Habemus Gabinete. Sebastián Piñera finalmente ha terminado con el misterio y ya conocemos a los 22 hombres y mujeres que lo acompañarán en este difícil arte de callar bocas con hechos y no con discursos prefabricados. A pesar de lo reciente del anuncio, los nuevos ministros ya han comenzado a sufrir el rigor de la nueva oposición. ¿Cuáles serán los pros y los contras de lo que será el gabinete que da inicio al bicentenario?
En lo académico, no existe duda de que primó la excelencia al momento de la selección. Varios doctorados y maestrías en el extranjero marcan al próximo gabinete. Un punto para Piñera en este aspecto, ya que resulta importante para la ciudadanía saber que aquellos que toman las decisiones determinantes a nivel macro y micro poseen una alta preparación técnica.
Pero existe un problema que se sigue directamente de aquí: La inexperiencia política. ¿Pesará este factor a la hora de gobernar? Por un lado, podríamos decir que existe cierta satisfacción al saber que varios de los nuevos ministros no cuentan con esa “maña” tan enquistada en nuestros senadores, diputados, etc.; pero por otra parte, existe temor, ya que manejar las carteras gubernamentales dista bastante de lo teórico, o de la experiencia gerencial que puedan tener los 22 escogidos. Es un punto delicado que habrá que observar con atención. (Personalmente, creo que un gabinete tecnócrata es preferible a uno más político porque los escogidos en cada cartera son especialistas y, por lo tanto, conocen a la perfección el cargo asignado. Actualmente, ese factor se ha dejado de lado. Un ministro encargado de una tarea de relevancia no muy alta, como la de vocero, puede pasar a ocupar una plaza de importancia suprema, como el ministerio de defensa, ya que posee conocimientos superficiales en varios temas. Me parece que es más eficiente contar con especialistas).
Si bien la nómina es altamente calificada en cuanto a currículos, la mayor de las críticas se ha levantado en torno a la escasa diversidad cultural que presenta este grupo. Se habla de un gabinete empresarial que no representa fielmente a nuestra sociedad. Algo de razón hay en esta crítica, ya que varios de los seleccionados se desempeñaban en altos cargos gerenciales antes de recibir el llamado de Piñera y sabemos que el ámbito público, si bien no es diametralmente opuesto, sí dista bastante de lo privado. Sin ir más lejos, el “público objetivo” cambia: Personas, no clientes. ¿Algo preocupante? Esperemos que la situación no pase de ser un prejuicio. Además, para ser justos, en el actual gabinete – o en los pasados – la representación social no era precisamente un factor preponderante. De hecho, se apela a esto para explicar la baja participación social a la hora cumplir con nuestro deber cívico. Entonces, si bien la crítica es razonable, contiene algo de ese refrán sobre ver la paja en el ojo ajeno.
Respecto de la diversidad partidista, Piñera se anota un punto importante en lo formal. Se esperaba mucha menos presencia de independientes y mucha más de personeros UDI o RN. Finalmente, esto se derribó. Digo “en lo formal” porque este dato no es necesariamente escencial en el fondo: No nos asegura que el gabinete sea mejor o peor. Eso sí, en lo valórico, aquellos que nos consideramos liberales podemos respirar con cierto alivio ante la ausencia de los temidos conservadores de antaño. Esperemos que este respiro no se transforme en jadeo más adelante …
Finalmente, ¿Buen o mal gabinete? Lamentablemente, es muy temprano para decir. Debemos ver antes para poder juzgar. Apresurarse a calificar un equipo que recién se está quitando sus “pendrives” del cuello resulta poco prudente. La preparación técnica de los 22 elegidos es buen augurio, aunque se debe prestar atención a la “inocencia política”. El aparente elitismo del gabinete y su poca representatividad social es algo que no me atrevería a calificar de preocupante, pero que obviamente requiere de observación crítica, sobre todo por la reacción que puedan tener los gremios y los sindicatos, pero no hay que olvidar que la representación social en las figuras políticas jamás ha sido algo real (probablemente hasta la irrupción de Marco Enríquez-Ominami).