“Nadie hasta ahora ha determinado lo que puede un cuerpo”[1] (Spinoza)
Dice Simone de Beauvoir en el cuento La edad de la discreción (…) “¿Mi reloj está parado? No. Pero las agujas no dan la sensación de girar. No mirarlas. Pensar en otra cosa, en cualquier cosa: en este día detrás de mí, tranquilo y cotidiano, a pesar de la agitación de la espera”.[2] Efectivamente ese el cuerpo de mujer que le interesa a la modernidad desde la concepción de cuerpo máquina, útil para lo otro, un cuerpo condicionado por el deseo, que de acuerdo a la dialéctica del amo y del esclavo, desea deseos.
¿Nos atreveríamos a vivir y hablar del cuerpo ya no desde (…) una fraseología equilibrada como es la ciencia y la filosofía sino incluso hasta como dice Gerardo de la Fuente Lora, desde la “virulencia de sus fantasmas”?[3] ¿Nos atrevemos hablar desde la cuerpa?[4] Incluso propongo no hablar de cuerpo, como entidad unívoca, dado que corremos el riesgo en que se quede en el imaginario como posibilidad abstracta y no como abanico de posibilidades, por lo que mejor hablar desde lo plural, es decir cuerpos, cuerpas y también la apuesta para este texto es no sólo dar cuenta de estos, sino desde la subjetividad, ponerlo.
Percibida con deleite, dice Edgar Allan García “(…) la carne humana es mórbida, dúctil, húmeda, afelpada y aromática; pero es también el reino de los placeres efímeros, de las sensaciones inciertas, de poderosos estímulos que al mismo tiempo que nos exaltan, nos afligen o desconciertan, de ahí el temor ante sus apetitos y dolencias, así como ante sus súbitos raptos y derrumbes[5]: en la carne hay violencia y erotismo. Tabúes que le dan un olor deliciosamente ácido y perturbador al acto de vivir.
Por ejemplo, desde el surrealismo se ha afirmado que es posible romper el cerco del sentido, de la razón, mediante la irrupción en los dominios prohibidos del sueño, el inconsciente y el sexo. Particularmente en el sexo, o dicho propiamente –en el erotismo- se liberan las vastas regiones de la experiencia exiladas en las profundidades de la realidad, sin embargo, no podemos hablar de un cuerpo humano desgenerizado, sino como bien apuntó Monique Wittig: “(…) masculino/femenino, varón/mujer son categorías que ocultan las diferencias que se crean dentro de un orden económico, político, ideológico”.[6] Por ello en este sistema heteronormativo, un grupo, el de los varones, establece divisiones jerárquicas que tienen un impacto simbólico y directo sobre el cuerpo de las mujeres.
Podríamos horas discutir sobre el patriarcado, androcentrismo y la misógina, pero… ¿Qué tal si revisamos la mayoría del material literario que se produce y dirige al horrorosamente llamado público femenino? Ahí están algunas claves, donde los cuerpos siguen reproduciéndose normados, monógamos, amorosos y siempre ligando al deseo/pasión/ intimidad como una conexión y clave para pretender vivir el bien supremo de la felicidad y el goce femenino; ahí es donde el dispositivo de control se “(…) ejerce desde ámbitos de poder y posiciona a uno de los cuerpos e identidades al servicio del otro”.[7] Por ello, tal y como señaló desde el feminismo radical Kate Millet: El dominio sexual es la ideología más profundamente arraigada a la que se halla nuestra cultura.
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El marketing romántico intenta no revelar las cuerdas de la subordinación, como claramente proponía Simone de Beauvoir en La mujer rota, sino ahora la disfraza de sexo y humedad –por ejemplo- a través del boom de la literatura actual: Cincuenta sombras de grey de Erika Leonard James o mejor conocida como E. L. James.
