Con actos fraternales y solidarios se efectuaron, en todo el mundo, los homenajes de conmemoración del centenario del querido presidente chileno -y médico pediatra-, Salvador Allende Gossens (1908-2008).
Perdurará eternamente el noble sentimiento para con nuestro presidente. Cariño y respeto habrá siempre por este gigante “intérprete de nuestros valores”, puesto que “la historia es nuestra, y la hacen los pueblos”. Cuando escucho estas palabras, de su voz pausada y fraterna, se me pone “la piel de gallina” y en el “gollete” un nudo por la emoción que me embarga. Motiva al mismo tiempo para continuar el combate por la victoria del socialismo, como nos incentivaron igualmente Gladys Marín Millie e Hilda Gadea Acosta.
En Santiago de Chile, la dirección de Correos emitió un sello en homenaje al centenario del presidente Allende. Y a la ceremonia de lanzamiento del sello se invitó a varias personalidades chilenas, a la familia del presidente mártir y a algunos miembros del cuerpo diplomático, entre ellos, a la embajadora de la República Popular de China en Chile. Quedé pasmado, pues encuentro erróneo haberla invitado, ya que China tuvo una actitud vil ese martes 11 de septiembre de 1973, manteniendo sus relaciones con la junta militar de esos criminales, como que si nada pasó. Y esa misma actitud asumió Rumania. Con este gesto, ambos países “socialistas” deshonraron al movimiento comunista internacional.
La presencia de la señora embajadora en dicha ceremonia fue una falta de respeto a la memoria del presidente. China había presentado sus condolencias por la muerte de Salvador Allende, a través de Chu En Lai, en una recepción que Pekín ofrecía al presidente Georges Pompidou de visita en China, en donde se sucedían los discursos de bienvenida, tomateras y comistrajos, como si fuera el lugar indicado para presentar condolencias oficiales. Y, para remacharla, Pekín da el beneplácito para acoger al nuevo embajador chileno de la junta fascista, el coronel (R) Iriart, suegro de Augusto Pinochet. Y el canciller chino visita el Chile militar, en donde se firmaron jugosos contratos para llenar los bolsillos de la pandilla castrense.
No olvidemos que fue el propio presidente Allende quien estableció relaciones con la China Popular y con la Albania socialista de Enver Hoxha, y las restableció con Cuba, rompiendo así los dictados de la OEA.
Invitar a la ceremonia a la embajadora de China, olvidando a las embajadoras de Venezuela, Nicaragua y Ecuador, fue una “metida de pata” de los organizadores bien desubicados.
No deseándolo, probablemente la derecha llegará algún día a La Moneda, instaurando venganza y odio y editando el sello del “capitán general”, con sus garras bien maquilladas. Y a la ceremonia estará invitada –por supuesto- la China Popular. Es lo que se llama la “navegación a vela como brújula de la China impopular”.
Lo que me llamó igualmente la atención en esa ceremonia, fue que se haya invitado a Hernán del Canto y por qué no al “mayoneso” Altamirano, su yunta inseparable. Y, ¿a qué título lo invitaron? Esta fue otra “metida de pata” de los organizadores, puesto que sabemos muy bien que Allende estaba dolido por el comportamiento innoble de estos antiguos dirigentes de la “escuela del capitán Araya”.
A los desubicados que organizaron la ceremonia, se les “olvidó” invitar a la Raquel Correa, a la Clara Szczaranski y al Oriel Viciani… ¡na’ que ver tampoco!
La señora Patricia Espejo Brain –directora ejecutiva de la Fundación Salvador Allende- por quien tengo respeto y admiración, manifestó en dicha ceremonia que las cartas llevarán el sello del presidente a lo largo de todo el mundo.
Señor director, es un alto símbolo el sello del Presidente, su difusión, su presencia que se siente constantemente. Pero, me pregunto, cómo se hará ya que nadie escribe cartas y las pocas que circulan pasan por máquina en Correos. Hoy todo está casi centrado en la computación, en Internet. Y los sellos del presidente –en edición limitada- se los “comerán” los profesionales internacionales de la filatelia, para su posterior comercialización. Mejor habría sido entregar parte de esos sellos, pegados en sobres, a los niños de las escuelitas que llevan el nombre de nuestros compañeros y gente progresista, a la Fundación Víctor Jara, a la Fundación Gladys Marín, a las embajadas chilenas en el exterior, para que éstas las obsequien a las asociaciones que han sido solidarias con la lucha del pueblo chileno. No, nada de eso ha ocurrido señor director, porque los responsables de servicios en Chile no están a la altura y les falta mucha “cachativa”, como a sus colegas franceses.
