Grande, ¡Gabriela!

Me vendieron a una Gabriela célibe que hablaba de unos “piececitos de niño, azulosos de frío…” y yo no podía entender qué hacía que mi profesora se emocionara tanto con los versos ñoños de esta señora que yo a mis seis años creía que era hombre y que se llamaba “Gabriel Amistral”, por su aspecto […]


Autor: arturoruizo

Me vendieron a una Gabriela célibe que hablaba de unos “piececitos de niño, azulosos de frío…” y yo no podía entender qué hacía que mi profesora se emocionara tanto con los versos ñoños de esta señora que yo a mis seis años creía que era hombre y que se llamaba “Gabriel Amistral”, por su aspecto hombruno. No fue sino mucho años cuando leí a la Gabriela de verdad, a esa que “del nicho helado en que los hombres te pusieron/te bajaré a la tierra humilde y soleada…” y aprendí a respetarla. Y ahora me entero que el amor del final de su vida fue una gringa de porte distinguido, que me completa el cuadro de una mujer apasionada ¡que fue capaz de seducir a la más bonita! ¡qué dirá mi profesora de aquellos tiempos! Ella que era tan católica como para tener todos los hijos que le enviaba su deidad inconsciente de los problemas demográficos ¡qué estarán diciendo todos los maestros impulsores de mediocridad ante esta salida de madre de la Gabrielita!… ¿pensarán que es una manipulación de los comunistas? –Creo que hay comunistas todavía ¿una campaña de desprestigio? Mientras aplaudo a la mujer apasionada que no es la misma que la que vende mi gobierno –todos los gobiernos: la dictadura y la democracia –en el museo de Vicuña, en el valle de Elqui…
Extractado de LADO B
CON EL ALTO AUSPICIO DE PERVERSA SEÑAL

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