Mucho se ha dicho de esta novela, sin embargo, para los propósitos de nuestro trabajo, retomo la propuesta del texto de Eva Illouz “Erotismo de autoayuda: cincuenta sombras de grey y el nuevo orden romántico” que es contundente. Ella señala que se trata de un bet sellers que propone “(…) al BDSM como una fantasía cultural más que sexual, porque trasciende de las tensiones de las relaciones sexuales y funciona como una categoría de autoayuda, una receta para una mejor vida sexual y romántica”[8] lo que implica que la apuesta de la nueva novela romántica es instalarse, primero en una esfera del anhelo para después, ser la búsqueda del “ideal” que por supuesto desde el ámbito de lo privado/doméstico, cubra todas las “necesidades” de la mujer moderna a la “Cosmopolitan”; los electrodomésticos o los mimos del diez de mayo ya no son suficientes, ni siquiera los besos tiernos y la “ayuda” en casa, sino en el camino del siglo XXI donde se propugna por la “recuperación del cuerpo”, se pretende armonizar a un “nuevo” príncipe azul, que en lugar de regalar flores, ofrezca “sexo rudo”; un príncipe que sigue siendo el cliché del rico y estereotipado para hacer suspirar a algunas chicas arremolinadas que en el cine escuchan: “Quiero que, cada vez que te muevas mañana, recuerdes que he estado dentro de ti. Solo yo, eres mía”.[9] Un contrato que rebasa el juego sexual para instaurarse como ya desde hace siglos, en condimentos del amor romántico: entrega incondicional, sacrificio, sufrimiento como fuente de más amor.
Y vuelvo a citar: “La Sumisa acepta al Amo como su dueño y entiende que ahora es de su propiedad y que está a su disposición cuando al Amo le plazca…”[10]
Pero no nos escandalicemos, esta novela está acorde al modo social en que lxs humanxs realizan contratos. En la naturaleza del pacto[11] hobbeseano –por ejemplo- hay un acuerdo de voluntades que se obligan en virtud del mismo, bajo la hipótesis de dejar la supuesta “guerra de todos contra todos» o el homo homini lupus. Ahora, permítanme hacer un traslado en el símil del discurso amoroso dado que observamos “al amor” como parte de la justificación de una necesidad de Estado: Se trata de una persona que se resguarda a través del miedo de estar consigo misma, sin el tutelaje de nadie, y por ello desenvolverse tan, pero tan libre, en pensamientos y acciones que puede vivir según la mirada victoriana con “despilfarros y libertinaje sexual” que en ningún modo se desea, por lo que “decide”, en un acto de adaptación social, sustraerse en determinados derechos y entregarlos a una instancia superior creada por este, “el amor” que le asegurará a través de la persona que porte tal estatuto, su “adecuada” supervivencia.
Sigue siendo, como apunta nuestra querida Kate Millet “(…) El concepto de amor romántico un instrumento de manipulación emocional que el macho puede explotar libremente, ya que el amor es la única condición bajo la que se autoriza ideológicamente la actividad sexual de la hembra”.[12]
Hablemos de feminismos, insisto feminismos (plural), porque no es sólo el feminismo ilustrado (históricamente hablando) quien podría empezar a darnos alternativas y preguntas abiertas, sino desde diferentes espacios y contextos, las mujeres, sus palabras y sus cuerpos, han dado un paso que va más allá de la rebeldía, o el espíritu revolucionario o insurrecto, sino desde la desobediencia y una afrenta disidente, construyen actos concretos de libertad, apuestan desde diversos modos, cuestionar la colonización del deseo y construir desde otros imaginarios, desde las periferias y las marginalidades, una auto-gestión de sus afectos y con ello transgredir.
Hemos de definir transgresión al modo de Georges Bataille, un espacio soberano donde se disloca el “mundo de las cosas” de seres cerrados y útiles que el trabajo y el sentido constituyen… desgarramiento de identidad, ruptura de los órdenes y los espacios.[13] La transgresión “(…) no es colocarse más allá de la ley, sino en la ley misma, en los linderos de lo tolerable, donde se experimenta la extinción de todo orden, de toda identidad.”[14]
Y si a esta postura le sumamos la del Observatorio de la Transgresión Feminista que señala:
‘Las petateras entendemos la transgresión como el rechazo activo y desafiante de los poderes y las instituciones patriarcales, que ponen en riesgo a la humanidad y a todos los seres vivientes, desde la práctica y la teoría feminista. Es el fortalecimiento del poder colectivo, a partir del reconocimiento y del poder individual de todas las mujeres. Es la integración de un nuevo tejido social basado en la autonomía, la igualdad en la diversidad, las prácticas de poder democráticas y liberadoras y la existencia de estados garantes de los derechos humanos.'[15]
El resultado es, mujeres que han dejado de ser ella (que alguna vez tú, yo, lo fuimos) para ser nosotras, las que vomitamos la tierra androcentrista, porque supimos que alguna vez estuvimos ahí. Detesto las posiciones corporales del cortejo amoroso-sexual, generalmente ella mirando hacia arriba, contra la pared, sujeta desde la cintura, arrinconada, tomada; ella caminando atrás, o del lado izquierdo de la acera, para ser resguardada y protegida; ella tomando la mano de un susodicho para bajar del bus; ella escuchando palabras bonitas, con paquete de diminutivos incluidos; ella infantilizada e inutilizada; ella con faja, y maquillándose la celulitis; ella espera en la cama, con las piernas cerradas y temblando -apenas se mueve-; ella, asesinada por decirle no “al pretendiente ansioso”; ella que se volvió esposa, porque tenía mucha pena de desear a su amiga; ella que odiaba su cuerpo, y llamaba a las otras “zorras”; ella, ellas, ahora se transforman en nosotras, y estas nosotras, nuestras… nos forjamos fuertes.
