12 de octubre: “Genocidas y esclavistas o héroes y santos”

Habría que preguntarse si efectivamente, como dice la ultraderecha española, los conquistadores, habida cuenta de los 56 millones de asesinados y las 9.550 toneladas de oro y plata robadas, son efectivamente “héroes y santos”.

12 de octubre: “Genocidas y esclavistas o héroes y santos”

Autor: El Ciudadano

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

La publicitada conmoción nacional ocurrida en España a raíz del hecho de que la presidenta de México, Claudia Sheinbaum no invitara al rey Borbón a su toma de posesión conduce a preguntarse si -como dice un cartel ampliamente divulgado en estos días en las calles españoles- los conquistadores fueron “genocidas y esclavistas” o “héroes y santos”. Esta interrogante obliga a estudiar y conocer las causas y consecuencias del colonialismo y sacar conclusiones respecto de un país que celebra como fiesta nacional la fecha de inicio de un genocidio.

Vale la pena saber que solo en el primer siglo de la colonización, los españoles produjeron la muerte de 56 millones de habitantes en el Abya Yala que es el nombre que los pueblos originarios usan para referirse al territorio de Nuestra América. También es importante conocer que en ese mismo período la monarquía borbónica se robó hasta 9.550 toneladas de oro y plata de la región, con la cual financiaron la opulencia propia y la de las otras casas reales de Europa.

Cuando el 25 de marzo de 2019 el presidente Andrés Manuel López Obrador le escribió al rey Felipe VI de España y al papa Francisco para solicitarles que pidieran perdón a los pueblos originarios de México por los abusos cometidos durante la conquista del país, hace 500 años, se estaba refiriendo a eso. El entonces presidente mexicano les requería “que se hiciera un relato de agravios y se pidiera perdón a los pueblos originarios por las violaciones a lo que ahora se conoce como derechos humanos», Agregó que: «Hubo matanzas, imposiciones. La llamada conquista se hizo con la espada y con la cruz».

Habida cuenta de las cifras antes mencionadas, no habría que escandalizarse por la solicitud, ni tampoco considerarlo una afrenta nacional (aunque España no es una nación, sino una suma de ellas, bajo dominio de los castellanos). La propia familia Borbón no tiene su origen en la España actual, sino que proviene de Francia y fue impuesta en la península a través de matrimonios arreglados para conquistar y sostener el poder.

A través de una carta dirigida al presidente mexicano, divulgada el 26 de septiembre de 2021 con motivo del aniversario de la independencia del país latinoamericano, el Papa Francisco sí ofreció disculpas por los «pecados» de la Iglesia Católica en ese país. La máxima autoridad de esta jerarquía religiosa expresó que: «Tanto mis antecesores como yo mismo hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización».

López Obrador dijo que todos tenían que pedir perdón con motivo de cumplirse 500 años de la caída de Tenochtitlán, la capital de los aztecas, tras dos meses y medio de asedio que derivaron en su captura por el cruel conquistador y aventurero extremeño Hernán Cortés, lo cual significó el derrumbe definitivo del imperio mexica. Con ello intentaba que el año 2021 fuera de reconciliación nacional e internacional. Con total convicción dijo que era “el tiempo ya de decir vamos a reconciliarnos, pero primero pidamos perdón». Dando el ejemplo, afirmó que él también lo iba a hacer “porque después de la colonia hubo mucha represión a los pueblos originarios», refiriéndose al castigo que sufrieron los pueblos maya y yaqui durante el gobierno del presidente Porfirio Díaz (1872-1910).

Resulta de sumo interés que, en esta solicitud de perdón y búsqueda de reconciliación, López Obrador incluyera a la comunidad china, que durante la Revolución mexicana también fue reprimida, especialmente en los estados del norte de del país.

Pero el gobierno de España y su monarquía corrupta se negaron a dar pasos positivos de futuro en el camino a una total reconciliación. Al contrario, ahora se sorprenden porque por fin, mandatarios con dignidad, no invitaran al representante de la realeza a acompañar un hecho democrático emanado de la soberanía popular, algo que en España no conocen porque nunca han elegido a su jefe de Estado.

