El Mercurio, en su edición del sábado pasado (26 de noviembre), publicó en su espacio de “Humor gráfico” una viñeta que muestra a un “potentado” hablándole a un “hombre común” en una jerigonza que metaforiza ideas políticas ininteligibles para su interlocutor, quien muestra en su gesto y ademán la sorpresa de quien escucha otro idioma. Ambos personajes, el “pudiente” y el “no pudiente” (el que puede y el que no puede), recostados y bajo ellos una leyenda que dice “NUEVA DERECHA HORIZONTAL”. Si se analiza brevemente lo anterior podemos concluir que la gracia del chiste consiste en ver lo absurdo que resultaría que un rico de derecha se ponga a la altura de un mísero mortal, no iniciado en los secretos del saber técnico, político, legal o financiero. Lo cual, a su vez supone que no todos estamos en posición de opinar acerca de lo que se debe hacer en nuestro país, acerca de aquello que impacta directamente en nuestra vidas, básicamente porque no somos parte del “club de los mejores”, aquellos que poseen y dominan la razón.
En otras palabras, dada la absoluta superioridad de un 3% de la población (ricos y de derecha), habemos un 97% de chilenos que, producto de nuestra “supina ignorancia” acerca del “buen gobernar”, deberíamos agachar la cabeza y agradecer la clarividencia de los “Señores” cada vez que determinan algún aspecto de nuestro futuro. Al respecto dos consideraciones 1) esta idea es bien torpe, porque contraviene el populismo de derecha, cuyo mejor representante es la UDI y que tanto rédito le ha valido a la misma derecha; 2) Si a la mentada superioridad intelectual de la derecha le sumamos su también supuesta superioridad moral, se puede ver claramente que para ellos el tener el Estado a su servicio, además de su absoluto domino e influencia en los medios de comunicación, el mundo militar y en la economía, supone una cruzada civilizadora que derrote la “barbarie” y tal “barbarie” consiste en no ser rico y no ser de derecha. Esos mismos “bárbaros” que rompen los semáforos y que saquean las tiendas comerciales. Lo malo es que los “Bárbaros” también votan y ese es, según esta ideología, una falla en el modelo democrático, puesto que sólo los mejores, los preparados (es decir, ellos mismos) deberían tener voz y voto. La idea base de toda esta mierda no es otra que la creencia férrea en una especie de Aristocracia económico-política, lo cual supone el clasismo e intolerancia que tan claramente se ve en esta, aparentemente, inocente viñeta.
Por Fabián Navarrete