La ocasión era especial, sumamente especial, significaba mi primera compra/congelador, por fin, podría preservar alimentos más allá del periodo dictatorial de la putrefacción citadina.
Todo un evento la llegada del refrigerador nuevo a casa.
El lugar, Líder Express de Huérfanos, Santiago centro. Calor, demasiado calor, bordeando los 35 Celsius.
Introduzco, feliz, en mi canasta azul productos fascinantes, frescos y perdurables. Mi imaginación celebra un suculento banquete a 7 días plazo. La economía del hogar en fiesta, se acabaron las compras cortoplacistas, mezquinas y erráticas. Finalmente podré traer pescado a casa y cocinar, pausadamente, cuando la ocasión amerite.
Nunca más, apetitosas lentejas por 4 jornadas consecutivas.
Al llegar a zona de cajas, una situación incómoda.
Un hombre de edad cercana a mi padre, adquiere una gaseosa individual, unos cuantos tomates y algo de pan, al cancelar presenta sus inequívocas credenciales; tarjeta bancaria y cédula de identidad, todo por un costo de 1.496 pesos. La chica, nada sorprendida, consulta, en baja voz, si cancelará en cuotas. Ante la omisión del cliente alza la voz y repite: “Señor desea realizar su compra en cómodas cuotas”, “Claro, ¿cuántas pueden ser?”, “de 3 a 24 señor”, “perfecto!!!, quiero 6”, y cierran una absurda transacción, con lenguaje elevado, y cifras paupérrimas, y bajan la mirada, como a quien nada altera, como a quien nada incomoda, y el se va, con una bolsa mísera, angustiado de no sentir angustia, y ella, indolente, deposita el vale en una caja metálica, que solo suma.
Y el medita, y el no entiende, solo evade, solo vive.
6 cuotas o economía de la infamia
La ocasión era especial, sumamente especial, significaba mi primera compra/congelador, por fin, podría preservar alimentos más allá del periodo dictatorial de la putrefacción citadina