Sapere Aude: Atrévete a saber

"Atreverse a pensar y repensar lo establecido y lo por establecer; eso, señores, da temor. El miedo al cambio de un mundo social, política y educativamente estanco, arraigado a la tradición".

Sapere Aude: Atrévete a saber

Autor: Meritxell Freixas

La polémica surgida a raíz de la intención de eliminar la asignatura de Filosofía en la enseñanza media dista mucho de ser una problemática exclusiva de Chile. Más bien se trata de una tendencia global que, sin saber aún a qué se enfrenta, obra en un sentido radicalmente opuesto al conocimiento humanista. Sin embargo, acusada de ser un saber inútil para el mundo laboral, no deja de ser paradójico que hoy en día se pongan en valor capacidades como el emprendimiento o la creatividad, y crezca el interés en una visión holista de la organización empresarial; todos ellos elementos que se nutren primordialmente de la Filosofía, adalid histórico del pensamiento crítico y alternativo, fundamento contra el dogmatismo e instigadora del cambio, madre de la ciencia, del derecho y de la ética, y única defensora del concepto holístico del saber frente a la desbocada necesidad contemporánea del conocimiento hiperespecializado.

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A pesar de todo ello, muchas de nuestras aproximaciones a la Filosofía se deben básicamente a cierto contenido difuso en algún ramo residual en las escuelas. Por ello, a las preguntas relacionadas con respecto a dicha materia uno se encuentra en general ante respuestas como «¡Ah! ¿Lo de Platón, cierto?» o «Sí, es eso de la vida y la muerte». O, por antonomasia, «Que todo es relativo y, por ende, no podemos saber nada». Para dar baza a todas ellas nos mantendremos en la ambivalencia de responder que sí y que no. Y es que tampoco puede la Filosofía excusar todo su desconocimiento únicamente en base a cierta «tendencia global» que le es contraria, sino que más bien – por necesidad histórica en sus malos tiempos o por pedantería intelectual en los buenos – también debe asumir como causa su carácter academicista y su propia reclusión en las instituciones universitarias.

Dicho lo cual, la Filosofía debe aprender a manejar los nuevos canales de difusión para demostrar su valor real, que no es poco. Debe «prostituir» un poco su esencia introspectiva y purista para saber captar la atención de los vivos del hoy -con su particular desinterés o incluso desdén hacia lo que ellos consideran como lo «no práctico». Y precisamente ahí radica el quid de la cuestión: en un mundo avezado a la vorágine de la inmediatez y la materialidad, la asociación de la Filosofía con lo «no práctico» y lo intangible es el reto que se debe afrontar.

¿No práctico? En Filosofía, uno empieza tantos caminos como áreas del saber existen: física, economía, política, ética, lenguaje, lógica, hermenéutica, metafísica, religión, derecho, geología, medicina, psicología, música, arte, literatura, cine, antropología, historia, matemática y un largo etcétera. Despierta en la conciencia de cada cual una cierta adicción al aprendizaje infinito, pues ponerse «las lentes del filósofo» es una experiencia cuanto menos vertiginosa y atractiva.

Atreverse a pensar y repensar lo establecido y lo por establecer; eso, señores, da temor. El miedo al cambio de un mundo social, política y educativamente estanco, arraigado a la tradición, subyugado a los poderosos de siempre, ahormado en el trabajo repetitivo y consolidado gracias a un modelo educativo basado en la memoria. El mismo mundo que luego alaba cual fanático adolescente creativos y rara avis como Steve Jobs y que nos insta a tener iniciativa y a emprender. ¿Qué sentido tiene, pues, eliminar la mejor herramienta de la qué disponemos para hacer precisamente lo que se nos pide hoy? Acaben con la Filosofía y acabaran con el propio sistema inmunológico del saber humano.


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