Vigilancia y seguridad: en el nombre de la falta de libertad

-De acuerdo a las cámaras de seguridad resulta difícil establecer un límite entre intereses públicos, abuso de poder y la invasión a la intimidad de las personas.

Vigilancia y seguridad: en el nombre de la falta de libertad

Autor: Ana Mourás

Las cámaras en las calles, en los metros y el acceso protegido a condominios se instalan en el nombre de la seguridad, pero ¿qué tan delgada es la línea entre prevención y discriminación?

Teléfonos celulares de última tecnología, computadores en todos lados, tarjetas bancarias, servicios de GPS: objetos útiles para espiar, seguir cada uno de tus movimientos, registrar tus desplazamientos, tus trámites, tus conductas, tus gustos, tu consumo. Poco a poco la intimidad se va dejando de lado y la vida privada cae a merced de una generación plagada de mirones.

Por ejemplo, los fabricantes de teléfonos celulares hace ya catorce años, disponen del beneficio asociado a la geolocalización, esto gracias a la tecnología del Mobile Positioning System (MPS).

El periodista Jerome Thorel, es miembro de Privacity International, asociación cuyo objetivo es alertar a la opinión pública sobre las amenazas que las nuevas tecnologías significan para las libertades individuales. En diciembre de 2000 la asociación otorgó los primeros “Big Brothers Awards” franceses, recompensando a las empresas que desarrollan tecnologías dignas del libro 1984, de George Orwell.

Internet y las webcam por otro lado coartan las intimidades, ya no hay secretos, según el periodista español, Ignacio Ramonet en su artículo “Celebridades descartables”.

De acuerdo al mapa de instalaciones de cámaras de seguridad en Lyon, muchas comunas no tambalean a la hora de equiparse en “seguridad”, puesto que en el 2000, la prestigiosa ciudad francesa, decidió instalar en el centro cincuenta cámaras de vigilancia que pueden girar 360 grados y sacar una foto de identidad a las personas a más de 300 metros.

En la calle, cámaras biométricas escanean el rostro de las personas, en los barrios acomodados hay puertas de acero, portones automáticos, cámaras de alta resolución que permiten observar a visitantes. Finalmente, estas doradas fortalezas plantean la siguiente interrogante: ¿Cuál es el límite entre los intereses públicos, el abuso de poder y la invasión a la intimidad de las personas?

Por Francisca Arriagada.
El Ciudadano


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