El eslogan de los indignados Ocupantes de Wall Street (OWS) es sencillamente genial, desde el punto de vista mercadotécnico: «¡Somos 99%!»
En la época en que más cacarea la doble bancocracia del G-7 y la Otan su ficticia «democracia» –gracias a la atroz desinformación de los oligopolios multimediáticos globales/locales–, los OWS han desnudado la cruda verdad del modelo dominante mundial: el uno por ciento de la población mundial, que epitomiza la plutocracia global, ha sido el exclusivo segmento en haberse beneficiado de la desregulada globalización financierista que emergió desbocadamente en 1991 a consecuencia del vacío ideológico que originó la disolución de la URSS y generó el hoy caduco orden unipolar estadunidense.
La revuelta ciudadana global –prevista hace mucho, tanto por Zbigniew Brzezinski, ex asesor de seguridad nacional de Carter e íntimo de Obama, como por el prospectivista Gerald Celente (Bajo la Lupa, 16/1/11)– cobra mayor envergadura con la inclusión fenomenal de los indignados –humanos desposeídos al final de cuentas como sus similares contestatarios árabes, españoles y griegos– en el epicentro (con protección nuclear) de la desregulada globalización financierista de la anglósfera bancaria: Wall Street.
El efecto simbólico es descomunal, porque no es lo mismo tomar un centro financiero de la periferia subyugada que atreverse a poner en estado de sitio el altar del templo supremo de la teología neoliberal global que tampoco benefició a la aplastante mayoría de los ciudadanos de EU, país cuyos triunfos militares a lo largo del siglo XX permitieron la eclosión de una parasitaria plutocracia barbárica que ha desquiciado la armonía universal a expensas del bien común.
No hay que equivocarse: más allá de la gran protesta global de carácter eminentemente plural de la revuelta ciudadana del 15 de octubre (15october.net y #15 en Twitter) –que me recuerda la pintura El grito de desesperación, del noruego Edward Munch, en el puente de Oslo, esta vez mediante un grito global de regeneración transformativa–, destacan tres virtudes: 1) su enfoque puntual (contra la tiranía y codicia de los banqueros neoliberales, apodados banksters: la bancocracia parasitaria); 2) su profundo grado de concientización («¡Somos 99%!»), y 3) su poder cualitativo (más que masivamente cuantitativo) que ya empezó a ejercerse en los medios sociales (Facebook y Twitter) que le han impreso un enorme efecto multiplicador y que han sorteado los escollos de la censura orwelliana de los desinformativos oligopolios multimediáticos.
De entrada va el primer triunfo de los medios sociales ciudadanos sobre los oligopolios multimediáticos de la misma parasitaria plutocracia global, consagrados a boicotear y a torpedear la dialéctica de la protesta libertaria contraria a sus intereses financieristas (hoy a la deriva).
Por lo pronto, los OWS cuentan con la simpatía de la tercera parte (¡supersic!) de la nación estadunidense, según Reuters: cifra enorme para menos de un mes de movilización (más lo que se acumule), lo cual puede redireccionar el voto presidencial de 2012, como sucedió con el Partido del Té en su momento estelar (venido aceleradamente a menos por su obstruccionismo fundamentalista, aunque con excelentes ideas financieras en lo que se refiere al control de la racista Reserva Federal).
Hoy los OWS son ya más populares que el Partido del Té (Alex Altman, Time, 13/10/11) y que el mismo Obama (RawStory, 13/10/11).
Karl Denninger, cofundador del Partido del Té (al que acusa de haber sido secuestrado por los verdugos financieros del Partido Republicano), se ha adherido sin tapujos a los OWS (RawStory, 14/10/11).
Reader Supported News (RSN, 14/10/11), que ha dado una magnífica cobertura a los OWS (a la par de RawStory), refiere que «en Asia, sus autoridades y empresarios son quienes menos temen a las inexistentes protestas, debido a que la mayoría de sus economías están creciendo vigorosamente». Extrapola que «la historia sugiere que tales acciones por sí mismas», en referencia a los OWS, «puedan cambiar al mundo (sic)», pero reconoce que «algunos analistas ven ellas un potencial para el cambio político».
Los OWS, de estructura asombrosamente horizontal, han sido severamente fustigados por los oligopolios multimediáticos (bajo el control plutocrático bancario) por carecer de liderazgo, cronograma y programática, amén de «malolientes (sic)».
El profesor universitario Robert Reich ubica la escenografía del choque entre los banqueros y la insurrección ciudadana (CommonDreams, 9/10/11) y destaca la incapacidad de Obama para regular a los bancos mediante «la resurrección de la Enmienda Glass-Steagall» (nota: disociación entre el sistema de pagos, la actividad comercial y los seguros con las inversiones de riesgo de los bancos, ya no se diga, su frenesí especulativo que ha deglutido a la economía real y a la clase política neoliberal muy bien lubricada).
Matt Taibbi, consagrado reportero que desnudó las atrocidades de Goldman Sachs, tras felicitar a los OWS por «haber dado en el blanco», con el fin de «combatir la corrupción financiera», les propone un sucinto programa de cinco puntos para «golpear a los banqueros donde más duele» (Rolling Stone, 12/10/11):
1) «Romper los monopolios»: la plutocracia bancaria (unos 20 gigantes en EU) «constituye una amenaza directa a la seguridad nacional» por «encontrarse por encima de las leyes y de las consecuencias del mercado» y por «carecer de transparencia y rendición de cuentas»; es «más peligrosa que miles de mafias juntas». Un inicio para su desmantelamiento pasa por el rechazo a la Enmienda Gramm-Leach-Bliley y por la resurrección de la Enmienda Glass-Steagall.
2) Un impuesto de 0,1 por ciento en todas las transacciones de las acciones y bonos, y de 0,01 por ciento en todas las operaciones con «derivados financieros» generarían los suficientes recursos para los rescates bancarios, lo cual «disuadiría a la infinita caza por ganancias instantáneas» mediante las «supercomputadoras de información privilegiada interna» (comercio de alta-frecuencia: high-frecuency-trade).
3) Prohibir el dinero público para el cabildeo privado.
4) Impuesto a los apostadores de hedge funds (fondos de cobertura de riesgo). Taibbi no especifica el monto, pero sugiere acabar con sus desproporcionados privilegios fiscales.
5) Modificar el oneroso salario de los banqueros (sus ultrajantes «bonificaciones» multimillonarias, aun cuando llevan a sus empresas a la quiebra).
A mi juicio, en el seno de la vorágine contestataria de los dos extremos del abanico político tradicional de EU, quizá rebasado a estas alturas (el Partido del Té como extrema derecha del Partido Republicano, y los OWS más cercanos a la base del Partido Demócrata), la revuelta –más conceptual que insurrecta– ya llegó al corazón de la nación estadunidense para quedarse, cuando las oscilaciones pendulares de las protestas buscan ahora su equilibrio común contra la insolente cuan insolvente plutocracia bancaria.
El mundo ya gritó su furia a los cuatro vientos. ¡Pónganse a temblar, banqueros y plutócratas parasitarios!: «!Somos 99%!»
Ahora falta concretar.
Por Alfredo Jalife-Rahme
Foto: Manifestación anti-Wall Street, ayer a las puertas del Capitolio de Harrisburg, capital de Pensilvania. Foto AP
Tomado de www.jornada.unam.mx
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