No se puede describir a un sujeto político sin ubicarlo en un contexto histórico espacio tiempo, determinado. Así mismo, como víctima o victimario consciente o inconsciente de una hegemonía. En un marco de relaciones sociales y de poder, con un sistema de significados (cultura) que lo norma, regula o encarcela.
El sujeto político no es un individuo necesariamente, también lo es una institución económica, social, política, o simbólica (la moral). El poder hegemónico es así mismo, un sujeto político de sus propios intereses. La comunidad política, los ciudadanos, la burocracia, el ejercito (represión), la ley, son expresiones del sujeto político hegemónico, estado- nación.
La gran pregunta sería: los excedentes, los excluidos, discriminados (indígenas, homosexuales, disidentes, pobres, desocupados) del modelo hegemónico estado – nación. ¿Pueden ser sujetos políticos?
Si y solo si, son capaces de reconocerse como excedentes con una cuota mínima de decisión a favor o en contra. Y a partir del mismo reconocer los diversos mecanismos de poder que se ejercen en su contra o con su complicidad. Esto implica un gran esfuerzo y un grado de abstracción que no siempre está al alcance de todos o que todos quiere hacer. Pues “la cultura” (educación, religión, moral, etc.), es una manera de ejercer control y reprimir del poder hegemónico expresado en el estado-nación. Y está diseñada para no despertar la conciencia liberadora del excedente, excluidos y discriminados del modelo hegemónico.
Por eso quizás, los sujetos políticos que intentan romper con mayor eficacia el cerco hegemónico son aquellos que están dentro del modelo y no los excedentes y excluidos con escasa posibilidad de reconocer la hegemonía que los ata. Por lo general los excedentes miran la marcha y la protesta como una forma de desahogar su frustración social y violencia contenía. Una experiencia inmediata, pero que no cambia en absoluto el modelo hegemónico. Pues reconocerse como excedente de la hegemonía estado nación o de cualquier otra hegemonía, no es tarea fácil. Esto implica aceptar que no se es libre, ni autónomo. Que el individuo está regido por un conjunto de supuestas libertades, que son un auto engaño constante y algunas formas de libertad solo reproducen su cárcel.
EL SUJETO POLÍTICO Y EL PODER
Durante mucho tiempo se pensó que la toma del poder era una meta del sujeto excluidos del poder hegemónico. Que el poder era una cosa, un objeto, un espacio. Pero ahora se percibe que el poder está en todas partes, en toda relación humana se fortalece o reproduce. El mercado también ha puesto el poder como un artículo suntuario, como un signo social o como una identidad de clase. El poder está en todas partes, te agobia, te cerca, se mete a tu casa, a tu trabajo y hasta en tu cama. Pues está en todas las posibilidades sociales de relación y como el ser humano es un ser social, el poder se tornado implícito y explícito en su propio cuerpo. La publicidad, la confesión religiosa y hasta el ejercicio de la sexualidad, expresan una relación de lucha o sometimiento al poder.
La violencia del poder se expresa así, pasiva o activa y todo sujeto se le ha dado una mínima migaja de poder de decisión. Por eso la lucha de la hegemonía y contra hegemonía (poder contra-poder) en el sujeto político se expresa, construye y transforma en su propio cuerpo. Y me refiero a cuerpo en sus dos instancias. Cuerpo como instancia primera del sujeto (objetiva/ subjetiva, la psiquis -instancia del Yo). Y en su segunda instancia el cuerpo social, situación / condición político social, como sujeto colectivo (desocupado, pobre, homosexual, prostituta, trabajador). Por lo mismo la violencia del poder hegemónico y su resistencia o sometimiento, se expresará en primera instancia en su propio cuerpo. En relación y comparación con “el cuerpo del otro” cercano, el otro próximo o el otro lejano. Allí radica la primera identidad corpórea por afinidad, diferencia o miedo racial, étnico, lengua, territorio, cultura.