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Denunciamos y nos reconstruimos poco a poco. Con claridad acompañamos la reflexión de Silvia Federici sobre la idea de que el control que el capitalismo ejerce sobre el cuerpo de la mujer, es la fuente de su riqueza de acumulación.[16] Sin nuestro cuerpo no hay capitalismo. Entonces ¿se lo arrebatamos?
Pasemos de los manualitos de auto ayuda erótica a las construcciones con la cuerpa independiente, a través del hágaselo usted misma.
Atendiendo el campo específico de la literatura, este ha sido un espacio de desenvolvimiento y construcción de más de cuarto propio, sino pregúntenle sólo por tomar algunos ejemplos a George Sand, Colette, Simone de Beauvoir, Francoise Sagan, Marguerite Yourcenar, Marguerite Duras, Violette Leduc, Elfriede Jelinek, Catherine Millet, Valerie Tasso, Virgine Despentes, y … ¿las latinoamericanas? Ahí están también, Victoria Santa Cruz, Clarice Lispector, Cristina Peri Rossi, Rosa María Roffiel, Alejandra Pizarnik, Gioconda Belli, Yolanda Oreamuno, Julia de Burgos y muchísimos más etcéteras que no terminaríamos ni en treinta escritos de nombrarlas, y aún con la pretendida invisibilización que quieren imponer sobre nosotras.
¿Nos tienen miedo? Sí. Escribir, coger, tomar el cuerpo, y pensar hermanadas a las ancestras Artemisa, Circe, Cloto, Gorgona, Amazonas descendientes de Ares y Harmonia, Lilith, Arpia, Medusa, Coyolxauhqui, Kalí o Súcubo nos convierte en deliciosamente locas, malas y peligrosas.
Y… si ¿Desconfiamos del amor para liberar el deseo como propone Orlando Esquizo siguiendo a Deleuze? Podríamos también ¿Estallar el cuerpo estereotipado que se exige de nosotras y disfrutar de nuestras carnes, pliegues y hendiduras sin esperar el ojo colonizado de nadie? ¿Sería posible cuestionar el régimen heterosexual creando colectividades lúdicas que comienzan con nuestras introspecciones?
Todas estas, estrategias de autodefensa feminista, nos dislocan de ser cuerpo cogible, para convertirnos en una cuerpa cogiendo.
Sin embargo, hagamos una pauta de reflexión. No estoy proponiendo el follar como camino en sí de salvación de la cuerpa feminista, porque caeríamos en la falacia que nos hace notar el compa calvo Michel Foucault, que cuando hablamos de sexo, lo hacemos para no hablar de sexo, es decir, anhelamos a la mujer sexualizada, siempre húmeda y dispuesta, pero… cuando un día de modo efectivo, nos encontramos con esta, le huimos, tememos, juzgamos. Queremos una puta, pero la soberana puta, esa Madame Eduarda, no le interesa que la mires o la desees, no está ahí para tu paja, sino se trata de mujeres que destruyen con sus ideas y actos el discurso normativo y moralizador del sexo.
