El arte es subjetivo y por lo tanto, siempre ha estado repleto de prejuicios, donde lo entendido como “buen gusto” se transforma en una idea banal y efímera de lo que en verdad significa el arte para cada persona. Hace unos días nos enteramos de una nueva idea surgida de las mentes brillantes que nos gobiernan en la actualidad: “Museo Arte de Luz”, suena bonito, no? Este proyecto busca convertir la ribera del río Mapocho en un museo al arte libre… hasta ahí todo bien, pero ¿qué pasará entonces con los graffitis que durante años han entregado color y vida a uno de los rincones más ocultos de Santiago?
Pero el problema va mucho más allá y radica precisamente en el entendimiento del arte, en cómo tú, yo y nosotros como sociedad entendemos y respetamos las distintas manifestaciones artísticas que nacen desde lo más profundo del ser humano, y son entregadas al mismo tiempo, con cariño y total desinterés al público. Todos los artistas han expuesto en el extranjero, en galerías de arte en Europa y Nueva York, siendo reconocidos por sus pares y por conocedores de arte de todo el mundo.
Catalina Rojas, Licenciada en Artes Plásticas de la Universidad Finis Terrae y una de las propulsoras de esta iniciativa, tampoco parece comprender cuál es el problema principal de esta “cultural” iniciativa. Nuestras queridas “mentes brillantes” no tomaron en cuenta los llamados o convocatorias legales que se hacen cada vez que se presenta un proyecto de esta envergadura.
“El Mapocho ya fue transformado en una galería de arte y todo aquel que quiera o crea pintar bien puede hacerlo con completa libertad, sin importar los murales ya existentes o la opinión de quienes desde hace años han intervenido con hermosas pinturas las murallas del río”,explica Pablo Sandoval, documentalista egresado de la carrera de Gestión en Turismo y Cultura de la Universidad de Valparaíso.
Si tú también has quedado sorprendido o simplemente has visto alguno de los miles de graffitis que repletan las calles de Santiago, debes tomar conciencia sobre la gran pérdida que significa convertir los pocos espacios de expresión artística que nos quedan, y convertirlos en lugares dirigidos a un público específico y limitado que no reconoce la belleza de una pintura, así como tampoco el trasfondo político o social que muchos de ellos logran retratar a la perfección, con sólo un par de brochas y algunos tarros de pintura.
¿Consideras justo entonces pasar a llevar pinturas que se han demorado meses en terminar, con magnitudes que superan los 100 metros de largo por unos 3 de alto, considerando que nadie te paga por hacerlo, y sin embargo te quedan hermosos?
Por Rayén Huaiquilaf
Fotografías extraídas de: cachandochile.files.wordpress.com/www.bitacoravirtual.cl/www.inconcientecolectivo.cl/sidemuestro.blogspot.com
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