Chávez: ¿antiimperialista o el Judas de revolucionarios?

Cómo no sentir indignación y desprecio frente a la conducta del presidente Hugo Chávez cuando se pone al servicio de la represión en América Latina

Chávez: ¿antiimperialista o el Judas de revolucionarios?

Autor: Wari

Cómo no sentir indignación y desprecio frente a la conducta del presidente Hugo Chávez cuando se pone al servicio de la represión en América Latina. Ningún argumento, ni político ni táctico o estratégico ni de otra índole, puede ser un impedimento para caer en el silencio cómplice frente a la captura de guerrilleros colombianos en Venezuela y entregados a las fuerzas armadas criminales de Colombia. Es una vergonzante conducta llamarse “antiimperialista” y “socialista”, mientras se envía a prisión y a centros de tortura a revolucionarios. Resulta una felonía que alguien se haga pasar como partidario del antiimperialismo, como es el caso que aquí comentamos, bajo los turbios objetivos de atraer combatientes de países vecinos, capturarlos y entregarlos a la policía.

Eso solo puede hacerlo un tránsfuga, un agente o traidor. Una verdadera moral antiimperialista y socialista se relaciona a la solidaridad y al internacionalismo proletario. A la lucha en todos los terrenos contra la dominación imperialista, incluida el de las armas y las bombas. Cualquiera sean las circunstancias que rodean a un militante socialista, su conducta se sustenta en una ética y moral, que defiende las luchas de los pueblos hermanos y protege a los luchadores sociales. Resulta una hipocresía del más bajo nivel, usar consignas contra el imperialismo, mientras se sirve en bandeja de plata a ese mismo imperialismo.

El 25 diciembre, pocos días para cerrar el año 2010, Nilsson Albín Terán Ferreira (Tulio), un líder del Ejército de Liberación Nacional (ELN) fue capturado por la policía de Venezuela y entregado a las fuerzas armadas de Colombia. Casi en la misma fecha en otra parte de Venezuela, el ejército capturó a Luis Ferney Saavedra Benavides (Óscar Nobles), otro revolucionario colombiano. También fue entregado a la policial del vecino país. Nilsson Albín Terán Ferreira vivía en Venezuela, y en Colombia está condenado a 40 años de prisión por sus actividades subversivas.

Juan Manuel Santos, presidente de Colombia y sátrapa del narcotráfico internacional y del gobierno de los Estados Unidos, se sintió premiado por la entrega de estos guerrilleros. Por ello agradeció a Hugo Chávez y a las autoridades de Venezuela. Destacó la “colaboración creciente entre ambos gobiernos” en la lucha antiterrorista. Sobre esto señaló: “Quiero resaltar este hecho y agradecerles al Presidente Chávez esta colaboración creciente que estamos teniendo en todos los frentes, incluyendo, como aquí se demuestra, en el frente de la seguridad”. Por su parte, la canciller colombiana, María Ángela Holguín, declaró que la actitud de Chávez, demuestra “el buen camino” que llevan adelante Colombia y Venezuela, agregando que ambos países “están capacitados para trabajar juntos en materia de seguridad y lograr que grupos armados que están en la frontera puedan ser capturados”.

No es la primera vez que el gobierno de Chávez golpea a la guerrilla colombiana y ejecuta acciones antiterroristas como cualquier gobierno reaccionario de América Latina. En noviembre del 2010 Venezuela capturó y deportó a Bogotá a otros dos integrantes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y a un alto dirigente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc). Nilson Navarro (ELN), Priscila Ayala (ELN) y Oswaldo Espinosa (Farc), fueron las primeros víctimas del acuerdo entre el gobierno de Chávez y el régimen de Colombia firmado en agosto pasado para colaborar en asuntos de seguridad y medidas antisubversivas. Hay que recordar también que el 28 de marzo del año 2010, el gobierno de Chávez apresó en el aeropuerto a Walter Wendelin, un activista político del movimiento vasco. Este fue impedido de ingresar a este país, detenido en Maiquetia, fue trasladado a un cuartel del Servicio de Inteligencia, y después fue expulsado a Francia.

Lo que acaba de hacer Chávez con los dos grupos guerrilleros de Colombia (Farc y ELN) es un golpe duro para el pueblo de Colombia que desde hace décadas lucha contra gobiernos corrompidos y la dominación del imperialismo americano. La colaboración de Hugo Chávez con el gobierno de Juan Manuel Santos, lo ubica al más bajo nivel de los gobiernos reaccionarios de América Latina. La conceptualización del traidor en América Latina o en cualquier parte del mundo, es la misma y se relaciona al político que se exime del deber de lealtad y de compromiso con un proceso de cambio. En el caso de Chávez esta conducta se origina en negociaciones y acuerdos, no sólo con su homólogo de Colombia, sino también con las potencias imperialistas, cuyas transnacionales petroleras como la Exxon Movil, de la familia Rockefeller, la británica Shell, Texaco, vinculada a los más grandes ricos de Texas o Telefónica y otras, continúan obteniendo grandes beneficios en Venezuela. No basta gritar contra los Estados Unidos o expulsar embajadores, para devenir un verdadero antiimperialista.

Condenable es también la actitud sumisa y rastrera de los seguidores de Hugo Chávez en América Latina, quienes como fanáticos hinchas de equipo de fútbol aprueban todas las veleidades políticas del presidente venezolano. Han perdido cualquier criterio crítico de la política, y sólo saben aplaudir y mover la cola como sirvientes. Su perverso silencio es el apoyo malsano y sin principios a la trampa policiaca ejecutada por el gobierno de Chávez a los revolucionarios colombianos.

No han dicho una palabra de los acuerdos policíacos y represivos entre el gobierno venezolano y el corrompido Juan Manuel Santos, cuyo gobierno está acusado de matanzas masivas de pobladores, y como se conoce sigue estrictamente los planes de la CIA americana. Tampoco dijeron nada sobre la pérfida conducta de Chávez cuando el año 2000 protegió a Vladimiro Montesinos, un criminal de alto vuelo, quien desde la dirección del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) del Estado peruano, secuestró y desapareció a cientos de luchadores sociales, estudiantes, trabajadores y revolucionarios. El rastrerismo de esta gente, que se camuflan en un infecto “socialismo del siglo XXI”, muestra que los pueblos latinoamericanos nada, salvo la traición y la falsedad, pueden esperar del chavismo venezolano y de sus acólitos.

Por Luis Arce Borja / El Diario Internacional

Fuente: www.elpueblosoberano.net

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