Tal como señaló Cornelius Castoriadis al visitar nuestro país en 1996, poco tiempo antes de morir, para que la humanidad pueda habitar una casa digna, “humana”, el único sistema político que es capaz de hacerlo es “un régimen de autonomía, es decir, de autogobierno colectivo, que trata de educar a los individuos también para que sean individuos autónomos”.
Y de esto se trata la autogestión, que se convierte en un concepto fundamental para un nuevo y reformulado movimiento político, social, cultural y económico de emancipación, basado en la libertad, los derechos humanos, la responsabilidad ecológica y la igualdad en la diversidad.
Vivimos en un mundo, en una sociedad sustentada en organizaciones. El problema, siguiendo a Humberto Maturana, es que en el sistema capitalista-estatal, las organizaciones están constituidas de tal manera que “ser persona es una impertinencia”, y las relaciones de trabajo no son sociales sino productivas, donde hay explotación de unos sobre otros para satisfacer los fines de los primeros. La gran apuesta de la autogestión apunta a que es posible crear organizaciones y sistemas organizaciones realmente sociales, en donde las personas puedan relacionarse “humanamente”.
Esta Memoria retoma lo que Antonio Colomer declarara en 1983:
“Un clamor universal se escucha en el mundo. La exigencia de una sociedad diferente que reemplace la avidez, la agresión, la competitividad, la obsesión consumista; un mundo en el que podamos autoorganizarnos y decidir por nosotros mismos; en donde la visión del otro como competidor y objeto de lucro, se sustituya por la del compañero con el que establecemos relaciones solidarias en un esfuerzo común. […] Queremos, al mismo tiempo, rastrear en nosotros y en nuestra memoria colectiva los gérmenes ya enraizados de ese futuro liberador, coincidimos en una búsqueda universal en donde tantos hombres y pueblos del planeta, por diversos campos, convergen. De ahí el incluir -pese a su peligro mítico- la palabra AUTOGESTION en nuestro título ya que se ha convertido en lugar de encuentro e identidad, de experiencias y teorías muy variadas”.
Otro elemento que suele pedírsele a una tesina como esta es el de la originalidad. Después de haber estudiado varios textos sobre autogestión, me da la impresión que lo “nuevo” de esta investigación podría ser, por un lado, el intento de contextualizar, de entregar la atmósfera en que se ha desarrollado el desenvolvimiento teórico y práctico de la autogestión. De esta manera, se ha buscado un análisis no aislado de los procesos sociales, lo que en términos modernos se conoce como “historiografía social”. El conocimiento del ambiente cultural, económico, científico, político, y artístico, da mayores elementos para entender el devenir de fenómenos sociales. En segundo lugar, me parece que otra característica peculiar de este trabajo es su visión ecléctica, barroca o sincrética, en cuanto a destacar la confluencia de varias corrientes que han alimentado o adherido a las ideas autogestionarias. Existen muchos libros que hacen aparecer a la autogestión como patrimonio exclusivo de tal o cual doctrina o ideología. Por el contrario, esta Memoria se inscribe en el ejemplo situacionista de fines de los sesentas y del movimiento alternativo de los ochentas. Por lo tanto, este proyecto se ubica en la línea seguida por pensadores que han hecho grandes esfuerzos por “liberar” a la autogestión de sus ataduras ideológicas, para vincularla más a los descubrimientos y avances de las ciencias. Por nombrar a los más recientes, estarían: Pierre Rosanvallon, Rene Lourau, Georges Lapassade, Fernando Savater, Murray Bookchin, Iván Ilich, Pierre Clastres, Félix Guattari, Cornelius Castoriadis, Amadeo Bertolo, Roberto Guiducci, Tomás Ibañez, Antonio Colomer, Cristian Ferrer, Franz Mintz, Luis Razeto, Manfred Max-Neef, Juan Espinosa, Martín Hopenhayn, Luis Weinstein, entre otros.
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