Si soy feminista –por ejemplo- algunas feministas hablan de las implicaciones ideológicas patriarcales de sostener relaciones sexuales con varones: “les dan servicios sexuales no remunerados” dicen algunas, “dejamos de ser personas para convertirnos en objetos y ser usadas” dicen otras. Entiendo el argumento y estoy absolutamente de acuerdo en la entraña de la crítica… Muches seguimos con un bichote patriarcal en nuestras venas, pero cuando alguien sostiene el temerario “deberías” un cosquilleo incómodo me acosa… ¿Me vas regañar porque a veces me nombro pansexual y no lesbiana? También he leído a Monique Wittig y a Julieta Paredes y estoy muy muy de acuerdo con ambas, sin embargo ¿Y si no hubiese sido así? ¿Si me llamara Petra y trabajara en un mercado vendiendo fruta, casada y con tres hijas y no tuviera las condiciones de privilegio de ser universitaria, me nombrarías pobrecita monógama heteronormada?
Para aprender a desaprender ¿Qué estrategias de abrazo y acompañamiento lúdicamente podemos construir? Si tengo treinta y ocho años y hablo desde el lugar de mi experiencia ¿es necesario te jactes de gritar y nombrarme adulto-centrista?
Ni tú, ni yo necesitamos justificarnos, también cuestiono las categorías opresoras, también las verbeneo en el caldero de los flujos y desde ahí, desde acá cuestiono:
¿Puedo reprochar el cine de Despentes o de Catherine Brelliat que muestran mujeres que conscientemente juegan a ser objetos de deseo y ahí encuentran su satisfacción? ¿Debo censurarme porque me excita mucho, mucho, cierto tipo de porno y alguna vez he disfrutado del bukake?
¿Puedo juzgar a Jellinek o Catherine Millet por hablar desde la sordidez y la obscena brutalidad de mujeres que en la fascinación disfrutan de coger con camioneros, hombres desconocidos en tabernas, elocuentes patusse, donde no importa el nombre sino las humedades? ¿No me puedo llamar feminista radical porque me gusta chupársela a un humano barbón que ni siquiera se reivindica hombre?
¿De veras las trabajadoras del sexo están todas alienadas y son víctimas[17]? ¿María que trabaja en la calle ocho necesita ayuda urgente porque le encanta ganar “su dinerito” como ella dice con el sudor de su coño? ¿no podemos respetar su autoafirmación? ¿Puedo ser una feminista abortista como lo soy, pero no tener sexo casual con desconocidos?
Pienso de pronto en la propuesta de la película de Irina Palm (Una dama sin pudor)[18] que me parece desparpajadamente liberadora: Maggie, una abuela preocupada por ayudar económicamente a su nieto gravemente enfermo, conoce a través de un anuncio la solicitud de una dama de compañía, esa dama y esa compañía, escandalizarán a su vecindario y la colocará a ella en una posición de no ser sólo la mujer más solicitada del club erótico, sino le da un vuelco a su vida.
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¿Hay un modo univoco y feministamente correcto de coger?
El feminismo pro-sexo radical que pienso y práctico, dice que NO. Detesta las imposiciones moralistas vengan de donde vengan.
Si lo personal es político y el cuerpo efectivamente es mío, vayamos entonces desmontando no sólo las categorías de análisis o haciendo –como les encanta a las feministas académicas- largos estudios descriptivos de la violencia contra las mujeres, sino también desde la reflexión crítica y la agudeza de analizar con desparpajo y seriedad (parece oxímoron) nuestras formas de proceder, pensar y sentir; sin embargo los horrores (no negables) de los que nos enteramos e involucramos nos podrían hacer pasar (no afirmo, sino pregunto) de un sexo patriarcal a un encuentro sexual higienizado, donde ya no queremos ser putas, ni que nos chupen con fuerza las tetas o coger de “a perrito”, porque esto –aludiendo a la falacia de la generalización- nos coloca en detrimento sexual.
¿Cómo seríamos feministas con humedad de coño, de manos, palabra y escritura para hacer a nuestro modo y sin presiones, nuestra propia historia?
Y no, no soy ni monógama, ni heterosexual, y aborrezco la simplicidad de los binarismos, entiendo que ambas son categorías de régimen económico y político, una homogenización que no se decide y que es “(…) como toda hegemonía, es un régimen. Por la calle nadie grita “chau, heterosexual”, pero a la marica, a la torta, a la puta, sí se lo gritan”[19] dice Mabel Bellucci.
¿EXHIBICIONISMO O INTROSPECCIÓN?
