Hace 118 años, un 24 de mayo de 1903, nació en Santiago de Chile, Jaime Galté Carré, quien llegaría, en su caminar en este plano de vida, a ser un ejemplo en el servicio público, como abogado, médium y maestro espiritual. La combinación numérica 1-7 en numerología indica una senda correcta, se han elegido bien los pensamientos y de esta manera se han enfocado objetivos claros, en este caso una vida dedicada al amor al prójimo, al humanismo y a la espiritualidad elevada.
En tiempos como los actuales en que enfrentamos una crisis ética, no coyuntural sino estructural, que alcanza a todo el espectro político, que además ha enfermado a las instituciones públicas y privadas, con altas cuotas de corrupción, donde el interés personal se impone al servicio público, y donde lo material ha desplazado a lo espiritual, Galté tendría mucho que decir.
Muchas veces Jaime Galté señaló que la práctica de la tolerancia se alimenta de la sinceridad: “La controversia nunca convierte a nadie; uno se afirma en las ideas que quiere defender y se obstina más en ellas a medida que el ataque es más vivo; las convicciones se afirman o cambian por sí mismas, a medida que la razón crece y que la luz se hace. Si bien es cierto que la tolerancia nos exige el respeto para toda creencia sincera, no podemos olvidar que nuestra razón debe rechazar todo dogmatismo, todo fanatismo y toda superstición, porque en otra forma, faltaríamos a nuestro juramento de luchar sin descanso contra el error y la maldad” (1962).
Respecto al elemento humano, como realizador de la justicia, Galté sostenía que se debía pulir nuestras ideas y conducta por la razón y la tolerancia, por lo que era necesario dedicarse al estudio de las causas de las miserias humanas y de los medios para remediarlas, como sacrificar nuestras pasiones y destruir nuestra propia ignorancia y la de nuestros semejantes.
La caridad es fundamental –afirmó varias veces- pero siempre se debe saber que los actos caritativos se miden por la mayor o menor entrega que de ti mismo puedas ofrecer a tus semejantes sin esperar beneficio personal ni recompensa. Este concepto de caridad no es el de las dádivas, el de otorgar aumentos del salario mínimo o bonos con el cual ninguno de nosotros viviría, ni de entregar una salud en la que nunca atenderían a sus familias, ni una educación a la que no enviarían a sus hijos sino la caridad que entrega otro valor fundamental, el amor, en este caso, por los semejantes, por la humanidad entera, algo que parece quimérico en la actualidad.
Jaime Galté además fue conocido por sus facultades parapsicológicas en casi toda la sociedad chilena de la época y en las actuales generaciones su ejemplo de vida caracterizado por la humildad y el amor por sus semejantes ha renacido en diversos grupos que llevan su nombre tanto en la Masonería como en el Martinismo. Como médium en él se encarnaron dos espíritus que sintetizan lo mejor de la ciencia (Dr. Halfanne) y lo mejor de la espiritualidad (Mr. Lowe). Mr. Lowe se hizo presente por primera vez en 1927 y desde ese momento siguió entregando mensajes espirituales que quedaron escritos a mano, máquina de escribir y posteriormente grabaciones magnetofónicas hasta el fallecimiento de Jaime Galté. Mr. Lowe dijo en repetidas ocasiones que no le estaba permitido revelar su verdadera personalidad espiritual, ni siquiera la personalidad que tuvo en su última encarnación terrena, por el cumplimiento de una ley del “más allá”, como algunas personas denominan al mundo espiritual.
En una de estas sesiones canalizada por Jaime Galté y que por primera vez se hace pública, el maestro Lowe señaló:
«(…) Esto es lo que os pasa. ¿Acaso el lirio de los campos no tiene más colores, joyas y vestidos que todas las reinas reunidas? como lo dijo Salomón. Pero ellos, los lirios, cuyos pétalos no igualan ninguna tela por riquísima que sea, ni sus colores pueden ser imitados, ni sus formas igualadas, estos lirios mantienen en el egoísmo estas riquezas o hacen oferta espontánea y general para todos los seres de la naturaleza, sea recreándolos o alimentándolos y con qué resignación mueren cuando llegan los hielos fríos, duros e implacables del invierno. Porque ellos saben que se han desvanecido estas formas riquísimas, pero han dejado en lo espiritual, en los ojos de un poeta o pintor la forma y colorido, aunque hayan desaparecido.
Engalanaos, queridos hermanos, con los dones que os ha dado el Creador, mas, no atesoréis estos dones sino para exhibirlos a los poetas y pintores y a todos Maestros semejantes, como un destello impresionante de Espiritualidad, para que no se olviden nunca, aunque desaparezcan vuestras galas. Quien haga eso, pequeños o grandes, habrá alcanzado la Espiritualidad.
Ay! de aquellos que impresionan por sus galas y que son cortados como los lirios para morir en un florero y que los poetas y pintores denominan naturalezas muertas. Porque a esos se refería Jesús cuando dijo: “Dejad que los muertos entierren a sus muertos”. Mas, los que extraen de las formas materiales incluso la Espiritualidad, esos nunca mueren. Qué gracia sería, queridos hermanos, sacar Espiritualidad de la Espiritualidad. No haríais más que entregar lo que no habéis ganado. Mas es gracia los que de la propia materialidad han sacado Espiritualidad, han permitido que los ojos opacados de los demás se abran para ver Espiritualidad.»
Por otro lado, en el prólogo del libro El Escarabajo Sagrado, publicado en 1972, se narra que en el año 1952 se encontró en España el símbolo del escarabajo sagrado. Un integrante del Círculo Martinista Jaime Galté lo trasladó a Chile y es la razón que explica este libro: “que es la apasionante historia del símbolo del escarabajo sagrado incluye, pues, una comprobación de la Ley de la Reencarnación”[1].
Horacio Hevia señala que los sacerdotes iniciados en las Escuelas de Misterio en Egipto tenían al “escarabajo”, el insecto más modesto que pudiéramos pensar, como símbolo.
«Ese escarabajo que se arrastra por el suelo de los desiertos de Egipto, que está extendido por todas partes del mundo y que se alimenta de estiércol. Consideren ustedes este insecto insignificante alimentándose de lo último que se nos pudiera imaginar como despreciable dentro de nuestro plano material. Este bichito, sin embargo, era venerado en ese Egipto grandioso y en todos los monumentos, en todas las inscripciones, en los cuerpos de los faraones fallecidos, en las vestimentas de los grandes sacerdotes y de los faraones nunca faltaba el escarabajo, ese insectito de formal oval, con tres patitas a cada lado; adelante lo figuraban con el sol y detrás saliendo de una media luna, símbolo que en su conjunto valdría la pena también pensarlo»[2].
Jaime Galté, quien tomó como símbolo de su camino de vida a este escarabajo, siempre estuvo consciente que su camino ético, filosófico e iniciático, sería atacado por los dogmáticos, los intolerantes y los que sólo buscan su bienestar personal, manteniendo sus mitos y privilegios.
Por Sergio Salinas
Doctor en Estudios Latinoamericanos y biógrafo de Jaime Galté.
[1] Lowe, El Escarabajo Sagrado, Santiago, Círculo Martinista Jaime Galté, 1972, 6p.
[2] Hevia, Horacio. Conferencia sobre el Martinismo, 1970, 13-14p.