La situación de las y los trabajadores y los desafíos de un nuevo tiempo de lucha.
En el marco de la contrarrevolución neoliberal, la clase dominante ha modificado radicalmente el patrón de acumulación en Chile, pasando de un incipiente modelo “desarrollista” de sustitución de importaciones, a un modelo de matriz primario-exportadora, es decir, orientado a la extracción de recursos naturales para su venta sin un gran procesamiento. En este escenario, los trabajadores y los sectores populares hemos sufrido las consecuencias sociales de la derrota política que significó la Dictadura militar, y que ha sumergido al proletariado en un largo período de reflujo del cual recién comenzamos a salir.
En la actualidad, diversos e importantes sectores de nuestra clase han comenzado su rearme social y político, luchando básicamente por demandas económicas, en el contexto de una crisis mundial de la economía, que está golpeando con fuerza a los países fuertemente dependientes del imperialismo mundial. Intentaremos aquí, exponer una breve retrospectiva de los acontecimientos que nos llevan a enfrentar la situación actual, además de plantear algunas ideas que nos parecen cruciales para todos quienes se entreguen sincera y coherentemente a la lucha por el socialismo y la libertad.
LA DESCENTRALIZACIÓN PRODUCTIVA Y LA FRAGMENTACIÓN DEL PROLETARIADO
Durante casi cuatro décadas, la ofensiva burguesa ha contemplado una serie de profundos cambios que han implicado la fragmentación y precarización de nuestra clase. Desde mediados de los años ‘80 la burguesía reorganizó la base productiva de la gran empresa concentrada, cambiándola por una estructura desconcentrada a través de una red de pequeñas y medianas empresas (pymes) que colaboran y dependen de esa estructura mayor. De esta manera, miles de trabajadores fueron forzados (a través del despido y la recontratación por menor salario) a mantener una relación laboral “atípica”, desvinculándolos de las empresas mandantes de producción de mercancías, al traspasar la responsabilidad contractual a empresas subordinadas, que prestan servicios, subcontratan o suministran trabajadores. Si bien no es un esquema riguroso, podemos diferenciar por un lado, a los contratados por la empresa «madre», los cuales son de un número reducido, generalmente especializados en sus labores, y por otro lado, una gran «periferia» de trabajadores que rotan y que no tienen vínculos contractuales formales con la empresa principal. Este grupo es el responsable de ejecutar la mayor parte en la cadena de producción, distribución y venta de las mercancías.
Sirviéndose completamente de esta herramienta, los empresarios se desprendieron de los costos que tiene la “estabilidad laboral” de la mano de obra. Esto ha significado que la clase obrera se haya visto fragmentada en miles de unidades productivas, donde las condiciones de trabajo son altamente heterogéneas, instaurándose una forma de trabajo extremadamente alienada, donde no existe la identificación colectiva con el lugar de trabajo, donde abunda la desorganización, donde la competencia entre trabajadores/as es pan de cada día, etc. Logrando con esto desprender a una gran cantidad de trabajadores del camino de la lucha por sus intereses de clase, desarrollada con intensidad por muchos años en Chile.
LA OFENSIVA BURGUESA: REFORMAS ESTRUCTURALES, REPRESIÓN AL MOVIMIENTO SINDICAL Y NUEVO MARCO JURÍDICO LABORAL
Entendemos que de forma paralela a este proceso de fragmentación productiva, la burguesía asume una ofensiva en el plano ideológico, político y jurídico, lo cual tuvo como principales rasgos:
1) Represión de la Dictadura militar durante la década del ‘70. Esto afecta a la totalidad de las organizaciones clasistas, a sus militantes más activos y al conjunto del movimiento popular, teniendo graves consecuencias en la fuerza orgánica y subjetiva de la clase.
2) Las reformas estructurales que atacaron los derechos sociales en general, mediante la privatización de empresas y servicios públicos y la instalación de la lógica subsidiaria. En particular se destaca la creación de las AFP, administradoras privadas de los fondos de pensiones.
3) El desmantelamiento de la legislación laboral clásica, en directa relación con la fragmentación productiva, y por tanto logrando la completa ineficacia de los instrumentos legales hasta el momento vigentes en Chile de regulación mercantil de la relación capital-trabajo.