Hace muchísimos años ya, participé en un chat (de los que antes abundaban en los Yahoo grupos) para involucrarme como voluntaria en un casting para una película que se prometía como “porno conceptual-alternativo” (hoy el post-porno reclamaría su copyleft) seguramente ya sabrán la historia: más de treinta fervientes varones y apenas cuatro mujeres, de las cuales en el día y la hora del face a face, sólo llegaron dos, una amiga de lxs directores y yo. Ellos, sí, sí, muchos, pero después de algunos vaivenes dignos de narrarse en otra historia, nos fuimos al lugar de encuentro catorce personas. Incluso se quedó en ciernes una historia cuasi poliamorosa, que algún otro día platicaré.
No. En está ocasión no hubo orgía (la mayoría de ellos tristemente heterosexuales) ni gang bang (que no es precisamente mi espacio de interés) sino una exhibición donde con el compa amado que me acompañaba, dimos una gritona función.
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Es probable haya dos posturas entre ustedes al leerme: quienes piensen por un lado, en las posibilidades acuosas de la imaginación porno; y quienes por su parte, me acusen (en mi inconciencia) de haber sido usada sexualmente por muchos hijos del patriarcado. Decepcionaré a ambos. No fui, ni soy, la sexy Mata Hari y tampoco la víctima de nadie. Se trató -permítanme nombrarlo- de un espacio de soberanía del cuerpo a través de su transgresión.
Mostrar mis carnes sueltas, poco estereotipadas y sí muy resbalosas y gimientes me permitieron no sólo verme al estilo del viaje astral o desdoblamiento corporal, sino de un intenso proceso de introspección que me posicionó en mi autonomía o como dice el Bataille “(…) cada cosa que tiene un rostro manifiesto posee también uno oculto”.[20] No eran las ocho personas mironas, una metida en el proceso técnico y otro más en la filmación, no éramos el compa y yo con frenéticos movimientos, sino éramos más que unos parias haciéndose una chaqueta colectiva, una mezcla de sordidez, catarsis y sencilla genitalidad.
¡Celebré la vida! No era sólo la reafirmación de mi yo, o la lógica de la auto-querencia, sino un descentrar del acto erótico; estar ahí y dejarme caer, desestructurar mis pulsiones y verme en un espejo de espejos; deseante y deseosa, sola en el despliegue del movimiento, y múltiplemente acompañada como objeto/sujeto de deseo. Precisamente los ojos eran eso, sujetos/objeto, que desde ese día y muchos otros días más, me permitieron comprender, que las transgresiones -otra vez -al modo de Bataille, no rompen reglas, sino las superan, es una mezcla de eso que somos y porque somos nos atrevemos a negar, a destruir.
Ahí asumí que no tengo una hipóstasis,[21] sino construyo muchos puntos de fuga, y el encuentro erótico es uno de ellos, porque también hago teoría desde mi cuerpa.
Soy gorda, fea y sesuda[22]. Brindo con mi copa menstrual y riego con ella mis plantitas; tengo el cabello rojo y no sólo en el flequillo sino en la axila; me meto zanahorias, dildos y plumones, porque me encanta la penetración; estimulo constantemente mi granito de maíz, porque me fascina “venirme” clitorianamente. Cuando me nombro puta[23] y/o libertina[24] es porque tengo gustos viciosos y me entrego a veces más, a veces menos, a muchos tipos de placeres.[25]
La ética, nos dice Foucault, es la parte reflexiva de la libertad y ésta se practica desde diversos y concretos actos. El ethos implica el cuidado de sí, pero también la relación con lxs otrxs, por ello en ese vaivén de soberanías, comparto mis eyaculaciones, practico tríos sexuales, soy una ávida buscadora del lenguaje sexual políticamente incorrecto, tengo varios arnés para jugar al pegging, se me da de vez en cuando autagonistofilia[26], el candaulismo, la coitolalía, y rara vez digo que no a una abundante ducha dorada, tengo una impostura política sobre el BDSM y a veces soy ama, otras esclava, por cierto… me encantan la estética de los nudos.
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¡Caray! Cómo admiro a Cecilia Westbrook,[27] una doctora de la Universidad de Wisconsin, que ha utilizado su propia flora vaginal para crear un yogurt. ¡Mmm! Como se antoja toda la sabrosa comida que alimenta y nutre sin dañar a nadie (por cierto se llama filosofía vegana).
