11 de julio de 1971: Nacionalización del cobre

Columna de opinión

11 de julio de 1971: Nacionalización del cobre

Autor: Daniel Labbé Yáñez

Por Nelson Aquiles Soto Aguilera, ex consejero nacional de la Federación de Trabajadores del Cobre

Este  11 de julio  se conmemora en Chile los 48 años de la Nacionalización del cobre, hito histórico para nuestro país, solo comparado con la fecha en la cual tuvimos nuestra Independencia nacional el año 1810.

Lamentablemente este hecho tan gravitante en la historia de la principal riqueza de la nación, también denominada la Independencia Económica, día a día se va desvaneciendo en el tiempo por la apatía de un país más preocupado de la obtención de recursos económicos a través del consumismo, sin ponerse a pensar y meditar -especialmente las nuevas generaciones- del rol que ha tenido y tendrá para el desarrollo de Chile la Nacionalización del cobre y de la importancia que nuestras riquezas naturales sigan en mano del Estado.

Quizás las generaciones jóvenes de nuestro país desconozcan que Chile, como consecuencia de la Nacionalización del cobre el año 1971, sufrió el embargo del gobierno norteamericano a todos los repuestos y maquinarias que venían a nombre de las empresas nacionalizadas, como represalia a la actitud de soberanía de todo un pueblo. Esto, ya que la decisión de recuperar nuestras riquezas naturales para Chile fue aprobada por todos los sectores de la política chilena de la época, quienes dejando de lados sus ideologismos, supieron tomar decisiones para bien de todo el país. Probablemente también ignoren que durante todos estos 48 años le ha significado al país ingresos por más de 170 mil millones de dólares.

La actitud de esos visionarios legisladores debieran copiar quienes actualmente nos representan en el Congreso, quienes dejaron huellas y metas como ningún otro grupo de políticos. Estos últimos muchas veces se han enfrascado en mezquinos intereses partidistas, perdiendo el norte de lo que desea la ciudadanía.

Fue así que ese 11 de julio de 1971 el Presidente Salvador Allende G. -con acuerdo del Congreso Pleno donde estaban representados todos los partidos de derecha, centro e izquierda-, aprobaron la nacionalización de las empresas mineras en manos de las transnacionales: la Compañía de Cobre Chuquicamata, la Compañía de Cobre El Salvador, la Compañía Minera Exótica, la Sociedad Minera El Teniente y la Compañía Minera Andina.

¿Pero qué ha pasado desde esa gran gesta histórica, donde solo los chilenos serían los que administraren sus riquezas naturales? 

En primer término, Chile en un acto de soberanía nacional tomó posición de los recursos del cobre en un 95 %, situación que se mantuvo durante el gobierno de Augusto Pinochet, hasta el año 1989. Sin embargo, durante ese periodo -lo que también ha sido la tónica después de la recuperación de la democracia- hubo muchos intentos de privatizar la empresa, como lo fue a principio de los años ’80, cuando los grupos económicos denominados los ‘Chicago Boys’, liderados por los economistas Fernando Leniz, Miguel Kast, Roberto Kelly y Pablo Barahona, entre otros, trataban de influir en el régimen militar para la venta y privatización de Codelco. No obstante, también hay que ser hidalgo en reconocer que hubo militares que tuvieron valentía de defender el cobre en manos del Estado, como el General Gastón Frez Arancibia y su cuñado, el también General Luis Danús, quienes se opusieron tenazmente a la arremetida de los grupos económicos por privatizar Codelco; quizás gracias a estos militares podemos decir que Codelco sigue siendo estatal.

A estos dos militares y quizás a muchos otros anónimos, por un ideologismo político, todavía no se les coloca en el sitial que les corresponde dentro de los personajes que han ayudado a mantener esta empresa en manos del Estado, y esta fecha tan importante es para llevar a cabo dicho reconocimiento.

¿Y cuál ha sido el rol de los trabajadores desde el proceso de Nacionalización del cobre? 

