Anoche tuve un sueño, como el que tuvo Martin Luther King. No el mismo, claro. Él dijo, hace casi medio siglo, «tengo un sueño», en el sentido de tener una ilusión: El de un futuro en el que las personas de tez negra y de tez blanca pudiesen coexistir en su país armoniosamente y como iguales. Yo soñé anoche que los jóvenes chilenos llegaban al poder, para cambiar de raíz esta absurda «democracia» representativa, como llaman a este jueguito de engaños y arreglines políticos a espaldas de la gente. Y lo maravillosamente sorprendente de mi sueño es que me reveló la fórmula para encontrar la solución. Es una cuestión de números.
Paso entonces a relatarles mi sueño, en forma rápida y resumida, para evitar la efímera naturaleza de los sueños, que se escapan como el humo de las chimeneas (dicho esto con perdón de las personas que viven en las vecindades del complejo industrial de Las Ventanas. Yo me refiero a las otras chimeneas).
En mi sueño, un aviador sufría un accidente en el desierto, no del Sahara sino en el de Atacama, y luego de vivir ahí un tiempo tratando de arreglar su avión, se encontró con un niñito que venía de un pequeño asteroide, como el Principito, y que aunque no era él, hacía preguntas con toda la sabiduría que encierra la inocencia. El piloto (que no era de la Fach, felizmente, porque el mío fue un sueño tranquilo, no una pesadilla) el piloto, decía, trataba de responder a las preguntas del niñito que se interesó mucho en saber por qué en este planeta (él se refería a Chile) los estudiantes eran tan maltratados por el Gobierno. Las preguntas fueron muchas y el diálogo muy sabroso. Yo creo que usted puede imaginarlo, lo que me permite saltarme eso para arribar al momento en que el niñito procedente del asteroide, ya en conocimiento de todo lo que está ocurriendo en Chile en estos días, con todos sus detalles, exclamó ¡Yo tengo la solución! Es un asunto aritmético.
Acá el que manda –reflexionó- es el Gobierno, y el que organiza y manda al Gobierno es el Presidente, y al Presidente hay que elegirlo cada cuatro años. La próxima elección de Presidente será en 2014. Ese año la población de Chile llegará a 17 millones 152 mil 593 habitantes y los con derecho a votar, mayores de 18 años sumarán 13 millones 152 mil 593 ciudadanos. Actualmente, de cada cien chilenos entre 18 y 24 años, sólo siete ejercen su derecho a voto. Los 93 restantes de cada cien no votan porque prefieren estar fuera del sistema, con inscripción voluntaria o sin ella. La solución, entonces, es que los que se sienten fuera del sistema voten por un Presidente que asegure que la gente opine, tenga peso y participe en las decisiones del Gobierno. ¿Cuántos son los jóvenes y no tan jóvenes que no votan porque no quieren elegir representantes que no los representan?
-Actualmente, 4 millones 235 mil 530.
-¿Y cuántos serán en los días de la próxima presidencial?
-4 millones 763 mil 143.
-¿Seguro?
– Bueno, lo dicen los estudios del Servicio Electoral.
-Entonces quiere decir que si los casi cinco millones, que ahora no votan, votaran en las próximas elecciones por un candidato que los representara, de partida tendrían asegurado más de un tercio de todos los votos. Y si cada uno de esos nuevos votantes convencieran a su mamá, o a su papá, o al abuelo, una tía, cualquier persona de su familia, una sola, ya tendrían dos tercios de la votación. Elegirían al nuevo Presidente de la República de Chile en primera vuelta y sin ningún apuro. Y del mismo modo para elegir senadores, diputados, a todos. Ya no habría presidentes ni políticos que anduvieran besando a las guaguas y haciéndose los simpáticos para conseguir el voto, y luego, chao perico y a olvidarse de las guaguas y de sus promesas. A cambio de esos tendríamos un Presidente y políticos que fueran voceros de las mayorías, como lo han hecho los estudiantes y su admirable grupo de dirigentes y voceros. Camilita Vallejo, linda ella, podría ser la candidata. O Giorgio Jackson. Tendríamos una o un Presidente formidable, de lujo. O el chico que eligió la Fech, que ojalá tenga un tremendo éxito. O Noam, o Pato, o Laura, Sebastián, Alexis, Claudio, o el joven mapuche Millalén. Cualquiera de ellos, o el que elijan los jóvenes y los descontentos con este régimen abusivo que hace agua por todos lados.
A esas alturas, el aviador carraspeó, con un gesto triste en su rostro. «Lo malo es que para ser Presidente hay que tener 35 años o más. Camila, sólo para poner un ejemplo, tiene 23. Habría que esperar 12 años más».
-No, no. Esto no da para más –exclamó airado el niñito del asteroide. «Que en las próximas municipales voten los casi cinco millones de los que no votan y lo hagan por candidatos que ellos mismos elijan antes y así tendríamos alcaldes en todas las principales ciudades. Y para el 2014, arriba con un candidato a Presidente que se comprometa a terminar la farsa de la democracia con representantes que no representan a nadie y den paso a la democracia participativa, donde las mayorías y las minorías se hagan escuchar y entre todos interpretemos la idea del Chile que todos queremos. Que tiemble la clase política de los fracasados. Que se busquen otras pegas. Que se la jueguen los estudiantes y sus familias. Habremos muchísimos más que nos sumaremos a tan patriótica tarea».
El niñito del asteroide y el aviador celebraban con tanto entusiasmo la solución aritmética a todos los problemas que desperté de mi sueño. Un lindo sueño. Realizable. Con una que otra dificultad, es cierto.
¡Abajo la democracia de los representantes! ¡Viva la democracia donde todos participen!
Los gritos en el desierto del aviador y el niñito me siguen retumbando en mis recuerdos. Se me confunden ahí con las palabras de Luther King que ya hemos mencionado. «Mi sueño llegó como un precioso amanecer para terminar una larga noche de cautiverio», dijo en su memorable discurso en las escalinatas del monumento a Lincoln, en Washington. Los estudiantes chilenos y las familias de esos estudiantes también quedan sometidos por demasiados años de su vida al cautiverio abusivo de una deuda ofrendada por el sistema a la avaricia bancaria. Es tiempo que todos ellos tengan también un precioso amanecer.
Es tiempo de ganar con los números y la gente imaginativa, creativa, limpia, valiente y decidida, como los estudiantes y sus dirigentes, como los jóvenes y los que honestamente quieren vivir en un Chile mejor que el que hay hoy en día. Es tiempo de no quedar satisfechos con parches curitas. Tiempo para, una vez más, recordar al Reverendo King en la marcha por la libertad y el trabajo, en el luminoso año 1963: «No, no: no estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente».
Por El ciudadano Arellano
El Ciudadano Nº116, segunda quincena diciembre 2011