No soy coitocentrista, sino vulvocentrista, ahí sí tengo mis dogmas, una concha peluda que me salió muy demandante y hasta eso… ¡wow! ¡Y qué placer, el a veces no tener placer ni encuentro erótico! mis cinco minutos de asceta, el no besar y el estar conmigo, estando sola y sollozando, estando sola y rascándome el ombligo.
¿Una filosofía porcina? Eso dirían algunos estoicos ante la maravillosa avanzada del hedonismo. Dicen que es goce grosero, bestial, trivial, y pensé de inmediato: Sí, sí, yo quiero. Pero… ¡Ah! No, puras patrañas de los pre-cristianos, que constituía por lo menos para mí, propaganda fascinante.
Aun así, que elementos tan interesantes propone el compa Epicuro y muchxs compinches: Igualdad entre hombres y mujeres y acceso libre a la enseñanza y el debate filosófico, placer, construcción de comunidad y el nosotrxs, ateísmo, trabajo sobre la dietética y aritmética de los deseos, la lucha contra el sufrimiento, búsqueda de la ataraxia (que tanto me hace falta) muerte de la muerte y por supuesto a los miedos… y etc., etc.
El hedonismo es una actitud ante la vida. Es una filosofía vital, y sí soy una puerca que también tiene un goce grosero pero reflexivo.
Por ello, en esta ocasión, solo por esta ocasión, no abundaré sobre el corrillo de brujas y unas a otras dándonos placer, sino también como estrategia, y siguiendo a Deleuze o a Marcela Lagarde me parece también importante proponer nuestras “vacuolas de soledad y de silencio”
La soledad desde Lagarde se define “(…) como el tiempo, el espacio, el estado donde no hay otros que actúan como intermediarios con nosotras mismas. La soledad es un espacio necesario para ejercer los derechos autónomos de la persona y para tener experiencias en las que no participan de manera directa otras personas”.[28]
Hablo de que también, es necesario sustraerse, estar a solas y guardar silencio;[29] el silencio ayuda a dar sentido, a auto-escucharnos, a tener una escucha pausada, no es un silencio sufriente, impuesto o de censura, sino uno que genera auto-amistad, una herramienta poderosísima, que responde de otros modos a la pregunta por el buen vivir.
{destacado-6}
Sé que es particularmente complicado, si tenemos subtítulos hasta por los ojos, cuando la piel grita y la verborrea es el alimento de medio día, pero éste no es un silencio, ni por asomo permanente, sino que intenta ser clarificador, es un momento, un respiro, pues, sin pausas, sin auto abrazos en solitario, y sin ser extranjera en mí, es complicado, cada vez más complicado, regresar a proponer acciones colectivas, pensamientos plurales, a compartirse, si no hay un recogimiento, dos palabras y mucha escucha.
Termino citando a una compañera chula de la vida. Ericka Medina:
‘Puedes intercambiar el término «realidad» por cualquier otro concepto teórico-filosófico, pero si no se modifican la sillita incómoda y el vasito con agua, no estás deconstruyendo un carajo. A esto me refiero cuando afirmo que no es suficiente con yuxtaponer palabras, ni desgenerar el lenguaje, si en lo concretísimo de los actos cotidianos que alimentan tus relaciones sociales cotidianas no hay deconstrucción (yo agrego, destrucción) alguna, y si esos actos no se encuentran proyectados hacia un horizonte político-organizativo antisistémico, no son más que bonitos discursos intelectuales que aderezan y sostienen «la realidad» que pretenden modificar’ [30].
Hoy me nombro y nombro a muchas: Insumisas hedonistas, brujas feministas, autogestoras, buscando modos de una y otra vez destruir el deseo colonizado. En el camino bailando y cogiendo andamos, con sus respectivas pausas, pero siempre, siempre autónomas o por lo menos, intentándolo.
Pd. Es la primera vez en los seis meses de la desaparición de nuestros 43 normalistas, que no estoy en una marcha por estar ahora acá, con ustedes, pero mi memoria no cesa, no obvia, no abandona y no sólo nos faltan los 43, nos faltan lxs miles de desaparecidxs, secuestrdxs, asesinadxs, nos faltan a quienes entre vorágine de nuevas muertes, nuevas noticias, el olvido los deja en tercera plana.
