El triunfo presidencial de la derecha en enero del 2010 y su instalación en el ejecutivo en marzo del mismo año marca el inicio de un nuevo ciclo político. En este nuevo escenario la Concertación democrática no será nunca más lo que fue y se enfrenta al peligro no sólo de convertirse en la tercera fuerza política del país, sino también en desaparecer del escenario nacional -como pacto político-.
La Concertación se fundó y estructuró para ser Gobierno. Hoy como oposición no sólo ha debido aprender a ser oposición, sino también a generar las condiciones políticas y sociales para sobrevivir en el nuevo escenario. Su ADN es ser Gobierno; y en las actuales condiciones y circunstancias su esencia se ve debilitada y en peligro. Por ello, su principal objetivo político es volver a La Moneda y recuperar el ejecutivo en marzo del 2014. Esa, es la principal razón para repetir una y otra vez que el pacto de “centro-izquierda” que gobernó Chile por 20 años seguirá unido y vigente.
Otra derrota electoral sería la lápida definitiva; y ello, no sólo a nivel presidencial, sino también a nivel municipal y parlamentario. En efecto, un mal resultado en las municipales del 2012 sería volver al capítulo de la “ceremonia del adiós”.
Por ello, no es casualidad que se hagan llamados en todos los tonos y desde todos los sectores concertacionistas a la “unidad opositora”. Mientras tanto, las oposiciones formales –MAS, Partido Progresista, PC y arratismo- se hacen querer y dejan seducir. Si bien escuchan la intención y la voluntad de conformar un pacto opositor amplio, hay mucha distancia en términos programáticos, tácticos y estratégicos entre la élite concertacionista y los “descolgados” de la Concertación.
La correlación electoral y social de fuerza en las actuales circunstancias políticas del país generan las condiciones para que la Concertación no sólo se convierta en la tercera fuerza política del país, sino también para que se diluya como pacto político. La Concertación debe analizar con mucha racionalidad –humildad y generosidad- el nuevo escenario.
El nuevo panorama político para la Concertación no sólo se caracteriza por ser oposición, sino también por a) la presencia de una realidad social-ciudadana activa cada vez más “descontenta” con el orden económico, cultural y político vigente –dentro del cual la Concertación es parte sustancial- y b) el peso político y electoral de “los descolgados”.
Si en términos sociales el escenario es complejo para la Concertación –que es parte del “duopolio” dominante del Chile actual-, en términos electorales lo es aún más. En este último aspecto radica su gran debilidad y peligro terminal. Es cosa de ver los resultados electorales de la última presidencial.
En diciembre del 2010 la Concertación logró en primera vuelta el 29,6 por ciento de los votos; el progresismo de MEO llegó al 20,14 por ciento y Arrate con el PC alcanzó el 6,21 por ciento.
La suma de estas tres opciones presidenciales alcanzó el 55,95 por ciento. Sin embargo, en la segunda vuelta presidencial bajaron esa cifra y sólo llegaron al 48,39 por ciento de los votos. El sector –hoy oposición- perdió 7,56 puntos porcentuales. No hay que olvidar, que hace unos meses Longueira recordaba que el sector había “ganado con votos prestados”.
Los datos muestran que la oposición “unida” no sólo tiene un buen piso electoral como para competir con éxito y ganarle a la derecha la próxima presidencial, sino también al interior del bloque opositor la correlación de fuerzas es muy competitiva. La Concertación no es hegemónica ni la gran fuerza opositora. De hecho, las dos mejores cartas presidenciales de la oposición son Bachelet y Marco Enríquez.
En efecto –y según los datos de la primera vuelta electoral- el sector de Arrate y MEO lograron el 26,35 por ciento de las preferencias. Frei y la Concertación obtuvieron el 29,6 por ciento. Entre ambos hay una delta electoral de sólo 3,25 punto porcentuales.
“Los descolgados” tienen mucho que decir y un amplio espectro de negociación en este nuevo escenario. No es extraño –si no hay unidad opositora-, por tanto, ver una presidencial en que la Concertación termine derrotada por sus “parientes políticos”. Este hecho, se convierte en un punto táctico y estratégico para las negociaciones al interior de la oposición en la perspectiva de re-encantar y re-construir una nueva mayoría social y política.
No hay que olvidar que “los descolgados” tienen una fuerza electoral no despreciable que llega al 26 por ciento y que no sólo pueden usar para negociar con la Concertación, sino también para iniciar un proyecto político que los convierta en la segunda fuerza política del país. Incluso, en la primera fuerza política al ganar a la derecha en una segunda vuelta electoral.
Finalmente, si al desprestigio de la clase política agregamos a) el surgimiento de oposiciones “no institucionales” altamente descontentas y movilizadas, b) el vacío de representación y liderazgo existente y c) el ingreso de cuatro millones de electores al sistema, la situación puede ser altamente favorable para este emergente sector que conocemos como “los descolgados”.