LA CULTURA, EL PODER Y EL SUJETO POLÍTICO
La escuela, el trabajo como producción y fuerza laboral, la religión, la moral, la academia, el conocimiento, la sexualidad, el higienismo y cualquier otra expresión cultural. Son formas de reprimir y castigar cualquier pretensión liberadora del individuo o colectividad de la hegemonía del poder. Como dije más arriba la cultura hegemónica, se opone a cualquier praxis liberadora. Así terminamos con categorías como la “NORMALIZACIÓN” versus el desviado, el anormal. Son expresiones del poder hegemónico y la violencia simbólica que se ejerce sobre los anormales (las referencias corpóreas más visibles son los homosexuales, las prostitutas, los negros, los indígenas, los ignorantes que es casi símil de pobre) y las estructuras mentales que subyacen en esta violencia son más o menos las mismas en todas partes, que se haya impuesto la “normatividad heterosexista, racial y patriarcal ” impulsada por la tradición judío cristiana.
La cultura del cuerpo expresa de manera rotunda el ejercicio del poder hegemónico. Mi macho sometido al patriarcado que se reproduce en la voz de su madre, resignado a reconfigurarse como sujeto, por el matrimonio, la pareja, los hijos. También la madre silenciosa ante el grito del padre. O la adolescente en búsqueda compulsiva de un hombre para llenar sus vacíos emocionales. O el indígena que se presenta ante el cuartel porque es la manera “NORMAL” de hacerse hombre. Cuánto de eso fue decisión y cuanto fue el poder hegemónico exigiéndoles con cumplir las normas sociales.
Aquí toma fuerza las teorías de Foucault, el mismo como homosexual expuso su vida, para poner en su propia experiencia la exclusión y discriminación e interés por estos temas. El hecho que se cite constantemente el pensamiento de Foucault y se olvide de mencionar su “praxis sexual diferente” es una forma de reproducir el discurso hegemónico. Como si fuera posible separar el cuerpo del pensamiento.
Como si el pensamiento fuera por un lado y no se expresara de forma consciente e inconsciente en la praxis corpórea. Foucault lo sabía y por eso tenía expresiones sociales de radicalidad y exposición a conductas de riesgo social – académico, que el sabía podía ejercerlas a diferencia de otros. “No, no estoy donde ustedes tratan de descubrirme sino aquí, desde donde los miro riendo”. Diría en algún momento.
LA CONSTRUCCIÓN DEL NUEVO SUJETO POLÍTICO
El primer problema en la construcción del nuevo sujeto político, es reconocerse como producto/ objeto de un colectivo particular que se auto percibe como universal, estable, con praxis reconocida y pretensión unificadora y hegemonizante. No es tarea fácil. Algunos más y otros menos irán construyendo su transformación en la praxis. El nuevo sujeto político en construcción, no ingresa a este prefigurado, con coordenadas precisas o exactas, sino más bien se reconoce y construye mientras avanza. Por lo mismo es complicado y difícil exigirle establecer articulaciones y alianzas solidas, en el proceso de creación del poder “contra hegemónico”. La tarea es difícil y muchos se perderán en el intento.
Otro problema en la lucha por la contra- hegemónico o nuevo poder. Sería el verticalismo y autoritarismo (1) dentro del mismo proceso de construcción. Expresada de forma abierta o simbólica que se reproducirán en estos nuevos espacios de poder. Las dirigencia y su copamiento ideológico; creer que ya todo está programado desde arriba. Que el militante no tiene espacio para interrogar u objetar.
Por lo mismo no existe la praxis – acción, ni la preocupación de convencer de la necesidad de cambio.
El segundo traspiés es considerar a los excedentes, excluidos y sujetos políticos en construcción como manipulables. Reducirlos a vasos comunicantes o panfletos en movimiento (2). Por eso la desidia de los militantes de algunas demandas sociales. Sienten que solo existen para sostener lo ya programando. Igualmente podemos decir de las teorías o estrategias que sostiene la construcción del poder “contra- hegemónico“ y del nuevo sujeto político. Pues estas no responden a la realidad y no tiene correlato con la praxis y las expectativas inmediatas. Dejando al final una desilusión y desgaste de la militancia.