Cada día asesinan a siete mujeres solo por ser mujeres. Se llama feminicidio.
NOTAS
[1] La cita completa señala: Y el hecho es que nadie, hasta ahora, ha determinado lo que puede el cuerpo, es decir, a nadie ha enseñado la experiencia, hasta ahora, qué es lo que puede hacer el cuerpo en virtud de las solas leyes de su naturaleza, considerada como puramente corpórea, y qué es lo que no puede hacer salvo que el alma lo determine, en Spinoza, Baruch, Ética demostrada según el orden geométrico, Escolio de la Proposición 13, de la tercera parte, Fondo de Cultura Económica, México, 2015. p, 115.
[2] Beauvoir Simone, La edad de la discreción, Random House Mondadori, México, 2006.
[3] De la Fuente Lora Gerardo, Flores Farfán Leticia, “El erotismo y la constitución de agentes transformadores”, Tesis de Licenciatura en Filosofía, Unam, México, 1984, p, 96.
[4] La propuesta de introducción como categoría política la encontramos en los textos de Karina Vergara. Sugiero revisar para comenzar http://www.mujeresnet.info/2014/04-05/apuntes-sobre-la-cuerpa-lesbiana.html
[5] Tomado de: http://www.chasque.net/frontpage/relacion/9904/por_otra_parte.htm
[6] Wittig Monique, El pensamiento heterosexual y otros ensayos, Egales, España, 2005.
[7] Mogrovejo Norma, La femineidad, construcción perversa de la masculinidad, tomado de: http://seminariodefeminismonuestroamericano.blogspot.mx/2013/01/la-femineidad-construccion-perversa-de.html
[8] Illouz Eva, Erotismo de autoayuda: cincuenta sombras de grey y el nuevo orden romántico, Kats editores, Buenos Aires, Madrid, 2014, p, 43.
[9] E. L. James, Cincuenta sombras de Grey, En la piel de grey, capítulo 6.4, Grijalbo, 2014, pp.514.
[10] En el Capítulo 11 Cincuenta sombras de Grey es donde se firma el Contrato entre Christian Grey y Anastasia.
[11] Aún no se le llama contrato, el término será posteriormente introducido por Jean-Jacques Rousseau.
[12] Millet, Kate, Política sexual, Aguilar, México, 1975, p, 50.
[13] De la Fuente Lora Gerardo, Flores Farfán Leticia, “El erotismo y la constitución de agentes transformadores”, Tesis de Licenciatura en Filosofía, Ídem, p, 56.
[14] Mier Raymundo, Bataille: Erotismo y transgresión tomado de: http://www.jornada.unam.mx/2001/01/04/ls-bataille.html
[15] Observatorio de la Transgresión Feminista, tomado de: http://www.petateras.org/observatorio.html
[16]Federeci Silva, “El cuerpo de la mujer es la última frontera del capitalismo” en http://www.eldiario.es/norte/euskadi/cuerpo-mujer-ultima-frontera-capitalismo_0_260374735.html
[17] Subvertir el significado de la categoría «puta», despojándola de sus contenidos patriarcales –mujeres «malas», sin deseos propios, «objetos» al servicio de los deseos sexuales masculinos– y reivindicarla resaltando la capacidad de autoafirmación, de autonomía y de libertad que las trabajadoras sexuales tienen es un acto de afirmación feminista de primer orden. Pero para ello es necesario huir de fundamentalismos ideológicos y de las grandes abstracciones para ver y apoyar las estrategias concretas que este sector de mujeres utiliza para autoafirmarse en un mundo que no es, ni mucho menos, ideal. Es necesario, también, cuestionar la simplicidad de que las cosas malas que les pasan a las mujeres se deben, exclusivamente, a la maldad de los hombres y de su sexualidad. Tomado de: Arauzo Veronika, Trasfeminismos: Epistemes, fricciones y flujos, Txalaparta, España, 2013 p, 120. http://www.txalaparta.eus/documentos/libros/doc/524/transfeminismoszatia.pdf
[18] Garbarski Sam, Una dama sin pudor, Reino Unido, 2007, Guion: Sam Garbarski, Philippe Blasband, Martin Herron, Fotografía: Christophe Beaucarne, actuaciones de Marianne Faithfull, Miki Manojlovic, Kevin Bishop, Siobhan Hewlett, Dorka Gryllus, Jenny Agutter y Corey Burke.
