Recuerdo cuando mi abuela todos los días me repetía antes de irse tempano al trabajo: «a quien madruga Dios le ayuda hija», y ya de eso han pasado más de 20 años, y aún sigo viendo a mi abuela trabajar, madrugando, esperando la «ayuda de Dios» ( que sin duda nunca llegará -porque Dios no existe- tema además que ya no discuto con ella, porque es probable no lleguemos nunca a un acuerdo), de quien se supone día a día la acompaña, pero mi abuela ya tiene más de 60 años y está jubilada y aún sigue trabajando con un sueldo miserable.
Mi abuela al igual que las abuelas pobres de este país, es parte del 15,6 % de la población que es la tercera edad, parte de quienes en su mayoría reciben una pensión indigna que no supera los 200 mil pesos mensuales, y que para ni cubrir sus gastos básicos, como la salud, la vivienda, le alcanzan. Parte del sector de la población que hoy mal mirado y valorado esta, que mantiene los más altos índices de porcentajes de sensación de soledad e insatisfacción en cuanto a recreación, calidad de vida se trata. Mi abuela al igual que las abuelas pobres de este país, dio y sigue dando su vida entera al trabajo, con incluso complejas condiciones de salud, como los cientos de trabajadores como ella, que a pesar de su avanzada edad, ha tenido y tiene que a jefes, patrones y empresarios «entregar» su fuerza laboral para mantener sus casas, hijos y nietos muchas veces.
Hace unas semanas recuerdo haber escuchado a parlamentarios de Derecha que proponían que las personas de la tercera edad que «recibieran» alguna vez jubilación pudiesen hipotecar sus bienes previamente para poder aumentar su renta mensual y así poder tener una «pensión digna». Aberrantes afirmaciones que dejan entrever, por un lado, la miserable cara de quiénes de seguro no ganan menos de 200 mil pesos, y que han sido parte del conglomerado político acusado de casos de corrupción tras Penta; y por otro lado, se puede ver con estas afirmaciones que el negociado que se desarrolla y levanta de las AFP’S es enorme.
Me pregunto, ¿será que acaso la abuela de Larraín, de Paulman o la misma Lucía Hiriart estarán preguntándose qué bien raíz hipotecar? Pues de seguro que no, porque también debemos tener en cuenta que la vejez está atravesada a la vez por el carácter de clase, y los trabajadores y trabajadoras del ayer, no son más que para el Estado un sector del olvido, que alguna vez permitió aumentar a costa de mano de obra barata, de sacrificio y de una vida entera, la economía de esta sociedad.