Después de dejar la Reserva Federal -el banco central del imperio-, Alain Greenspan escribió una biografía que tiene más de alegato en su propia defensa que de recuento de su vida. En The Age of Turbulence: Adventures in a New World, Greenspan justifica su poderosa contribución al desastre financiero, económico y social en que nos encontramos. “Pensé que darle créditos hipotecarios a quien no podía pagarlos era un riesgo (los subprimes), pero al mismo tiempo un poderoso aliciente para que esas familias defendiesen el capitalismo”, escribe. Ya lo sabes: si unos sesenta millones de trabajadores perdieron su empleo en el mundo, era solo para que las familias yanquis pudiesen defender el capitalismo. En otro capítulo Greenspan describe lo que califica como el desastre de la educación en los EEUU, pero no osa decir que la degradación de la enseñanza y la formación profesional sea una razón para adorar el capitalismo. En todo caso la venta de conocimientos como “modelo de negocio” arroja sorprendentes resultados y Greenspan no se priva de dar patéticos ejemplos. Un estudio de esos que hacen el encanto de los EEUU nos ofrece algunos francamente divertidos. Desde el año 1998 dos profesores de la Universidad de Beloit (Wisconsin) realizan una encuesta entre los jóvenes que entran en la enseñanza superior. Según estos investigadores “Los jóvenes que se graduarán en las universidades estadounidenses en 2014 (…) creen que Beethoven es un perro y Miguel Angel un virus informático”. No te rías porque si le preguntas a nuestros jóvenes y no tan jóvenes por Sócrates, te responderán que fue un gran mediocampista de la selección brasileña. Pregunta en un colegio regentado por algún “sostenedor” si es el ángulo recto o el agua lo que hierve a 90 grados, y verás qué te responden. No porque los jóvenes sean idiotas, sino porque más de treinta años de prostitución de la educación pública dejan su huella. De acuerdo con el estudio que te cuento, “los 2 millones de alumnos que entrarán en septiembre en la educación superior de los EEUU tampoco recuerdan ningún tipo de competición entre estadounidenses y rusos por la conquista del espacio”. Constituyen una generación sin memoria. Para ellos “las empresas norteamericanas siempre han hecho negocios en Vietnam”. Los bombardeos de Hanoi, la utilización masiva de defoliantes cuya toxicidad aun hace nacer centenares de niños monstruosos, el delta del Mekong o la ofensiva del Têt no les recuerdan ni siquiera las películas en que Rambo le gana la guerra a los vietcongs. Justamente. No hace mucho una pareja de turistas yanquis que se encontraba en París supo de un homenaje a “Rambo”. Se acercaron al sitio del anunciado festejo creyendo encontrar a Sylvester Stallone, y se toparon con Patrick Rambaud, Premio Goncourt y Gran Premio de novela de la Academia Francesa. Puede que les haya sido útil visto que Rambaud -que en francés se pronuncia del mismo modo que Rambo-, se ha hecho un placer en ridiculizar a escritores y periodistas que usan la novlangue que había anunciado George Orwell. Tú ya sabes, eso de “desvincular” en vez de “despedir”, “formalizar” en vez de “inculpar”, o “persona en situación de calle” en vez de “vagabundo”. Exceptuando a la minúscula élite yanqui, el personal del imperio es tan ignorante como el chileno medio que no lee ni el Peneca. La primera vez que fui a los EEUU quise ser amable con el colega que vino a buscarme al aeropuerto: le dije que era un admirador de John Steinbeck. Su respuesta me sorprendió: el tipo, un ingeniero, nunca había oído hablar del autor de “Las uvas de la ira”, “La perla”, “En dudoso combate”, “Al este del Edén” y otras obras maestras de la literatura yanqui. Los profesores de la Universidad de Beloit no lo dicen, pero yo supongo que para los estudiantes universitarios de hoy “El bueno, el malo y el feo” deben ser Barack Obama, Mahmoud Ahmajinejad y Néstor Kirchner admitiendo que sepan de la existencia de este último. Lo que después de todo no sería tan sorprendente: en un almuerzo en Santiago mencioné a Van Gogh y una bella y joven ingeniero comercial levantó la cabeza del plato para preguntarme “¿Y ese quién es?”. El alero derecho del Olympique de Marsella le dije, y la respuesta la dejó ampliamente satisfecha. Y eso no es nada: nuestro querido Sebastián dice que Robinson Crusoe vivió en la isla de Más a Tierra y que Checoslovaquia está en el Mediterráneo. No sé si para los jóvenes franceses Corneille no es sino un cantante de origen africano, lo cierto es que Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, Condesa de Murillo y Grande de España, por añadidura Presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid, declaró no haber leído nunca a la escritora Sara Mago… Reflexionando en estas cosas que la prensa presenta como una “herencia cultural” de la era de la información y la tecnología me dije que no siempre es simple tener referentes culturales. A la voz de David, por ejemplo, uno puede dudar y elegir entre el pintor francés chupacalcetas de Napoleón, el personaje de la Biblia que derrotó a Goliat, o la escultura de Miguel Angel. Pero visto que ahora Miguel Angel es un virus informático…
Por Luis Casado
18/08/2010
Politika
El Ciudadano N°86, segunda quincena agosto 2010