El tercer punto sería una falta de análisis de la situación concreta, subestimar al poder hegemónico, y sobrestimar las potencialidades (individuales y colectivas, ya expliqué que todo pasa por el cuerpo). Creer que nuestro entusiasmo basta, lleva a confundir el estado de ánimo del militante radical con el escepticismo de los militantes de base o de los sectores menos politizados (3) (los homosexuales activos, los triciclistas, las contrabandistas, las prostitutas, etc.).
CONCLUSIONES E INTERROGANTES
El sujeto político hegemónico tiene muchas formas de expresarse, reprimir y mantenerse en el poder. En contraste con el nuevo sujeto político en construcción. Y sobre todo que este último tiene “dificultades para reconocerse en la diferencia o las demandas del otro”. Solo cuando venza este último escollo es que podrá articular una demanda que desborde su territorio corpóreo para reconocerse en el territorio corpóreo del otro. Mi demanda es tan válida como la tuya, entonces se habrá dado el primer paso.
El hecho que me sienta en la necesidad de escribir sobre el sujeto político el tener en la agenda electoral las demandas de las lesbianas, travestis, homosexuales y bisexuales, es un avance significativo. Pero ¿cuánto costo, cuánto tiempo invertimos para llegar a configurarnos como sujetos politicos? Eso también debe ser parte de la reflexión. ¿Cuántos murieron en el camino, cuántas victimas tiene el éxito político de incorporar nuestras demandas en la agenda electoral? ¿Cuánto hay realmente que celebrar? Varios ya apuestan por el mal menor. Pero solo eso, el mal menor. ¿Cuánto nos falta para constituirnos para como los nuevos sujetos políticos, capaces de quebrar el modelo actual? ¿Lograremos tener una agenda propia o continuaremos condicionados a los recursos de la cooperación internacional? Y nuestra alianza con otros excluidos del modelo hegemónico estado- nación, ¿se fortalecerá o terminaremos convirtiéndolos en furgón de cola de nuestras demandas? ¿Bastará con tener un representante en el Congreso? Habrá que ver las experiencias análogas, ¿les bastó a los quechuas – aymaras con tener un representante en el poder, no para negociar una cuota de poder sino para transformar el poder hegemónico? Confieso de parte, que las interrogantes aplastan, pero no para amilanar sino para estar expectante y no subestimar al poder hegemónico, ni sobreestimar nuestras capacidades. Reconociéndonos en un contexto histórico espacio- tiempo, determinado.
NOTAS:
1. En nuestra realidad cercana el monopolio ejercido por los políticos que sacan como magos el tema étnico y aglutinan masas cada vez que hay elecciones, pero se olvidan del mismo una vez están en el ejercicio del poder. O las ONGs y sus técnicos que creen que tienen la respuesta y solución a las demandas de las minorías sexuales. O la invisibilidad sistemática a los liderazgos naturales de las organizaciones populares.
2. Los talleres, capacitaciones y otras estrategias de las ONGs que convierten a sus usuarios en convidados de piedra. También el academicismo barato (y no me refiero a costos) que espera dar lecciones de paporreta. O la pérdida y desgaste de tiempo en definir la ruta de la marchas gay. Tres meses de discusiones virtuales que dan poco resultado en la praxis.
3. Las ordenanzas contra la discriminación en varias regiones del país peor sin una repercusión en el ejercicio del poder. O el impulso para la creación de organizaciones que surgieron y desaparecieron pues su agenda tiende a ser inmediata, de sobrevivencia, desocupación laboral, frustración social, vacios emocionales o la necesidad de ser parte de algo.
Por Jesús Alegría Argomedo
Solo bailarín
A partir de algunas breves citas a
Marta Harnecker, Antonio Gramsci, Louis Althusser y Michel Foucault
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