Por su parte, las condiciones de trabajo se vieron seriamente modificadas con respecto a la etapa anterior. Por medio del llamado «Plan Laboral» (1979) la Dictadura implementó y permitió la instalación de prácticas laborales que dejan a los trabajadores expuestos a condiciones de precariedad y que implican serias limitaciones a los derechos colectivos.
a) Recorte del derecho a la indemnización por años de servicio: este derecho, conquistado por los trabajadores, contemplaba el derecho a indemnización de un mes por año de antigüedad. Se recortó a un límite máximo de 11 años.
b) Subcontratación: En el marco de este plan, fue derogada la Ley N° 16.757 que regía desde 1968, que ponía limitaciones a los trabajos realizados por contratistas y regulaba su actividad. Estos cambios posibilitaron la ausencia de requisitos para operar como contratista, la desvinculación de la empresa madre del trabajador en materia de seguridad social, y por sobre todo, la sujeción masiva de las y los trabajadores a contratos por obra o faena. De esta manera, se produjo una verdadera explosión de la subcontratación y la propagación de esta práctica a todas las áreas productivas.
c) Limitaciones a la organización sindical: la nueva legislación contempla como figura principal al Sindicato de Empresa, el cual es el único legalmente capacitado para conseguir contratos colectivos (para la empresa la negociación es legalmente obligatoria). En ese sentido, los sindicatos interempresas o de eventuales y transitorios se encuentran seriamente limitados, lo que es extensivo al derecho a huelga, fueros sindicales, etc.
Estas medidas han sabido operar de manera eficiente contra el proletariado, al mantener divididos y aislados a amplios sectores que comparten demandas comunes. En este sentido, la ley de subcontratación promulgada durante los gobiernos de la Concertación no superó el problema y no se pronuncia sobre los derechos colectivos de los trabajadores subcontratados. Por el contrario, dicha ley vino a reglamentar una práctica «ilegal» dentro del mundo laboral, acotando y normando el abuso patronal pero sin cuestionar el régimen de explotación.
La ineficacia de los instrumentos legales de regulación de la relación capital – trabajo, derivada de esta fragmentación productiva y desmantelamiento de la legislación laboral clásica han provocado la pérdida del poder negociador de los trabajadores/as y por consiguiente la crisis de las organizaciones sindicales tradicionales.
En ese sentido, es que el sindicalismo actual, cuyo modelo organizacional base es el sindicato por empresa, ha manifestado ser insuficiente en el contexto de la negociación colectiva, ya que existe una imposibilidad de incidir en mejoras en las condiciones de venta de la fuerza de trabajo con un margen tan estrecho para la acción. Ejemplo de ello es el derecho a huelga, limitada a solo 30 días por lo que no tiene mayor implicancia en los resultados. Solo un porcentaje ínfimo de los sindicatos alcanza el reajuste conforme la variación del IPC, cifra tendiente a decrecer.
Además de ello, el sindicato actual, se ha mostrado ineficiente como instrumento de cohesión, como elemento gregario que permita al trabajador organizarse a fin de mejorar su situación salarial. Esta doble situación se debe, por un lado a la reestructuración productiva de la cual aún no se ha tomado completa conciencia, y por otro lado, de la falta de proyecto de clase.
Esta crisis de insuficiencia, ineficacia y falta de proyecto se manifiesta particularmente en la caída de la tasa de sindicalización, que hoy sólo alcanza el 11%, muy lejos del tipo histórico del 30% de la población económicamente activa, alcanzado durante los años 70. Nuestro balance se agrava aún más si tenemos en cuenta algunos factores de tipo histórico: mientras que en los años 70, además de una alta tasa de sindicalización vemos cómo la clase obrera fue capaz de construir organizaciones que de hecho sobrepasaban el sindicalismo legal y lograban crear nuevos registros políticos (como los cordones industriales), hoy, ese 11% sindicalizado es un índice que representa los niveles de desorganización de la clase trabajadora y al mismo tiempo es un reflejo del malestar inconsciente y naturalizado que tiene la clase trabajadora frente a los órganos de representación sindical, por sus escuálidos resultados en la lucha económica, por las prácticas de corrupción de los dirigentes, el autoritarismo, y la traición presente en muchos sindicatos, entre otras razones.
Qué mejor ejemplo de ello que la actual Central Unitaria de Trabajadores. Hay que recordar que fue esta misma CUT quien pacta el nuevo acuerdo laboral en el marco de la transición; transformándose en la herramienta del bloque en el poder para implementar las transformaciones legales necesarias y aportar al clima de estabilidad política para que el nuevo patrón de acumulación continuara su marcha; hoy esta organización multisindical es en la práctica un departamento sindical de las clase dominante, el cual carece de representatividad entre las y los trabajadores, no solo por los bajos niveles de sindicalización que, en general, existen en Chile, sino también porque no es una herramienta de lucha que les permita a los trabajadores alcanzar mejores condiciones de vida, sino que, al contrario, ha sido permanentemente un obstáculo para conseguir verdaderas mejoras, traicionando movilizaciones e hipotecando los intereses de la clase por los intereses personales y de partido.