Al contrario, el gobierno español, tratando de ocultar la vergüenza que emana de las desdichas e infortunios del proceso de conquista y colonización, lamentó que la carta de López Obrador se hubiera hecho pública. Se podría asumir entonces, que López Obrador teniendo la razón, no debió manifestarla abiertamente “para no mancillar el honor de la monarquía”. Sintiéndose ofendido, el gobierno de Madrid coronó su ridícula manifestación afirmando que rechazaba “con toda firmeza» el contenido de la carta de López Obrador.

Tres años después, ante el estupor y lamento de la élite española por la no invitación del rey Borbón al cambio de gobierno en México, con total transparencia, la presidenta Claudia Sheinbaum dijo que España sí había sido invitada a la ceremonia del 1 de octubre, no así el rey Felipe, porque el monarca, con total desprecio, se negó responder a la solicitud de López Obrador en pro de la reconciliación definitiva entre ambos pueblos, lo cual, según un comunicado emitido por Sheinbaum, “hubiera correspondido a la mejor práctica diplomática de las relaciones bilaterales». Fin del asunto.

En otro plano, habría que preguntarse si efectivamente como dice la ultraderecha española, los conquistadores, habida cuenta de los 56 millones de asesinados y las 9.550 toneladas de oro y plata robadas, son efectivamente “héroes y santos”. En este sentido, es relevante decir que no siempre los viajes de esa época fueron considerados “descubrimientos” ni tampoco requirieron de la “cruz y la espada” para la imposición de culturas y religiones ajenas por vía de la fuerza.

En 1403, casi 90 años antes que Cristóbal Colón -usando sus artes amatorias- “convenció” a la reina castellana Isabel II para que financiara su aventura exploratoria hacia el oeste, el almirante chino Zheng He dio inició al primero de los siete viajes por el mar que conocían como “Océano Occidental”. Hasta 1433, los viajes de Zheng He se circunscribieron básicamente al Océano Índico, recorriendo hasta 30 países de Asia y África, llegando a la costa oeste de la India y extendiendo posteriormente la navegación hasta el Golfo Pérsico y la costa oriental de África.

Frente a los 25-30 metros de eslora y 6,5-9 metros de manga de las tres carabelas de Colón que cargaban alrededor de 25 marineros cada una en 1492, la flota del almirante Zheng en 1405, estaba compuesta por “más de 240 barcos y más de 27.000 soldados y tripulantes [y] estaba equipada por diversos profesionales, incluidos barqueros, marineros, soldados, médicos, cocineros, intérpretes, adivinos e incluso peluqueros”, según un estudio realizado por la profesora Wan Ming, investigadora del Instituto de Historia Antigua de la Academia China de Ciencias Sociales (CASS), y presidenta de la Sociedad China de Historia de las Relaciones Sino-Extranjeras, quien opina que los viajes de Zheng He deben ser considerados los mayores de su época en “términos de escala, número de barcos y marinos y en la prolongación en el tiempo”.

Zheng He organizó la flota a partir de una concepción náutica que establecía la existencia de barcos diferenciados por su misión. Así, había navíos de mando, de guerra y de logística. Entre estos últimos estaban los que se conocían como “barcos del tesoro”, que se usaban para el transporte de las mercancías que se intercambiaban. Los barcos del tesoro se ubicaban en el centro de la flota, y los de guerra a su alrededor. De hecho, las exitosas travesías de la flota de Zheng He demostraron también su excelente tecnología náutica y habilidad para la navegación.

Aunque la flota de Zheng He estaba dotada de medios de combate, estos tenían carácter defensivo. La llegada de la flota a otros puertos significaba, en primer lugar, la búsqueda de relaciones amistosas con los pobladores para después comenzar las tratativas comerciales a través del intercambio y los tributos. Estos últimos no tenían el mismo significado que en Occidente, sino que era una especie de ritual mediante el cual se presentaban los productos naturales del país y se hacía una ofrenda emblemática de los objetos que se brindaban a la contraparte. Pero su valor era equilibrado. Esta práctica era considerada por los chinos una expresión de respeto y reconocimiento al emperador y una manera de manifestar agradecimiento por su protección. Había un mandato establecido en un edicto del emperador por el cual el intercambio debía ser mutuamente beneficioso.

