Desde los años 90’ un pequeño grupo de chilenos se ha empecinado en prohibir todo lo que tenga que ver con la sexualidad y la reproducción. Ese grupo ha trabajado con persistencia y tenacidad desde la recuperación de la democracia hasta nuestros días, inhibiendo primero la educación sexual en las escuelas, después las JOCAS, más tarde el condón, y más recientemente, la píldora del día después. Y aquí estamos: con más del 80% de la población que aprueba la distribución de la píldora y ellos, persistiendo en mantener el legado de nuestro criollo proceso de Restauración. Como sabemos, se trató de una Restauración conservadora que hizo una “operación limpieza” de todo el siglo XX y al cual le otorgó legitimidad institucional la Constitución cívico-militar.
Aburridos, gentes de distinto sexo, condición social, edad, estamos de la majadería de este pequeño grupo parapetado en sus obsesiones natalistas ancladas en sus creencias religiosas que imponen a las mayorías bajo el argumento del imperio de la ley.
Menudo problema para el país responder a cada embate de los herederos doctrinarios de la Constitución del 80 sabiendo que ahí está el problema y que tal Constitución amerita revisiones mucho más sustantivas que las realizadas en estos años.
El tema de nuestra actualidad, pensamos, es abrir a la discusión la legitimidad que tuvo la vuelta atrás que produjo dicha Constitución hecha a puertas cerradas en un país que a lo largo del siglo XX avanzó en laicizar sus instituciones. Se trata de cómo abordar hoy el legado que dejó a la sociedad chilena el proceso de Restauración conservadora normado por una Constitución aprobada en una situación de excepción política, por un puñado de civiles y militares que amalgamaron sus creencias imponiéndolas a toda la sociedad. Nos preguntamos porqué, en estos años de democracia formal, los esfuerzos por cambiar esta Constitución no avanzaron para recuperar el equilibrio que se había logrado nuestra sociedad entre el cambio que se iba produciendo en las costumbres y su coherencia con la ley en materia de sexualidad y reproducción.
El problema actual es, pensamos, cómo arrancar de la situación creada a partir de la Constitución del 80’ y encarar el período de Restauración criolla después de tres décadas, sabiendo que dicha Restauración produjo un retroceso en los acuerdos nacionales logrados desde los años treinta del siglo pasado con respecto a cuestiones de natalidad y que, además, a nivel internacional, las cuestiones en estas materias han ingresado al campo de los derechos humanos con la fuerza de amplios movimientos sociales que han logrado cambiar los valores arcaicos enraizados en el control ejercido a través de algunas instituciones religiosas sobre las libertades individuales de las mujeres.
Hoy se intenta responder a la voluntad de estas minorías creando una nueva propuesta de ley para lograr la distribución de la PAE en los servicios públicos. Mañana, como sabemos, la legión conservadora en cuestión no ahorrará esfuerzos para defender el legado de los próceres de la Restauración lo cual amerita para zanjar el problema del peso de las minorías sobre las mayorías, un cambio en las reglas del juego constitucionales.
“Toda ley demasiado transgredida es mala”
Memorias de Adriano, M. Yourcenar, p. 131, Seix Barral, 1985.
Por Ximena Valdés S.
Observatorio Género y Equidad