Creo que los trabajadores del cobre -si bien es cierto fueron quienes iniciaron el proceso de nacionalización de la gran minería del cobre con el acuerdo de la Confederación de Trabajadores del Cobre del año 1951 en Machalí, donde fijaron como posición única recuperar el cobre para Chile-, han tenido una participación de dulce y agraz durante estos 48 años.

En primer término, el Presidente Salvador Allende al firmar el decreto de Nacionalización del cobre, en su discurso del 11 de julio 1971 en la Plaza de Armas de Rancagua envío y encomendó el siguiente mensaje a los trabajadores de las empresas nacionalizadas:

Tenemos que superar los grandes problemas que hemos heredado, las prácticas irracionales de trabajo que son tan dañinas como las deficiencias técnicas. Deben resolverse con cambios revolucionarios las relaciones de trabajo en los propios centros de trabajo que sólo un Gobierno de trabajadores puede poner en marcha. Hay que romper la división entre la dirección de las empresas y los trabajadores. La presencia de los trabajadores en la dirección de ellas estará demostrando cómo confiamos en su capacidad y cómo les entregamos esta responsabilidad. Queremos que se multipliquen los Comités de Producción, para que se vean el empuje y el esfuerzo de los trabajadores y al mismo tiempo su capacidad resolutiva.

Compañeros, esto es caminar en la dirección de las empresas del Estado, hacer del esfuerzo común el esfuerzo indispensable que permita sobreponerse a las deficiencias y a las dificultades; esto es comenzar a manejar las grandes empresas que Chile tiene ahora para ponerlas no al servicio del hombre del cobre, si no al servicio del hombre de todo Chile. Lo hemos dicho, y sabemos que se entiende nuestro lenguaje, los trabajadores del cobre no serán dueños de las minas para beneficio exclusivo de ellos, son dueños de las minas en cuanto las minas les pertenecen al pueblo, y los trabajadores del cobre forman parte del pueblo, y los trabajadores del cobre tienen que entender, lo saben y lo van a vivir, que el esfuerzo de ellos estará destinado a hacer posible que cambie la vida del niño y la mujer chilena, que el esfuerzo de ellos y el cobre estarán destinados al progreso de la patria, y al sudar trabajando el fondo de la mina están haciéndolo por un Chile distinto, por una sociedad nueva, por el camino que abrimos hacia el socialismo.

Compañeros mineros, trabajadores duros del rojo metal: una vez más debo recordarles que el cobre es el sueldo de Chile, así como la tierra es su pan. El pan de Chile lo van a garantizar los campesinos con su conciencia revolucionaria. El futuro de la patria, el sueldo de Chile, está en las manos de ustedes. A trabajar más, a producir más, a defender la revolución desde el punto de vista político con la Unidad Popular y defender la revolución con la producción que afianzará el Gobierno del pueblo.

Parte de este discurso miles y miles de trabajadores lo hicieron carne con su actuar en cada una de las compañías nacionalizadas, y también muchos de ellos quedaron en el camino por su convicción y compromiso con un proyecto político. Sin embargo, como consecuencia de la irrupción de la dictadura, nuevamente los trabajadores del cobre se ponen al frente de un tema país, como fue el compromiso de la recuperación de la democracia a partir del acuerdo de Punta de Tralca de la Confederación de Trabajadores del Cobre del año 1983.

¿Pero qué ha pasado a partir de los años ’90, con la recuperación de la democracia Lamentablemente los trabajadores del cobre se encapsularon en sus propias tiendas, actitud impulsada por muchos dirigentes sindicales que han hecho carreras personales para beneficio propio y en desmedro no solo de sus representados, sino que también del avance de la empresa. Paulatinamente se fue perdiendo esa energía de compañerismo y solidaridad, siendo aplastada por el individualismos, falta de compromiso social y -lo fundamental- falta de impregnación de espíritu de cuerpo con la empresa, vale decir, la puesta de camiseta para jugar un partido que se inició hace 48 años y que debe durar otros 50 para bien de todos los chilenos.

Hoy el discurso de Salvador Allende en Rancagua el año 1971, dirigido a los trabajadores,  cobra más vigencia que nunca.


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