Que la historia no se repite dos veces de la misma forma, es ya algo evidente. Lo menos obvio es su continuidad y la perpetuación de los intereses de clase en nuevos sujetos.
Cuando hoy vemos la irrupción de flagrantes manifestaciones del terrorismo de Estado, similares a las que vimos en dictadura. Nos sorprende constatar, como antes, el papel de los intelectuales del orden hegemónico que, como antes, están prestos a salir en defensa de un modelo antidemocrático de sociedad.
En su columna del domingo en El Mercurio (16/07/13), el profesor Peña nos muestra que la agresión de los grupos dominantes no es una acción circunscrita a la fuerza, sino también coordinada por un interés de recuperación de una preeminencia cultural, cuya actual debilidad amenaza los intereses de grandes consorcios económicos, y sus idearios, al levantarse firmemente una demanda por la educación pública.
En su artículo del domingo el profesor Peña, ha hecho una abstracta defensa de una autonomía universitaria que se supeditaría también al control interno de la vida universitaria. Tal como lo hacen los gendarmes y censores que tienen en la actualidad las nuevas universidades privadas, a cuyo consorcio sirve. El neoliberalismo postmoderno ha consagrado el fin de la historia como supuesto argumental. Ello explica que el profesor Peña no haga ningún análisis de la particular configuración de las universidades estatales latinoamericanas, ligadas desde sus inicios republicanos a la construcción de la nación y la ciudadanía. Nuestras universidades públicas han tenido un desarrollo instituyente, incluso antes del llamado “grito de Córdoba” que las ha ligado directamente a los movimientos sociales emancipatorios.
La violencia de las fuerzas policiales, que violaron derechos fundamentales al irrumpir con una represión masiva en la Casa Central de la Universidad de Chile, va de la mano de la agresividad de los intelectuales del orden hegemónico que buscan socavar no sólo el patrimonio simbólico de la Universidad Pública, si no el de doscientos años de construcción republicana.
Nuestra universidad ha jugado y juega un rol cultural, de educación ciudadana, que cristaliza alianzas pluralistas entre los más diversos sectores sociales y divergentes formas de pensamiento. Algo muy diferente al modelo de universidad privada neoliberal, sometida a la arbitrariedad de los intereses de los diversos grupos de poder y presión, que han encontrado en cada una de sus casas de estudios un espacio no sólo de lucrativo negocio sino de consolidación de su enorme control sobre la sociedad, lo que ha permitido la concentración desproporcionada de la riqueza en unos pocos, la condición precaria de los trabajadores y la nula garantía de los derechos sociales en nuestra constitución política.
En forma poco frecuente en él, el profesor Peña ha seguido en su febril ataque, escribiendo un nuevo artículo (19/06/13), que ahora firma como rector universitario. En él consagra que la externalización de un bien público, como es la formación universitaria, hace de la entidad que la administra una “universidad pública”, como si el Estado se pudiera homologar a cualquier grupo económico, como un propietario más. Su nueva intervención se suma al del economista Kaiser, que no tiene tapujos en provocar con su argumento “La educación no es un Derecho”. Ambas autores coinciden en desconocer la esencia del estado democrático, donde sólo a través la universidad pública se puede garantizar un derecho, no sólo a la representación los intereses diversos y plurales de la ciudadanía, sino también a hacer viable el pleno desarrollo del conocimiento y la sociedad.
Educado académicamente en dictadura, en un espacio neoconservador donde Jaime Guzmán era el líder indiscutido (Derecho UC), el profesor Peña es una muestra de cómo nuestro modelo de sociedad posibilita la inextricable trayectoria individual en un contexto dictatorial, donde un joven habitante de una comuna popular, que gozó se los beneficios de educarse un liceo público, termina siendo el defensor del estado oligárquico portaliano y rector de una universidad privada que lleva su nombre.
Rodrigo Sepúlveda
Académico Esc. Terapia Ocupacional
Facultad de Medicina
Universidad de Chile