CAMINO AL REARME ORGÁNICO Y POLÍTICO DE LAS Y LOS TRABAJADORES
Según nuestro parecer, la realidad antes descrita comienza a ser cuestionada poco a poco por la voluntad de lucha que anima a importantes núcleos de trabajadores en defender pequeñas reivindicaciones laborales, que por de pronto han servido para que la clase haga su experiencia necesaria en torno a la defensa y recuperación de todas la pequeñas garantías de que fue despojada.
De la misma forma, estos sectores han ido fortaleciendo incipientemente la conciencia política de clase; aunque esta situación no se ha generalizado ni ha dado forma a grandes organizaciones que reflejen el avance cualitativo de sus luchas, sí ha permitido construir pequeños modelos organizativos que han logrado sobrepasar de hecho y momentáneamente el sindicalismo legal. Pero sobre todo, ha vuelto a ponerse en ejercicio, de manera embrionaria e inmediata, en muchas organizaciones de trabajadores los principios de la independencia de clase y la democracia directa, condensados en las prácticas que han revestido las huelgas de estos últimos años: sabotaje, acción directa de masas, cortes de ruta, etc.
Pero estas manifestaciones todavía son aisladas, embrionarias y marcadas por un reflujo organizativo de muchísimos años, y que ha calado hondo en la forma de hacer política y organizarse sindicalmente. Esto representa una contradicción entre los niveles de organización que se han venido experimentando -así como su potencial desarrollo-, y el grado de maduración en la conciencia política de los explotados, todavía muy hegemonizada por la ideología dominante.
Sin embargo creemos que se puede proyectar una línea de continuidad entre las luchas históricas del proletariado chileno y las acciones todavía aisladas del proletariado contemporáneo. Esto se ha demostrado, particularmente, en la emergencia de los sectores vinculados a los circuitos de producción estratégicos de la economía nacional, así como diversos sectores que han retomado un tradición política clasista, volcándose al trabajo de base y en una perspectiva de lucha.
Por otra parte, tanto el papel que han jugado los trabajadores/as subcontratados (como principales protagonistas de las últimas luchas obreras), así como los trabajadores del sector público (que este año enfrentan grandes desafíos), presentan al proletariado chileno nuevos horizontes de lucha que posibilitan, en un sentido estratégico, la lucha por las demandas históricas de la clase, toda vez que se sepa dar los pasos más certeros que permitan enlazar las demandas inmediatas, económicas, con las demandas de tipo político que cuestionen el orden existente y pretendan superarlo, aun cuando sabemos que a pesar de este panorama de reorganización, la economía social de mercado aún mantiene un margen de maniobra para acallar la movilización y las demandas del proletariado.
Pues bien, la condición básica para desarrollar estas enormes potencialidades existentes en el campo de la lucha de las y los trabajadores, es imprescindible que los sectores clasistas y revolucionarios sienten presencia en las organizaciones sindicales de base, que construyan a nivel nacional y que estén pendientes de las diversas intenciones y esfuerzos de otros compañeros que manifiesten una voluntad de construir en la misma senda, buscando ampliar el alcance de las organizaciones y buscando siempre la unión consciente de todas y todos los trabajadores en organizaciones que sobrepasen el estrecho marco del sindicato de empresa, en sindicatos únicos por rama económica, por circuito productivo, por holding, u otras figuras, lo cual nos permita a las y los trabajadores unificarnos como clase y al mismo tiempo ir golpeando y develando las lógicas de explotación y dominación actuales.
Las nuevas organizaciones deben buscar que su fuerza se haga sentir y de esta manera acortar la enorme disgregación. Sin embargo, la unidad sin vida interna no es unidad, sino un pesado obstáculo para los mismos trabajadores, la burocracia es el oxido del proletariado, para lo cual es necesario que su forma orgánica contemple la existencia de delegados por cada centro de trabajo, vinculados estrechamente a los espacios de base, con mecanismos democráticos de funcionamiento entre los cuales debe ocupar un lugar preferente la revocabilidad inmediata de los delegados y dirigentes que traicionen los intereses de las y los trabajadores.
Pero así también, al ser nuestra intención el hacer de los sindicatos herramientas de lucha, la autodefensa de los trabajadores, es más que necesaria, como forma de avanzar y resguardar las conquistas que se obtengan, quitándole espacio al Estado al mismo tiempo que desarrollamos nuestra propia fuerza ofensiva que, en algún momento, lo hará caer.
