.
Aun así, y de acuerdo con lo que dice Arab, “indudablemente que cuando se juega de manera adecuada, no tienen por qué ocurrir situaciones de este tipo. Pueden ser una buena forma de entretención, siempre y cuando, se practiquen en tiempos acotados, exista un buen desarrollo social de parte del individuo y haya control de los padres”, explica.
Por otro lado, dice el especialista, actualmente los videojuegos con movilidad se están utilizando en procesos de rehabilitación motora “se ha visto, por ejemplo, que en algunos niños hospitalizados con dolor crónico, les sirve para distraerse del dolor y mantenerse concentrado en otras cosas”, señala. De este modo, no es correcto culpar totalmente a los videojuegos, siempre y cuando exista precaución y “límites”, de acuerdo a lo que dice el doctor.
Por Mijaíla Brkovic Leighton
El Ciudadano N°93, segunda quincena diciembre 2010