Para hacer pasar un mensaje -o para ocultar la verdad-, se suele repetir machaconamente lo mismo hasta la nausea. El show recurrente montado en la mina San José intenta disimular la terrible desprotección en que se encuentran millones de trabajadores chilenos y de paso tirarle algunas flores a un gobierno inapto e inepto. Los accidentes del trabajo se cifran en cientos de miles cada año: ¿Quién lo sabe? ¿Qué canal de TV cubrió las muertes de tres asalariados y entrevistó al minero que perdió una pierna en la misma mina San José? Ninguno. En el combate del Chile real contra el Chile de la “imagen país” va ganando este último. La “marca” Chile, dicen ellos.
Servidor desea iterar aquí cuantas veces sea necesario un mensaje que la maraña de culos y tetas, de asaltos y robos, de pelotas y de famosillos, de divorcios y de concubinatos políticos deforma, esconde, manipula: los resultados económicos.
Piñera exulta, Felipe Larraín goza, los “expertos” eructan alegría. Chile crecerá este año en más de un cinco por ciento. Si eso de “Chile somos todos” fuese verdad, cada uno de nosotros sería más rico este año. O tendría menos deudas. Desde los años noventa a esta parte tu patrimonio debiese haber más que doblado: ya no eres el feliz poseedor de una modesta casita, sino de dos. Ya no sufres en el Transantiago, visto que ahora tienes dos automóviles. Ya no tienes deudas con las tarjetas de crédito, ni compras medicamentos al fiado, ni un par de calcetines en tres cuotas. Somos un país feliz, visto que nuestro PIB se duplicó. ¿No? No.
Por un par de razones tan banales como las que te cuento ahorita. Y de una: manipulan las cifras, ¿te acuerdas del Casen? Y de dos: los frutos del crecimiento se lo apropia un puñado de oligarcas que se autodefinen como los dueños del “Club privado” que llaman Chile. Eso de “Club privado” lo inventaron ellos. En otros sitios pasa lo mismo. En los EEUU por ejemplo. La frase que sigue, igual a las que ya han tenido que publicar cientos de veces, lo dice todo: “El PIB progresó solo en un 1,6% entre abril y junio, contra una estimación inicial de 2,4%.” ¿Te queda claro? Los anuncios del crecimiento tienen por objeto calmar la ansiedad del personal, devolverte la confianza, alegrarte a la fuerza, impulsarte a creer que vamos saliendo de la “turbulencia” y en una de esas lograr que compres alguna cosilla, que dopes el consumo que hace la riqueza de otros.
Paul Krugman, un conocido economista yanqui, recusa el optimismo: “Desafortunadamente (…) esto no es una reactivación económica en ningún aspecto que tenga sentido”. La creación de empleo por ejemplo. Krugman alega que “La cuestión importante es saber si el crecimiento logra bajar tasas de desempleo que están en las nubes. Necesitamos -dice-, un 2,5% de crecimiento solo para evitar que aumente el paro, y mucho más para reducir la cesantía significativamente”.
Krugman va lejos cuando afirma que a nadie le importa un cuesco el crecimiento si no se traduce en un mejoramiento visible de su propia situación. Cuando no tienes laburo, o cuando el salario que ganas te obliga a endeudarte para las necesidades más elementales, para darle educación a tus hijos o para ofrecerles algún cuidado médico, ¿qué coños te importa si hay crecimiento o si no lo hay? Justamente. El crecimiento con el que te han trajinado el conducto rectal no ha hecho sino aumentar de manera alucinante la pobreza, la miseria y la indigencia. Incluso en los países del primer mundo.
Según María Ester Feres, “cada vez más los pobres y los indigentes son personas que tienen un empleo”. De modo que cuando Larraín o Piñera exhiban una sonrisa de pitón al declarar que el crecimiento va viento en popa, pregúntate si tu miserable pensión creció. Intenta saber si tu salario creció, si tu patrimonio creció. Pero en términos reales, o sea considerando tus deudas que contablemente hay que deducir de lo que posees. Si el resultado es positivo, alégrate, paga un botellón e invita a los amigos. Si el resultado es negativo, compra un kilo de tomates maduritos: para tirarle a los boluditos que vienen a vacunarte con la pomada del crecimiento.
Por Luis Casado
28/08/2010