Como auguraba Allende, se abrieron las alamedas

“Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino

Como auguraba Allende, se abrieron las alamedas

Autor: Cristobal Cornejo

“Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

Salvador Allende

Parafraseando a Salvador Allende, hoy podemos decir que se abrieron las alamedas en todo Chile. Mejor dicho la abrieron chilenos y chilenas, en Santiago, Concepción, Valparaíso y otras ciudades. Es un hecho irreversible, que condensa la puesta en movimiento de diversos sectores sociales en la última década, frente a la voracidad del capital local/transnacional y la complicidad de una clase política, disque democrática, desde 1990 enquistada en el Congreso y entronizada en la administración del Estado, gracias al sistema electoral binominal pinochetista.

Cómo no recordar en estos días a las familias pehuenches y a las hermanas Bertha y Nicolasa Quintremán, su férrea resistencia a la represa Ralco, cuyo proyecto se aprueba con el aval de la genuflexa administración Frei Ruiz Tagle (1997). La multitudinaria marcha en rechazo a la visita de George W. Bush, con motivo de la Asamblea General Apec (Santiago, 2004), durante la administración Lagos, la misma que firma la mayor cantidad de tratados de libre comercio en representación del Estado chileno. Las protestas de l@s valdivianos por la muerte de cisnes de cuello negro, del Santuario de la Naturaleza del Río Cruces (2005), por la acción contaminante de Celulosa Arauco, vinculada al grupo Matte; al que Magdalena Matte está unida por lazos de familia, sí, la otrora ministra de Vivienda del primer gabinete ministerial del empresario y hoy Presidente Piñera.

Con mayor razón la «revuelta pingüina» (2006), que remece Chile desde Arica hasta Punta Arenas, con el beneplácito y apoyo generalizado de la ciudadanía; demuestra que la Presidenta Bachelet no es la “mandataria” y sus elector@s l@s “mandantes”, sobre todo debela la mentira e hipocresía oficial al conseguir más presupuesto para la educación, desbaratar la Loce y finalmente provocar una gran crisis ministerial y la terminación del voceado “gabinete paritario”. Cómo no mencionar las recientes iniciativas ciudadanas protagonizadas por los movilizados en contra de HidroAysén.

Por cierto, en el trasfondo de este apretado recuento está presente la tenáz lucha del pueblo mapuche, sus iniciativas para recuperar sus tierras y territorios usurpados por plutocracias pasadas y recientes, bajo el amparo y apoyo represivo de un estado-nación hegemónico, que se precia de ser nacional, sobre la base de la negación histórica de otras nacionalidades o pueblos, como el mapuche, aymara, quechua, rapa nui, etc.; a los que sólo reconoce como habitantes de Chile, en la lógica perversa de una inclusión/exclusión en el mercado y la representación estatal, socialmente clasificados y racializados como inferiores y, por ende, subordinados y subsumidos en una chilenidad que supuestamente (también) los identifica y relaciona igualitariamente con los chilen@s otros.

A diferencia del «Mayo chileno» (2006) y sin perjuicio de su méritos, es importante señalar que esta vez sí se conjugan varios conflictos y actores sociales en un mismo espacio y tiempo, los que en cierto modo (a la vez) condensan y expresan un generalizado malestar social y existencial, hasta hace poco contenido en Chile, en particular por ese sentido común generalizado en el imaginario social popular y de las capas medias (herencia traumática de la dictadura civil y militar pinochetista), y que electoralmente se expresa en “yo voto por la Concertación, para que no gane la derecha pinochetista”. Sentido común que congresistas y gobernantes manipulan durante 20 años, con el mito falaz de la “transición a la democracia”.