La misión emanada del Emperador para Zheng He establecía implícitamente que debía, además de realizar labores comerciales, mantener la paz en los mares, garantizar la seguridad marítima y mediar en los conflictos que pudieran encontrarse durante la travesía. A los líderes chinos de entonces les interesaba sobremanera que su prestigio aumentara en las regiones visitadas, sin que ello significara ocupar territorios o ejercer el control político sobre ellos. Así mismo, debía promover la prosperidad en los lugares donde llegaba y la interacción multicultural con los pueblos frecuentados. Era común que Zheng He no visitara los centros de poder, sino que se limitaba a las ciudades portuarias donde podía comerciar sin tener el imperativo de relacionarse con los estamentos políticos de esos países.

Según la profesora Wan: “Las flotas de Zheng He eran en realidad un equipo oficial de comercio internacional a gran escala, que llevaba a cabo frecuentes actividades comerciales en los lugares a los que llegaba”. Así se puede explicar por qué ningún país visitado fue sujeto de saqueo u ocupación.

La profesora Wan lo explica diciendo que la razón principal de ello es que la diplomacia de la dinastía Ming gobernante establecía claramente que no se debía conquistar otros pueblos, sino compartir con ellos a fin de establecer un sistema internacional pacífico sin recurrir a la fuerza. En la práctica, lo que se hizo a través del comercio fue establecer un nuevo sistema emanado del orden chino, que se proponía “compartir los beneficios de la paz” sin amenazar a ningún país. Conocer esto, podría explicar de alguna manera el comportamiento internacional de la China actual.

Aunque la mayoría de los investigadores coinciden en que los viajes de Zheng He recorrieron Asia oriental, central y occidental y África, el escritor británico Gavin Menzies escribió un libro titulado “1421. El año en que China descubrió el mundo”, en el que afirma que, durante ese año, los chinos llegaron a América. Esta obra ha sido rechazada por la historiografía occidental, pero esta opinión ha sido refutada por el destacado sinólogo mexicano Enrique Dussel Peters, quien afirmó que: “… por mis estudios históricos (en los que utilizaba el mapa de Henricus Martellus de 1487, de la cuarta península del Asia), sus argumentos [los de Gavin Menzies] en cuanto a su tesis fundamental son irrefutables (puede haber detalles a corregirse, pero que no le quitan su contundencia). ¡Hay que contar con esta obra!”.

No es tema de este artículo, sin embargo, es imperativo dejar establecido que existe la hipótesis de que los chinos llegaron a América 71 años antes que Colón. Es algo que deberá seguirse investigando, pero en otras latitudes del planeta sí existe una evidencia clara: los chinos llegaron a comienzos del siglo XV y en ninguno de los territorios africanos o asiáticos visitados por Zheng He u otros navegantes originarios de ese país, se habla chino mandarían. De igual manera, aunque Zheng He era musulmán, tampoco su religión o la budista -que había sido introducida en China 1.600 años antes-, fue impuesta en los países visitados.

Así, se hace patente que era posible establecer vínculos orientados al comercio y el intercambio cultural entre los pueblos en la antigüedad. China lo hizo, pero la civilización europea, intrínsecamente salvaje y violenta no podía. Su ADN cruel ha llevado a la humanidad a las peores calamidades de la historia: racismo, colonialismo, esclavismo, fascismo, nazismo, capitalismo, imperialismo, sionismo y a las dos guerras más brutales jamás vividas en el planeta. Basta ir a sus museos, para observar con cuánto orgullo exhiben el producto de sus desmanes.

Todas estas desgracias surgieron de suelo europeo. Lo único que pedía el presidente López Obrador era perdón para avanzar en una reconciliación necesaria. Pero, para España esto no es posible; ya lo dije, la violencia y la imposición están en su ADN. Esto es lo que explica su apoyo actual al gobierno pro nazi de Ucrania y la ingente venta de armas a Israel, mientras rasgan vestiduras con los derechos humanos de los palestinos.

La guerra y el conflicto es la savia que alimenta sus cuerpos. Por eso no entienden ni entenderán que una creciente mayoría del planeta los rechaza y los repudia, hasta que, en un futuro no muy lejano, sean depositados definitivamente en el estercolero de la historia, un lugar donde siempre han estado y del que nunca podrán salir.

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

11 de octubre de 2024

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