¿Tiene Frei sangre de horchata?

Frei hijo es un hombre sin pasiones


Autor: Director

Frei hijo es un hombre sin pasiones. Lleva marcado en la frente el lado gris de la personalidad tecnócrata: indiferencia hacia la vida intensa y falta de visión de futuro en los momentos críticos. Los hombres de la dictadura le mataron al padre de la manera más malévola, cobarde, vil y premeditada posible y hoy, sólo hoy, el hijo candidato y ex presidente da signos públicos de congoja. Pero no hay atisbo en él de sana ira ni de un trazo de auténtica firmeza de carácter.

Eduardo Frei Jr. tardó mucho en tomar conciencia de la importancia de la impunidad y de las consecuencias políticas de las violaciones de los Derechos Humanos. Lo peor. Él, su gobierno y sus consejeros se desvelaron por rescatar a Pinochet de las manos de la justicia europea para traerlo de regreso a Chile (son los mismos consejeros que hoy fracasan en todos los intentos por aplicar la Carta democrática de la OEA en Honduras). Frei hijo le concedió un segundo don a la maldad: permitió que el dictador muriera en su cama y hogar, rodeado de los suyos. Con ese gesto, Frei y sus consejeros concertacionistas, probaron que nunca comprendieron la dimensión del sufrimiento de miles de chilenos y que no daban el ancho para la Justicia.

Difícil penetrar en los sentimientos complejos de las clases aristocratizadas del Chile de 2009 (del cual Frei es un insigne representante), habituadas a los rituales políticos que se rigen con los códigos de una moral artificiosa.

Es evidente que las fracciones de la clase dominante resisten a los cambios culturales profundos y que se acomodan a ellos sólo para no dejar pasar la oportunidad de seguir agarrando el poder político por la cola. Aquí, en este dispositivo cultural, cada gesto es calculado y meticulosamente programado.

Sin embargo, la sabiduría popular no se equivocó. Siempre supo que a Frei padre lo asesinó la Dictadura militar de la derecha y la oligarquía.

El establishment al cual Frei hijo pertenece tiene varias capas, filiaciones y contenidos de civilización (esa que Freud describe en Malestar en la Civilización, la represiva). Está esa religiosidad gestual, la moral pacata y política al estilo DC —aquella llena de ampulosa beatitud aparente— que coexiste y flirtea con una gran dosis de maquiavélica manera de lograr los fines; las que porta a cuestas la elite de pertenencia del hombre que podría ser presidente de Chile. La que vemos en acción en su espadachín actual, el senador Pizarro.

Recordemos. Pero desembarazándose de la actitud ingenua y olvidadiza que acomoda. Dejando de lado el tic pusilánime que aconseja que es mejor alejar y reprimir de la conciencia un dato irrefutable, para así poder vivir en paz.

¿Frei padre, no expresó acaso en un programa de TV (A esta hora se improvisa), en septiembre 73, algunos días antes del 11 pardo, que era mejor un Golpe de Estado que continuar con el gobierno del Presidente Allende? ¿Y no contó Pinochet durante meses con el silencio cómplice de Frei, Carmona, Aylwin, Zaldívar y otros muchos DC más?

Sin lugar a dudas que fue la primera actitud del padre la que le dio el vamos al hijo cuando éste, en un gesto que muestra al hombre sin convicciones democráticas profundas, le entregó su apoyo material y simbólico al dictador. Fue cuando le  hizo los simbólicos obsequios para la campaña de imagen pinochetista-militar en los años de plomo.

Fue el período más negro de Chile. Comparable a lo peor de la Alemania Nazi. Fue también el mundo del jolgorio que formó mentalmente a Piñera y a toda la derecha aliancista. Con la diferencia que Alemania fue “desnazificada” y que Chile no ha sido “despinochetizado”. Lo más sorprendente en ese inframundo de la ignorada y despreciada ética política: el presidente del senado de 2009, el UDI Jovino Novoa, un subsecretario del régimen pinochetista, todavía no pide perdón de rodillas a los chilenos.

Más tarde, Eduardo Frei Montalba, de vuelta ya de su silencio cómplice y transformado en líder opositor a la dictadura, iría a meterse (aquí faltan los detalles que transforman una circunstancia en un episodio histórico) a la Clínica Santa María y Larraín, convertida en las fauces de la jauría de Pinochet.

Hoy sabemos que al ex presidente, lo dejaron ir, tranquilamente, a la cámara de gas. Así se concretó  el magnicidio. Algo no encaja. ¿Dónde estaban los hijos, la familia, los amigos y los aliados políticos?

Surrealismo puro que supera cualquier relato kafkiano.

¿Fue el hijo tan ingenuo como para dejar al padre, sin vigilancia, en manos enemigas?

La sabia pregunta del ciudadano común es: ¿Cómo Frei Jr. y su familia, con el poder acumulado en la compleja red de influencia de las clases medias chilenas, en el plano político, jurídico, médico, económico y académico, no pudieron salvar al ícono DC y expresidente y por qué demoró tanto tiempo en saberse con certeza lo ocurrido? Pareciera que el régimen logró anestesiar y neutralizar la capacidad de resistencia de todo ese sector.

Y ya que todo acontecimiento en el contexto actual toma significado político, es difícil simpatizar con el candidato y ex presidente, conociendo su pasado de protector de Pinochet. Compartimos, eso sí, el dolor del hijo. Pero hay que rendirse a la evidencia. Frei hijo no es prudente y carece de buen juicio. Y pese a todas las críticas posibles y fundadas a Marco Enríquez-Ominami (a su estrategia con giros a derecha e izquierda que le hicieron perder terreno y credibilidad y a su programa pro-mercadista híbrido que no cuestiona las estructuras de dominación), esperemos que sea éste y no Frei el que pase a segunda vuelta. Si el candidato del programa de Izquierda, Jorge Arrate, por sus ambigüedades en las cuales su comando se encerró y amarró ante la Concertación y el mismo Frei, no logra hacerlo.

Por Leopoldo Lavín Mujica

http://www.leopoldolavin.com


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