[19] Belluci Mabel, Ser heterosexual no es una decisión personal, tomado de: http://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-266221-2015-02-16.html
[20] Bataille, Georges, Catecismo de Dianus, Taurus, 1987, p, 78.
[21] Hipóstasis es un término de origen griego usado a menudo, aunque imprecisamente, como equivalente de ser o sustancia, pero en tanto que realidad de la ontología. Puede traducirse como ‘ser de un modo verdadero’, ‘ser de un modo real’ o también ‘verdadera realidad’.
[22] Frase sustraída de la canción: Gorda y fea, del grupo, La tía Carmen, tomado de: https://www.youtube.com/watch?t=50&v=mvbBwjauVDM
[23] Bea Espejo nos adentra en Manifiesto Puta una visión inédita de la sexualidad, el género, la prostitución y la promiscuidad. Si hasta ahora la moral y las costumbres han servido para doblegar voluntades, tras este ensayo la sexualidad pasa a tener una dimensión inesperada. Los estigmas y discriminaciones, las persecuciones por sexo y el sentimiento de culpa son sustituidos por una percepción autocomplaciente y hedonista.
[24] La Sra. de Merteuil, en Las amistades peligrosas, de Laclos. Novela epistolar escrita por Pierre Choderlos de Laclos y publicada por primera vez en 1782. Se narra en ella el duelo perverso y libertino de dos miembros de la nobleza francesa a finales del siglo XVIII.
[25] No obstante, el vocablo en un principio designaba al hombre liberado de la esclavitud, ya que no debemos olvidar que su origen se forjó en la época de la antigüedad latina.
[26] La autagonistofilia consiste en sentir atracción por ser visto por otras personas durante el acto sexual.
[27] Tomado de: http://www.laverdad.es/gente-estilo/201502/16/mujer-fabrica-yogur-flujo-20150216121529.html
[28] Tomado de: http://www.mujerpalabra.net/frases/?p=462
[29] (…) atravesadas de palabras inútiles, de una cantidad demente de palabras e imágenes” Deleuze Gilles, Conversaciones, Valencia, Pre-Textos, España, 1995, p. 275.
[30] Tomado de: https://www.facebook.com/rayodeluzcegadora?fref=ufi
BIBLIOGRAFÍA
Arauzo Veronika, Trasfeminismos: Epistemes, fricciones y flujos, Txalaparta, España, 2013. http://www.txalaparta.eus/documentos/libros/doc/524/transfeminismoszatia.pdf
Bataille Georges, El erotismo, Tusquets, México, 1997.
———–, Catecismo de Dianus, Taurus, 1987, p, 78.
Beauvoir Simone, La edad de la discreción, Random House Mondadori, México, 2006
Belluci, Mabel, Ser heterosexual no es una decisión personal, tomado de: http://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-266221-2015-02-16.html
De la Fuente Lora Gerardo, Flores Farfán Leticia, “El erotismo y la constitución de agentes transformadores”, Tesis de Licenciatura en Filosofía, Unam, México, 1984.
Deleuze Gilles, Conversaciones, Valencia, Pre-Textos, España, 1995.
E. L. James, Cincuenta sombras de Grey, En la piel de grey, capítulo 6.4, Grijalbo, 2014, pp.514.
Federeci, Silva, “El cuerpo de la mujer es la última frontera del capitalismo”, en http://www.eldiario.es/norte/euskadi/cuerpo-mujer-ultima-frontera-capitalismo_0_260374735.html
Illouz Eva, Erotismo de autoayuda: cincuenta sombras de grey y el nuevo orden romántico, Kats editores, Buenos Aires, Madrid, 2014.
Millet, Kate, Política sexual, Aguilar, México, 1975.
Spinoza, Baruch, Ética demostrada según el orden geométrico, Escolio de la Proposición 13, de la tercera parte, Fondo de Cultura Económica, México, 2015.
Wittig Monique, El pensamiento heterosexual y otros ensayos, Egales, España, 2005.
Por Diana Marina Neri Arriaga
Versión resumida de ponencia presentada en el primer coloquio de las sexualidades prohibidas, Enah, 26 y 27 de marzo del 2015.