En esta línea resulta indispensable el colectivizar nuestras fuerzas y contribuir a la generación de estrategias cooperativas con otros sectores en lucha. La mayor contradicción en este punto es que en la actualidad la mayoría de los espacios político sindicales no están constituidos en su mayoría por trabajadores de base o dirigentes que hayan visto la necesidad de agruparse como tendencia. En gran medida están constituidos por militantes más cercanos al «activismo sindical» que en la práctica operan como pequeños círculos ideológicos alejados de las bases, y por tanto, más preocupados de sintetizar demandas y consignas “por arriba” que de potenciar la auto actividad de las masas.
Frente a esto, es necesario que los libertarios y demás sectores de intención revolucionaria, insertos en los sindicatos, se agrupen o coordinen a un mayor nivel, con una clara definición clasista que potencie la construcción de base y permita aumentar el radio de alcance de las propuestas libertarias, aportando, como una fuerza organizada, al rearme de las y los trabajadores.
NUESTROS PROBLEMAS MÁS INMEDIATOS:
Íntimamente ligado a lo anterior, hay una serie de problemas urgentes que podrán a prueba las capacidades de la clase trabajadora y sus sectores más combativos. Como anarquistas creemos que los énfasis de la lucha deben estar puestos en agitar, fortalecer y construir respecto de los siguientes puntos durante este periodo:
a. Fin de la subcontratación; si una empresa necesita trabajadores, que los contrate directamente. Que a un mismo trabajo, corresponda la misma remuneración. Para esto es necesario fomentar entre las y los trabajadores subcontratados los espacios de coordinación y encuentro, que permitan compartir planes y perspectivas de lucha, instalando la importancia de levantar tarifados nacionales por rama, sobrepasando de hecho la legislación vigente.
b. Por la restitución de los fondos de pensiones. Creación de un sistema de seguridad social bipartito (patrones y Estado).
c. Por la defensa y el restablecimiento de la indemnización por años de servicio sin tope y para todas y todos los trabajadores. En este sentido, como la gran mayoría de trabajadores contratados por plazo fijo, por obra o faena, se le niega el pago de un desahucio e indemnización, cualquiera sea el tiempo de antigüedad que este tenga trabajando, es necesario luchar por la derogación del artículo 305 del Código del Trabajo. Mientras tanto se debe fomentar la lucha por el pago de un bono compensatorio al término de una obra o faena, de 2,5 días por mes trabajado, como mínimo.
d. Por un aumento general de salarios. Un salario mínimo de 380.000, mensuales por trabajador y que se reajuste automáticamente de acuerdo al alza del costo de la vida.
e. Por la defensa del trabajo. Reparto de la jornada laboral, absorbiendo la mano de obra cesante, sin disminución de salario.
f. Por la reducción de la jornada laboral a 6 horas diarias, sin disminución de salario.
g. Por el derecho a la salud, a la educación, a la vivienda, al transporte y por jubilaciones dignas. Fin de la comercialización de las garantías sociales básicas. Por la gratuidad de los servicios sociales. Por la socialización en la administración de nuestras necesidades básicas.
h. Frente a las limitaciones del derecho a huelga, es necesario luchar por el derecho efectivo a la huelga, terminando de una vez por todas con los reemplazos. Fortalecer e incentivar la huelga como método de presión y de combate de las y los trabajadores.
i. Frente al cierre de empresas y el lock out patronal, exigir la expropiación forzada sin indemnización bajo el control autogestionario de las y los trabajadores.
j. Avanzar por la re-nacionalización del cobre, en el marco estratégico de su socialización, bajo la autogestión y el control directo de las y los trabajadores y demás sectores del proletariado
k. Contra la criminalización de todas las luchas del proletariado, fin a la represión policial.
Hoy los desafíos son enormes. Tiempos tan oscuros y bárbaros requieren de un alto compromiso, de una gran dedicación y una importante claridad programática. Es por eso que si deseamos avanzar en un proyecto de transformación social, debemos esforzarnos en organizar y unir desde la lucha al proletariado chileno, identificar las tensiones del sistema y hacerlas colapsar, abriendo así los espacios por donde la clase trabajadora pueda hacer su experiencia y se dote a sí misma de un programa abiertamente anticapitalista, para así superar, de una vez por todas, la sociedad de clases que tanto sufrimiento le ha costado la mayoría de la humanidad.
¡Por el Socialismo y la Libertad!
¡Arriba las y los que Luchan!
Federación Comunista Libertaria
Chile, abril 27 de 2011
Tomado de www.anarkismo.net
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