Sin embargo, como ese sentido común se desdibuja y pierde sentido al cabo de dos décadas de frustraciones y aprendizajes, los protagonistas de uno de los lados de los conflictos; vale decir los que se cansaron de estar atrapados y consumidos por el consumo, sobre todo ninguneados en sus demandas por mejores condiciones de vida, mejores ambientes laborales, remuneraciones salariales dignas, en sus peticiones de más tiempo de ocio creativo y para amar; esta vez aparecen con cuestionamientos y propuestas más precisas y claras, por cierto perfectibles por ell@s mismos. Por lo pronto suelen autodenominarse «movimientos ciudadanos» o «iniciativas ciudadanas», re/aparecen reclamando para sí mismos y para tod@s otra manera de concebir y realizar la política. Una política basada en las asambleas, las deliberaciones, las consultas y el previo consentimiento de la ciudadanía -mandato-, a toda escala social. A la vez comprendida como un proceso que habita preferentemente en la sociedad civil y se manifiesta en correlaciones sociales y de poder emergentes, con nuevas/viejas maneras de tomar decisiones, en las que las diferencias tienen legítima cabida y el consenso en ningún caso es un mecanismo de disciplinamiento social.

Por consiguiente, se trata de una política cuya realización en y desde la vida cotidiana de tod@s, es conducente a otra organización de la autoridad colectiva y su ejercicio, a su socialización permanente, y, por lo mismo, en este caso subordinando la «razón de estado» y su aparataje institucional -sus políticas públicas, como es la política educativa- y a los partidos políticos, a las motivaciones y «razón liberadora» que habitan y emergen desde la sociedad civil. En ese exacto sentido, l@s hoy movilizados en Chile, sin perjuicio de sus propuestas y protestas, con todo el derecho que les asiste ell@s están aprendiendo a «mandar obedeciendo» y así a ejercer su propio poder edificante, exigiendo «para todos, todo», como es el caso de la des/privatización de la educación que proponen y exigen los estudiantes secundarios y universitarios.

Al respecto, si bien nada es seguro, aún así, en Chile hoy adquieren nuevos sentidos las posibilidades inmediatas y futuras para la «construcción democrática de una sociedad democrática». Hoy es más visible y vivible en Chile otro horizonte, cuya denominación más común por ahora es el Buen Vivir; radicalmente diferente y opuesto al de la modernidad asociada al sistema-mundo-colonial-capitalista, cuya manida jerga y engaño es denominar democracia y estado de derecho, a la igualación ante el estado y la ley, de quienes viven y se reproducen socialmente clasificados y desiguales en la sociedad civil, el mercado y en la representación o acceso a la administración estatal. Tal vez por eso mismo la denominada «clase política» y su establishment por estos días están aterrados. En particular el ministro de Educación Joaquín Lavín y sus sostenedores de la UDI, porque aquel podría seguir los pasos de la ex ministra Magdalena Matte.

Por cierto, en las circunstancias descritas, es oportuno advertir que las dicotomías «izquierda/derecha» u «oficialismo/oposición» en Chile –como en otros países-, sobre todo por sus desempeños en la realidad real, por sus ambigüedades y vacios semánticos en cada caso, hoy resultan estrechas o insuficientes (en cierto modo inconducentes), para dar cuenta de las certezas, dificultades y alcances de ese otro horizonte real y posible que asoma en y para Chile.

Sobre la violencia que la mayoría de los medios de comunicación, al igual que los voceros de la administración Piñera atribuyen a l@s movilizados, es oportuno recordarles que, en circunstancias en las que la clasificación social y el abuso del poder, vale decir las relaciones de dominación/explotación/conflicto son las hegemónicas, la violencia suele ser una manera de resolver los conflictos. Y si no lo quieren admitir, habrá que recordarles (bien que lo recuerdan) el bombardeo a La Moneda el 11 de septiembre de 1973 y los miles de detenidos, desaparecidos y torturados. En todo caso, y esto hay que decirlo con toda claridad y fuerza, la violencia propiamente tal, hoy no es lo que singulariza la puesta en movimiento de decenas de miles de chilen@s, como no lo es en toda la redondez del mundo. Lo central en Chile y en otros países y continentes, sin duda alguna es la emergencia de un otro horizonte de vida, de propuestas y protestas y formas distintas de ejercer la autoridad y un poder edificante para tod@s y con participación de tod@s.

Ah! en todo caso, la estética y elan de los hoy movilizados en Chile, por ende Chile mismo, con rasgos propios, también son parte de los perfiles que hoy delinean el rostro del otro mundo que emerge en y desde América Latina y El Caribe, África y el extremo oeste de Asia (también, autodenominado y re/conocido como Europa).

Por Danilo Quijano

Texto de autoría externa. Recibido y publicado por


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