25 de abril: Fascismo nunca más (en Portugal, sí, pero tampoco en México)

Se conmemora el 50 aniversario de la Revolución de los Claveles en Portugal, hito que derrocó la dictadura fascista del Estado Nuevo

25 de abril: Fascismo nunca más (en Portugal, sí, pero tampoco en México)

Autor: Sergio Tapia

Escribo estas breves palabras desde Portugal, en el marco de la llamada Revolución de los claveles que celebró su 50 aniversario el 25 de abril, movimiento dirigido por las Fuerzas armadas de este país, en contra de la dictadura fascista más larga del mundo, y la penúltima de Europa occidental en caer, sólo detrás del franquismo en España: el Estado Nuevo (Estado Novo).

Durante más de cuatro décadas y debido a las condiciones opresivas y terribles que se vivieron durante este infame periodo, Portugal había sido una excepción respecto al resurgimiento de la extrema derecha en Europa. Las fuerzas políticas dominantes se concentraban en un espectro político de centro y centro derecha, y la participación de la izquierda y centro izquierda era activa e importante. Si bien el país ha tenido, por su pasado y presente colonial, un problema intrínseco de racismo estructural naturalizado (los números de European Social Survey probaban que en 2017 el 52.9% de los portugueses aceptaba de forma interiorizada el racismo biológico, el porcentaje más alto del continente y el 54.1% el racismo cultural), las expresiones públicas distaban mucho de las explosivas y aceptadas demostraciones de otros países en similares condiciones.

El cambio en estos aspectos ha sido progresivo y de una velocidad claramente alarmante. En las elecciones parlamentarias de 2019, Chega! (¡Basta!), fue el primer partido de extrema derecha desde el fin de la dictadura, en lograr un escaño en el país. En cinco años, se han convertido en la tercera fuerza política, con 50 representantes (de 230) en las elecciones legislativas de 2024 y un impacto mediático y discursivo nunca antes visto por fuerzas de ese perfil político (que han existido siempre, desde la revolución, como elementos tangenciales y nunca plenamente aceptados por la sociedad).

Para lograr esto, Chega! ha desarrollado un camino particular; como otros partidos de extrema derecha, utiliza el hartazgo de las generaciones pasadas por las promesas incumplidas y la búsqueda del regreso a un pasado de supuesto esplendor, pero, por otro lado, ha dado el salto a nuevas formas de comunicación en redes sociales e internet, usando teléfonos inteligentes, canales y medios alternativos, que complementa con presentaciones de boca a boca con mensajes incongruentes y difusos. Las quejas de este partido nunca son verdaderamente concretas: todo lo que se haga, sea una cosa o su opuesta, está mal y está mal porque es hecha por “los políticos de siempre” que, como dice la vieja canción de la derecha, son todos iguales.

La preferencia entre el electorado más joven, es indispensable para su éxito, algo que logra mediante mensajes agresivos, sin un verdadero contenido, con frases pegajosas y ataques sectarios a sus oponentes. Esto junto con el uso de recursos privados -que le apoyan a cambio de ventajas futuras– y la construcción tramposa de argumentos, parece encantar a sectores tradicionalmente despolitizados de la población, que les ven como “externos” y decididos, aunque no hacen, sino repetir con otras palabras, lo que se ha dicho siempre.

En México vivimos un fenómeno parecido en este momento. Dos fuerzas políticas reproducen de manera abierta estas dinámicas: por un lado, Movimiento Ciudadano, que repite los esquemas vacíos de comunicación política y el efectivismo de las redes como punto central de su política; por otro, Ricardo Salinas Pliego, que, recordando su pasado familiar, reproduce los mensajes sectarios y vacíos de la extrema derecha de forma agresiva para lograr sus fines personales.

No me sorprendería que en el día de mañana ambos procesos se unieran. Especialmente, porque, como se ha visto con la inclusión de algunos personajes de la política nacional, Movimiento Ciudadano no tiene ningún tipo de problema en aceptar a quien sea dentro de sus filas, siempre que pueda pagar lo suficiente. De la misma forma, porque, como lo enseñan los casos de Milei en Argentina y Noboa en Ecuador, el discurso “anti estatista de los grandes empresarios es siempre hipócrita. Ellos no se oponen, en realidad, a un estado fuerte. Se oponen a que esa fuerza se use en contra de ellos y por eso, buscarán siempre tenerla controlada.

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