Todos los homenajes al Presidente fueron con gran afecto y cariño. En Francia se realizaron actos y manifestaciones en la Asamblea Nacional y en la sede del PCF.
Claro que habría sido igualmente un gran homenaje al Presidente el hecho de que se pudiera terminar de construir el Hospital del Trabajador que Allende dejó inconcluso; era parte de la magna obra de un presidente muy presente.
En este centenario y con todo el cariño que le tengo al Presidente, persiste en mí algo que me cuesta entender y que nadie ha podido aclararme: a las horas siguientes de haber asumido su mandato, se firmó en La Moneda el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Chile y Cuba. Firmaron el documento el ministro Clodomiro Almeyda Medina y el vice-presidente Carlos Rafael Rodríguez.
Se nombró –equivocadamente, yo creo- al escritor chileno Jorge Edwards –atípico- como Encargado de Negocios para que reabriera la sede diplomática chilena en La Habana, y Edwards se creyó con todos los derechos y se paseó como “Pedro por su casa” en Cuba, tomando contacto y “avivando la cueca” a los tránsfugas intelectuales cubanos que le hacían “olitas” al gobierno en esos días difíciles de la revolución, muchos de ellos agentes asolapados de la CIA.
El gobierno cubano y Raúl Roa llamaron al orden a Edwards; el ministro Almeyda sabía de esto, de las correrías en Cuba de su Encargado de Negocios, que perjudicaba la imagen del gobierno popular de Allende.
Habría sido atinado repatriar a Edwards a Santiago y dejarlo libre en su corral literario. Pues no, se dejó –por descuido o no- que la situación se pudriera hasta que el gobierno revolucionario de Cuba declarara a Edwards como diplomático no grato, y tenía 48 horas para abandonar la isla. Y, ¿cómo “premio” Almeyda a Edwards?, nombrándolo agregado cultural de Chile en París, en donde se encontraba su amigo Pablo Neruda como embajador (Almeyda, sin embargo, sabía que Neruda no era la persona indicada para embajador en La Habana). Y Neruda, Edwards y otros allegados lo pasaban “malito” los fines de semana en la mansión que Neruda tenía en Condé-Sur-Iton (Normandie), bonito pueblo que tuve la oportunidad de conocer (hice un óleo sobre tela de esos parajes). Como igualmente lo pasan “súper bomba” hoy en día Enrique Krauss, Marcelo Schilling y tantos otros que se cachetean de lo lindo en las embajadas chilenas con la plata de los “giles” contribuyentes, mientras en Chile andan a palos con los piojos.
No señor director, nunca se supieron las razones y ni el mismo Edwards las sabía (¿?), según dijo en una exposición en un café literario del barrio Bellavista en el 2000, en la cual participé.
Qué contraste con el acertado nombramiento de Carlos Contreras Labarca en Berlín o de Carlos Vasallo en Roma.
Bueno, en todo caso, Edwards no es Roberto Ampuero, esa gente que cae sometida viviendo vendida a las migajas del “Santo Imperio”.
En este centenario, señor director, cómo no recordarse igualmente de dos amigos recientemente fallecidos: José Oyarce Jara, quien fuera brillante ministro del Trabajo de Allende y representante del PC en Praga, y Patricia Verdugo Aguirre, quien, con su pluma valiente de periodista y escritora, nos entregó a través de sus numerosos libros el resultado de toda una investigación que realizó de los crímenes cometidos por la deshonorable junta militar de gobierno y sus secuaces.
Cómo no recordarse aún –en este centenario- de esos grandes pensadores y combatientes alemanes que influyeron, de una manera u otra, en la formación del camarada Allende: Karl Marx, Clara Zetkin, Rosa Luxemburg, Karl Liebknecht, Olga Benario, Bertha Von Suttner, Ernst Thälmann … y por qué no incluir a esta noble amiga y querida compañera que es Margot Honecker –exiliada en Chile- que fue una relevante ministra de Cultura de la antigua RDA; su apoyo leal para con el gobierno popular de Allende, con Cuba socialista, y el recibimiento fraterno para los miles de chilenos que llegaban exiliados a la RDA en donde tuvieron un techo, un médico y una formación profesional. Los recuerdos de esa época se evaporaron hoy en las cansadas calderas de la memoria de la Concertación.
Y, el arte alemán expresionista estuvo interpretado a través de diferentes obras que decoraban gran parte de la residencia presidencial de Tomás Moro, y que los pungas golpistas se robaron con el mismo método que lo hizo el Reich nazi en los museos franceses.
Por Félix Alberto Jara Ureta (Normandie-Francia)
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Miembro del Comité Francés Internacionalista por la Solidaridad de Clase
30 octubre 2008 (carta no publicada por el periódico El Siglo)